29 dic 2010

Utopía y electricidad

Con la brutal subida de las tarifas de la electricidad se nos ha hecho la luz. No se trata de que las eléctricas sean empresas voraces que nos esquilman a poco que nos descuidemos –que también–; se trata de una mala política o de una falta de constancia en las políticas, porque nunca existió un plan energético, sino sólo un improvisar soluciones ante los problemas que van surgiendo o, a lo más, golpes de efecto, como el bloqueo a las nucleares (decisión de un gobierno PSOE).

Cuando, tiempo después, se pretendió liberalizar el mercado de la energía se entendió que el coste del kw en España era demasiado alto para los bolsillos de los ciudadanos por lo que el gobierno decidió asumir parte de la factura (decisión de un gobierno PP). Desde entonces los presupuestos han cargado con una porción del coste de nuestro consumo eléctrico, que ha ido creciendo conforme se desarrollaban las fuentes energéticas renovables. Hemos podido presumir de ser un país puntero en la instalación de estos métodos, pero no se han explicado los costes de diverso tipo que estábamos pagando por ello. El caso es que todas las fuentes de energía alternativas son más caras que la hidroeléctrica y que la nuclear, hasta el punto de que el coste de la solar fotovoltaica ¡multiplica por 30! el de la hidroeléctrica –si en una central hidroeléctrica el kw sale a 3€, en una solar saldría a 90€–, el de la eólica es segundo en el ranquin, por encima de las térmicas de ciclo combinado y, por supuesto de las nucleares. Podemos decidir –estamos en nuestro derecho, y quizá sea nuestra obligación– pagar más cara la energía porque valoramos más la limpieza del planeta que nuestro mezquino interés, pero entonces no deberíamos comprar a Francia energía producida en centrales nucleares; tampoco deberíamos seguir utilizando nuestro carbón –con altos contenidos de mercurio, aparte el CO2– de carísima extracción y bajísima capacidad calorífica, sólo porque carecemos de una alternativa para las cuencas mineras, problema que se arrastra desde hace muchas décadas.

Claro, mientras éramos ricos ¿quién iba reparar en gastos? Los presupuestos podían con todo y nosotros, como la electricidad era barata, venga a instalar vitrocerámicas, aire acondicionado y demás juguetes domésticos. Tirar la casa por la ventana tan pronto teníamos casa ha sido el deporte nacional ¿por qué íbamos a contenernos aquí? Pero, súbitamente, hemos comprobado que volvemos a ser pobres, y el gobierno decide que cada palo aguante su vela porque necesita descargar el déficit, que si no no nos prestan; así que, aumenta ese 10% para, al menos, ir acercándose a los costes reales y a la real liberalización del mercado energético. A buenas horas mangas verdes ¿Podrán hoy soportarlo las pequeñas empresas y la multitud de hogares azotados por el paro?

No sé si es buena tanta liberalización, no sé si debe seguir el bloqueo a las nucleares, no sé qué solución dar al problema del carbón, ni sé a qué dedica su tiempo el ministro de industria… Lo que sí sé es que en democracia la transparencia es imprescindible, y, sobre todo, sé que sin un plan energético consensuado o, por lo menos, ampliamente debatido, no vamos a ninguna parte. Siempre es tiempo de utopías pero a la vez hay que cuidar que no nos aplaste la realidad.

11 dic 2010

Inquietudes postraumáticas


El suceso de los controladores ha evidenciado la inconveniencia de que un grupo se haga con privilegios exorbitantes, y más, que unos pocos controlen una técnica muy especializada, e incluso el acceso a la misma. De ahí a sentirse por encima de la ley sólo hay un paso, que, como se ha visto esta pasada semana, se dio. Todavía se alarga la polémica sobre el suceso, y más que se prolongará, sobre responsabilidades de unos y otros y, sobre todo, si la actuación del gobierno ha sido oportuna y justa. No entraré en la discusión que me parece un rizar el rizo sin mucha utilidad, pero sí que señalaré algunos puntos oscuros que se me ocurren después de ver, leer y oír tanto sobre la cuestión.

El control que los empleados ejercían sobre el acceso a la profesión ha dado lugar, según parece, a una indeseable endogamia. Por esta vía se estaban convirtiendo en una casta que filtraba el acceso, privilegiando el paso de los aspirantes próximos a ellos. Ya que la bestia enseñó los dientes qué menos que husmear ahora sus entrañas para obtener una buena radiografía del monstruo, que nos sirva de lección utilísima para el futuro o para otros ámbitos.

No hay mal que por bien no venga. Algunos bufetes de abogados esperan hacer su agosto canalizando las reclamaciones de los damnificados. Se ha dicho que aparte el resarcimiento de las pérdidas materiales los abogados de los damnificados están pidiendo, o se proponen reclamar, 10.000 € como resarcimiento del daño moral para cada uno de ellos. ¡Qué bien! Lo tienen merecido. Pero, reflexionando un poco nos asalta en seguida la inquietud: Aunque esa no sea la cantidad que se acepte finalmente, si los tribunales fallan a favor del pago, es imposible que unos cuantos centenares de inculpados, en el mejor de los casos, hagan frente al pago de los muchísimos millones que resultarían; evidentemente, AENA sería la entidad subsidiaria, lo que significa, dado su carácter de empresa pública, que saldría de los presupuestos del Estado, es decir, de nuestro bolsillo. El bucle amenaza cerrarse una vez más pillándonos a todos en medio.

Una última cuestión. Las dificultades contables del gobierno, los problemas con la deuda soberana y el déficit, han traído de nuevo a colación la pertinencia de nuevas privatizaciones. Ya vivimos una gran oleada cuando el gobierno del PP hubo de sanear las cuentas para lograr la entrada en el Euro y la solución fue, entre otras, la enajenación de buena parte del patrimonio. Se ha hablado estos días de permitir la entrada de capital privado en AENA y de privatizar Barajas y el Prat. A nadie se le escapa que una paulatina privatización de la empresa que rige los aeropuertos requiere como medida previa un saneamiento económico, que quizá incluya librarla de la desmesura de los salarios de sus controladores y sus privilegios organizativos. ¿Se mete en cintura a los controladores, y no se ha hecho antes, porque ahora se va a privatizar?

Estamos necesitando un wikileaks doméstico que nos revele algunos secretos y tejemanejes que no deberían escapársenos.

6 dic 2010

Privilegiados

La etimología del vocablo privilegio es transparente: priuilegium, ley privada o particular. En tiempos históricos, en que se tenía asumida la bondad y necesidad de la desigualdad, los privilegiados constituían un estamento que gozaba de preeminencia social, exenciones fiscales y multitud de prebendas legales. La revolución burguesa estableció y difundió el principio, entonces subversivo, de la igualdad ante la ley, expresado en todas las declaraciones de derechos, de las que la última y más universal es la de las Naciones Unidas. La revolución proletaria, que pareció triunfar a partir de 1917, quiso establecer el principio de la igualdad económica. Aunque fracasó, en el ideario democrático quedó grabada la idea de que una cierta nivelación económica es imprescindible para que el poder no escape de las manos de los ciudadanos. Desde finales del XVIII el progreso social y político parece haber ido paralelo a la lucha por la supresión de los privilegios de todo tipo, sociales, políticos, económico...

Curiosamente la revolución que dio origen a esta transformación comenzó con una revuelta de los privilegiados, temerosos de perder algunas de sus prerrogativas, ante el callejón sin salida a que había avocado el caos fiscal. El suceso no se limita sólo a la Francia de 1789, los historiadores han considerado que, en una tipología de las revoluciones, la revuelta de los privilegiados es siempre el primer episodio. Así pues, la penosa situación del común, el hambre, el ninguneo de sus derechos, la explotación y el despotismo, parecen ser más soportables que la pérdida de inmunidades, prebendas y ventajas de unos pocos privilegiados.

La sociedad actual no es comparable a la de finales del XVIII. El principio de igualdad ante la ley no lo discute nadie y, si bien la igualdad económica no encaja en la mentalidad liberal y el sistema capitalista dominantes, al menos se reconoce el derecho a una igualdad de oportunidades con todo lo que eso implica. Sin embargo, en las rendijas del sistema de libertades, se forman grupos que por su posición estratégica obtienen ventajas laborales, económicas, etc., que, paulatinamente se van convirtiendo en derechos adquiridos, en privilegios. Lo curioso de la situación es que cuando toda la sociedad, con admirable unanimidad, como se ha visto en el caso de los controladores aéreos, entiende que se trata de privilegios injustificados, sus detentadores se aferran a ellos con ferocidad, entendiendo que son poco menos que derechos inalienables. Algunos lo harán por simple cinismo, pero la actitud laboralmente suicida de la mayoría de ellos demuestra que están realmente convencidos de la justeza de su actitud, lo que resulta verdaderamente sorprendente. Parece que hubiera grabado en nuestra conciencia algo que nos hace valorar una posible preeminencia sobre los semejantes como el bien más apetecible, por el que merece la pena sacrificar cualquier otro y que ciega cualquier sentimiento de solidaridad o de equidad y justicia.

Seguramente es un buen tema de reflexión en el día la Constitución, la que mejor, con mas extensión y más profundidad trata los derechos y las libertades, de entre la casi decena que se han redactado y promulgado a lo largo de nuestra historia reciente.

3 dic 2010

Wikileaks

Se ha hablado mucho del poder. Unas veces teorizando, otras analizando el ritmo de su paso y sus efectos en el pasado. Los historiadores se esforzaban por darnos una visión clara de él y nosotros nos admirábamos: cosas del pasado, pensábamos. En el presente su huella sólo se intuía: el poder es tan poderoso que puede y camufla su poderío. Pero, de golpe, Wikileaks nos ha ofrecido una radiografía de sus negras venas. Lo más profundo de sus vísceras todavía permanece oculto, pero lo que se nos ofrece es suficiente para la inquietud y el alborozo. La inquietud porque hemos descubierto que el poder de hoy es el mismo que veíamos en los déspotas de Oriente, los autócratas de todo el Mundo o los poderes coloniales; alborozo porque alguien lo desnudó para nosotros en la plaza pública. Si no existiera Wikileaks habría que inventarlo.

Los métodos sigilosos de la diplomacia no se llevan demasiado bien con la democracia. Después de la Gran Guerra se puso en marcha un invento que pretendía que los modos democráticos entrara en las relaciones internacionales, que se terminara con la diplomacia secreta, a la que se culpaba en gran medida de la responsabilidad del terrible conflicto que se acababa de superar: la Sociedad de Naciones, precedente de la ONU actual. Se vivían momentos de euforia democrática, se analizaba el triunfo como la victoria de los demócratas sobre las autocracias. Fue un fiasco. Ciertamente se había dado un paso, pero sabemos hoy que, en las relaciones internacionales, la ley del más fuerte sigue permitiendo el uso de la coacción, la amenaza, el chantaje, como en el pasado. La ética, la moral que rige las relaciones individuales desaparece ante los más crudos intereses del poder que, en el caso de la política internacional, llamamos eufemísticamente razones de Estado, mientras que la transparencia, cualidad insustituible de la democracia, brilla por su ausencia. Sigue imperando el criterio que Bismarck, maestro en los enredos de la diplomacia secreta, expresaba con cinismo cuando decía que los ciudadanos quieren salchichas, pero no saber cómo se hacen.

Los cuerpos diplomáticos, las embajadas permanentes nacen con los Estados modernos y fueron consecuencia de la necesidad de comunicarse y de las dificultades físicas de la época para hacerlo. El progreso tecnológico  parecía que iba a dar al traste con toda esa estructura, sin embargo los gobiernos no sólo la han conservado, sino que apenas si han transformado sus métodos, evidentemente anticuados, que dan a todo este episodio un aire retro, que mueve a la sonrisa.

Los ciudadanos, perplejos, inquietos y alborozados deseamos que continúe la fiesta, que no se detenga en USA y llegue a otros Estados menores, que alcance a otros poderes, como los económicos, a muchas instituciones estatales o interestatales que ejercen un poder significativo. Queremos conocer el contenido de las salchichas y el método de elaboración.

La Red amenaza seriamente con imponer lo que podríamos llamar la socialización del conocimiento. ¿Lo permitirán los poderes cuestionados y se impondrá la transparencia? ¿Triunfarán las acciones, ya emprendidas, para silenciar y poner límites a la Red? Cualquiera que sea el resultado lo que ha quedado fuera de juego es la inocencia.