24 ene 2013

Corrupción y partidos

        Las oscilaciones del péndulo muestran cómo una masa gravitatoria pendiente de un punto fijo, que ha sido desplazada, al liberarse, no vuelve a su posición de reposo sino a un punto situado a semejante distancia de ésta pero en la dirección contraria. En los hechos sociales suele ocurrir otro tanto. Durante la dictadura los partidos fueron prohibidos y demonizados durante décadas de propaganda encaminada al desprestigio absoluto de la democracia. La Transición elaboró una legislación sobre partidos y un sistema electoral que buscaban su consolidación y fortalecimiento, llevando el péndulo al otro extremo; es decir, permitiendo, aunque no lo buscara, una auténtica “partitocracia”, o sistema en el que los partidos han pasado de ser vía imprescindible para el ejercicio político de los ciudadanos a constituir una barrera para que se ejerza con claridad y limpieza, interponiendo el muro de sus intereses propios. Esto ya es corrupción; pero, lo peor es que por esa puerta entraran otras muchas corruptelas cada vez menos presentables.

16 ene 2013

Anti natura

Me aburre la constante apelación a lo natural, la facilidad con que se tilda algo de anti natural. Por supuesto, se trata de demonizar actitudes, logros, avances, derechos… en fin, cualquier cosa que se aparte de los intereses vitales, económicos o ideológicos de quienes formulan la descalificación. Estos días, a propósito de la multitudinaria manifestación francesa contra el derecho a adoptar de las parejas homosexuales, ha vuelto a usarse la expresión hasta el hastío.

14 ene 2013

Viaje al futuro


Si alejamos la vista de un objeto iremos perdiendo detalles hasta que al final sólo  distinguiremos su silueta, mientras que del color apenas si sabremos si era oscuro o claro; por el contrario, si nos acercamos veremos que se desenfoca, las líneas, antes nítidas y distintas, se multiplican y confunden hasta que, por último, queda reducido a una mancha informe. Ocurre lo mismo con la historia: alejarnos de los acontecimientos nos permite una comprensión global, pero al aumentar la distancia perdemos tantos detalles que la percepción correcta se hace problemática; estar demasiado próximos a ellos nos incapacita para percibir su verdadero sentido, para distinguirlos con claridad y hasta para identificar su dirección. Los contemporáneos rara vez fueron capaces de interpretar con acierto los acontecimientos que protagonizaban, como muestran los testimonios que nos dejaron. En las crisis sentían los trastornos que producían pero ni acertaban con las causas auténticas ni imaginaban siquiera lo que anunciaban.

9 ene 2013

La gran estafa piramidal

Cuando en la época escolar estudiábamos las leyes de la palanca se nos recordaba que Arquímedes había dicho al respecto: «Dadme un punto de apoyo y moveré el Mundo». Lamentablemente en la escuela no se estudiaban los fundamentos de la economía y el dinero, no menos fascinantes, así que nadie pudo contarnos que Rothschild, eminente banquero, había declarado: «Dadme el control del dinero y ya no importará quién haga las leyes»
Por otra parte, sin duda conocéis lo que es una estafa piramidal. Podría definirse como un proceso en el que las ganancias que obtienen los primeros inversionistas son generadas gracias al dinero aportado por ellos mismos o por otros nuevos inversores que entran por el señuelo de obtener grandes beneficios. El sistema sólo funciona mientras haya nuevas inversiones. Fue conocido como esquema Ponzi por el nombre de un inmigrante Italiano que lo hizo famoso en USA en los años 20 tras una monumental estafa. El sistema monetario actual depende en su mantenimiento del crecimiento indefinido de la deuda; es decir, que funciona como un esquema Ponzi.

7 ene 2013

El conflicto eterno


El conflicto palestino me ha acompañado durante toda la vida. Ningún otro ha tenido tan larga permanencia (mucho más de dos generaciones) ni tiene tan pocos visos de solución; ningún otro tan absurdo, dado el bando que está siendo apoyado(1), sin desmayo ni vacilación, por las “fuerzas del bien” (USA y sus aliados), en una operación de genocidio solo comparable con la que los propios judíos han sufrido históricamente.
El muro. Palestina/Israel
A principios del siglo veinte Palestina formaba parte de la provincia de Siria que a su vez se integraba en el Imperio turco. Por aquel entonces no había allí más judíos que en cualquier otro lugar del Oriente Medio. En 1909 un pequeño grupo de jóvenes hebreos se instaló en Hedera(2) donde creó una especie de comuna (kibutz). En lo sucesivo muchos más harían lo mismo movidos por el sionismo y financiados por sus organizaciones internacionales que compraban tierras a los terratenientes de la zona. En 1918, desmembrado el Imperio turco, Palestina pasó a ser un mandato británico. La acción sionista en la colonización del territorio continuó, completada ahora con demandas políticas y acciones violentas encaminadas a aplastar el recelo que apuntaba ya. Durante la SGM(3) y en los años posteriores la inmigración se convirtió en avalancha. En 1948 los británicos abandonaron la colonia después de que una resolución de la ONU creara el Estado de Israel dividiendo el territorio en dos partes equivalentes entre judíos y palestinos, sólo que estos quedaron desunidos,  en parte integrados en estados vecinos (Gaza en Egipto, etc.), sin una administración propia, inermes y desconcertados. Desde entonces cualquier contestación árabe ha producido una violenta reacción de Israel que  alegando la defensa de su territorio lo ha ampliado en sucesivas ocasiones(4) mediante la guerra o diversas actuaciones gansteriles hasta dejar reducida la zona palestina a Cisjordania y Gaza, ésta última convertida en una ratonera y la primera sembrada de colonias judías, que se multiplican incesantemente, y fragmentada por muros “defensivos”, que levanta sin pudor el Estado en una descarada operación de apartheid. Los palestinos que quedan en territorio israelí, como ciudadanos de segunda en un Estado que se proclama judío, están condenados a la marginación o a la emigración.
Un blog amigo, Descontexto(5), nos ha ofrecido hace unos días un magnífico artículo de E. Herman que se publico en Z Magazine, en 2006, pero que desgraciadamente sigue estando de plena actualidad. Os ofrezco las Conclusiones y os invito a que lo leáis entero usando el enlace anterior. Después de él nada tengo que agregar, sólo advertiros que los demás enlaces que aparecen en esta entrada se corresponden con otras tantas entradas mías sobre diversos aspectos de este penoso asunto

«Palestina es una región crítica por excelencia que carece de derechos, en la que su población -literalmente indefensa- ha sido engañada, humillada, reducida a la mendicidad, y expulsada por la fuerza, de forma metódica, para beneficiar a los colonos protegidos por una colosal maquinaria militar, una y otra vez, armada y defendida por Estados Unidos, con el apoyo y aval tácitos, incluso públicos, del resto del “mundo libre”. Sin embargo, la gran pregunta para el denominado “mundo libre” a partir de ahora es: ¿sabrá Hamás contenerse y aceptar la limpieza étnica (siempre en marcha) o amenazará con resistir todavía y seguirá con sus operaciones convenientemente tildadas de “terroristas”? Ante esta pregunta crucial, el poder y el racismo han neutralizado literalmente “los principios morales” de los occidentales.
Si esta cuestión resulta crucial, lo es en especial porque varios millones de palestinos, desposeídos completamente, se encuentran inmersos en una espiral trágica frente a la cual la comunidad internacional y Estados Unidos no tienen otra cosa que hacer que decir “se acabó”, suspender su ayuda y amenazar con sanciones para que se pare en seco. Pero para el “mundo libre”, la causa del conflicto no es la ocupación ni la limpieza étnica, sino la resistencia a esos abusos. Abyecta y estúpida, esta perspectiva no es sino una pobre racionalización del apoyo racista y oportunista a un proyecto de limpieza étnica.
La situación de Palestina, además, resulta crucial para centenares de millones de árabes en el mundo y para miles de millones de otros habitantes del planeta, que ven en el comportamiento de los occidentales hacia Palestina el reflejo de la actitud racista y colonialista que mantienen respecto a los árabes, a los musulmanes y, en general, hacia el conjunto de pueblos del Tercer Mundo. Es un terreno prodigiosamente abonado para el terrorismo anti-occidental pero, lo que es más fundamental, para la profunda cólera, para el odio y para el desafío hacia los occidentales y hacia lo que los mueve. Un cáncer que no augura nada bueno para la humanidad del porvenir.»
*
(Por razones técnicas que no entiendo no aparecen en el texto después de publicarlo los links que he marcado. Las direcciones son las siguientes:

2 ene 2013

Tempus fugit


Hace unos días en El País escribía M. Vicent sobre cómo la vida de los hombres se reducía a dar unas ochenta vueltas, más o menos, a una bomba nuclear que llamamos Sol; podemos ver esto como una triste realidad, pero también nos permite trocear en años el tiempo (una vuelta completa),  y tener así la sensación de que lo controlamos (contar genera la misma ilusión de posesión que a Adán le produjo nombrar a los animales). Sólo tenemos que ponernos de acuerdo sobre el punto de la órbita que marcar como inicio. Ahí es nada. Si el dios incordio de los israelitas produjo la confusión de lenguas, convirtiendo el mejor instrumento con que contábamos para el entendimiento en mero estorbo, debió también, aunque no se haya dicho, producir un desacuerdo semejante en este punto.
Calendario egipcio
El calendario más extendido hoy es el occidental que procede del romano y que sitúa nueve/diez días después del solsticio de invierno el comienzo del año. Quizás debiera estar justo en el solsticio, como ocurre en otros muchos; pero no, está desfasado, y esto merece una explicación, si no una rectificación.
Los egipcios situaban el año nuevo poco antes del equinocio de otoño, despreciando conscientemente los grandes hitos astronómicos aunque eran expertos en la ciencia de las estrellas; pero es que contaban con un suceso anual más importante para sus vidas: el comienzo de la inundación del Nilo, que ocurría cada año con extraordinaria puntualidad a finales del verano. Cómo reprocharles que plantaran ahí el inicio del ciclo anual.
El calendario romano primitivo establecía el año nuevo en el equinocio de primavera, cuando renace la vida en la tierra. En ese momento renovaban también su vida política, eligiendo las magistraturas anuales, que eran casi todas. Precisamente por necesidades político militares se retrasó el año nuevo (s. II a. n. e.) hasta el final de las saturnales (fiestas del solsticio invernal), precedente de la Navidad cristiana. El desfase que se producía entre el calendario astronómico y el administrativo por desconocer la duración exacta del año (365d 5h 48m 45.25s.), hizo el resto para que al final quedase en el punto que está hoy.
También fue producto de decisiones políticas que febrero tenga sólo 28 días: aquellos que en el Senado hacían la rosca a Julio Cesar, que se había autoerigido dictador, pusieron su nombre (Julius) al mes llamado Quintilis, pero como éste solo tenía 30 días decidieron, para que el número no fuera par, que era de mal agüero, sumarle uno, que quitaron a febrero; La cosa volvió a repetirse con Octavio Augusto, denominando Augustus al mes Sextilis y restando otro día más a febrero, doblemente nefasto por ser par y estar dedicado a los muertos; quitarle un par de días fue un alivio para todos.
Por si no había suficiente con tanta manipulación innecesaria, llegó el colmo del despropósito con el emperador Constantino (s. IV) que introdujo la semana, importándola de Oriente Medio, donde se suponía que cada día estaba regido por un astro (el Sol, la Luna y los cinco planetas conocidos entonces). Introducía así un elemento más de irracionalidad ya que ni 365 ni 30 o 31 son divisibles por siete.  En realidad la semana procedía de los calendarios lunares, con ciclos de 28 días.
La Iglesia que dominó la vida cultural y científica a partir de Constantino (todavía hoy sufrimos ramalazos de su poder), se hizo con el control del calendario emprendiendo su última reforma (Gregorio XIII, 1582), con la expresa finalidad de fijar la fecha de la Pascua de resurrección (domingo siguiente al plenilunio posterior al equinocio de primavera en el hemisferio norte), como fijara el Concilio de Nicea (325), pero que en esa fecha contaban ya con 10 días de adelanto por el problema indicado arriba. Se suprimieron los diez días sobrantes y se estableció otra norma para los años bisiestos con la intención de impedir más desfases. Nueva distorsión porque las festividades relacionadas con la pascua dependen de la luna y por tanto no son fijas en el calendario solar.
Con el comienzo de la Edad Contemporánea pareció que por un momento triunfaba la razón, así que lo mismo que se creó un sistema de pesos y medidas racional con vocación universal (SMD) se elaboró un calendario con ese mismo criterio (Calendario republicano), aunque con menos éxito. Lo volvió a intentar la revolución soviética, sin más acierto. Hoy, por fin, quiero pensar que sería posible un calendario universal, racional y laico, superando sectarismos y localismos, en consonancia con la globalización, signo de nuestra época.
Ya que no podemos evitar que el tiempo se nos escape de entre las manos, por lo menos deberíamos intentar contarlo bien, con precisión y elegancia.