Nos creemos libres porque desconocemos las causas de nuestro
comportamiento, según nos reveló Espinoza, allá por el XVII, y luego (S. XX)
Freud al afirmar que lo que deseamos es siempre fruto de impulsos
inconscientes, es decir, al mostrar las causas. El caso es que nunca sabré con
exactitud por qué no me gusta Pedro Sánchez, quiero pensar que, precisamente,
porque se deja llevar por pulsiones subconscientes que eluden la racionalidad,
pero lo mismo podría decirse de mí al desplegar esta emoción, que yo veo y
justifico como conclusión de un análisis inteligente. Mientras alguien no me
diga algo definitivo sobre este enredo lo dejaré aparcado en el frontispicio de
este escrito como prueba de mi honestidad intelectual. Dicho lo cual vamos al
lío.
Un periódico italiano saludaba la vuelta de Pedro Sánchez
como la de un segundo Conde de Montecristo dispuesto a obtener
justicia/venganza de quienes sufriera tan duros agravios no hacía mucho.
Alejandro Dumas conocía muy bien la fibra sensible de la gente y cómo tocarla. Más
de siglo y medio después, el desenlace del asunto que nos ocupa demuestra que
la fibra sigue ahí y se toca de la misma manera. Es obvio que Pedro es otro
virtuoso, consciente o inconsciente, pero virtuoso en estos toques.
Llevo largos meses quejándome/alertando de la irrupción de
las emociones en la política traídas de la mano del populismo, de las que el
entrecejo (siempre fruncido) de Iglesias es un emoticono revelador. El caso de
Pedro es mucho más sofisticado y demuestra que todo en esta vida marcha hacía
la complejidad, pero está en la misma onda, nos remite a esas oscuras
profundidades donde se fraguan los sentimientos ¿O alguien lo eligió por la
coherencia de sus decisiones, por la densidad de su bagaje doctrinal o por su
capacidad para revertir el declive del partido? Yo creo que más bien porque es
guay (cualquier cosa que eso signifique) y hace tilín en la cosa emocional. Por
otra parte tenía enfrente a una trianera en ejercicio, amante del Betis, rociera
confesa, seguidora de Morante de la Puebla y cofrade consorte de no sé qué
hermandad de las que se lucen en la famosa “madrugà”, o sea, de la facción
castiza del PSOE sevillano, una prenda para gallegos, castellanos, catalanes,
etc. Aupada y promocionada, además, por la nomenklatura
del partido, la en activo, la retirada y la que está en trance de desaparición
biológica, la misma que lo crucificó hace unos meses de manera turbia e
ignorando a la militancia que lo había elegido.
Para colmo, Pedro, que es muy considerado, ha reducido su
mensaje para que lo entendamos todos, a dos ideas: una, empoderar a la gente
del partido sobre el aparato; otra, desalojar a Rajoy. La primera se justifica
porque el aparato es malo, la segunda porque Rajoy es peor. Que este plan
coincida con el de otra formación recién aparecida por la izquierda es simple
casualidad y tiene de bueno que cabe en un twit y está al alcance de la capacidad analítica de cualquier
contertulio televisivo.
Acostumbran los militantes socialistas a poner sobre la mesa
sus ciento y pico años de existencia para minimizar sus crisis, pero justo por
esa larga vida sabemos que cuando más se le necesitaba el PSOE estaba siempre
en sus cosas. Que le pregunten, si no, a los que vivieron la agonía de la
República los años de la guerra, o a los que esperaban y desesperaban durante
la dictadura. Esperemos que la próxima generación no tenga que preguntar dónde
estaba cuando estalló lo de Cataluña.
Si alguien ha sacado la conclusión de que soy un pesimista
que se quede tranquilo que lleva razón, pero que me diga qué hace él para no
llorar.
3 comentarios:
Magnífica descripción de la terrible situación que se ha creado para la supervivencia del PSOE.
Excelente reflexión ...
Además de prueba de tu honradez intelectual, Arcadio, tu introspección sobre los sentimientos es muy pertinente en la consideración de la política española, donde no hay voces, sólo ecos, ceños fruncidos y camisas blancas de la esperanza; lejos de nosotros la funesta manía de pensar. Peste de sentimientos.
Un placer siempre leer tus reflexiones.
Un abrazo,
Fernando Sánchez-Cerezo
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