De verdad, en estas municipales tan divertidas hubiera
votado alguna candidatura popular (algún ‘Ganemos’, ‘Ahora podemos’, ‘Verás como
ganemos’, etc.), aunque solo fuera por ver qué pasaba. Pero a uno le pueden los
prejuicios: todavía menos que en los políticos ‘profesionales’ creo en los amateur. Además mi afición por los
perdedores no tiene límites, así que hice lo de siempre, a saber: votar a la
izquierda confesa, que como se ve nunca varía, siempre cosecha un apoyo
ridículo. Ni siquiera cuando los vientos de la crisis rebajan los humos a la
derecha, porque, invariablemente, aparece algún espabilado que se lleva las
plusvalías del cabreo. Siempre nos quedará el gesto de levantar la barbilla y
decir: no queremos los votos del despecho, a nosotros sólo nos interesa el amor
verdadero. Es mentira pero consuela.
El espectáculo continúa porque ahora vienen las generales, después
(o antes, o a la vez) las catalanas, que, al igual que el Barça es más que un
club, éstas serán más que unas
elecciones; y otras que también pueden ser memorables. Precisamente en Cataluña
una monja benedictina de clausura (Forcades) amenaza con presentarse a la
Generalitat (obviamente las clausuras de ahora no son como las de antes). De
confirmarse sería como poner a Juana de Arco a dirigir la OTAN. Es lo que
tienen las crisis que uno cobra la consciencia a ratos y entonces no sabe dónde
está, ni cuándo.
Probablemente yo seguiré erre que erre haciendo caso omiso
de cantos de sirenas disfrazadas de monjas de clausura (el palo de la Forcades
será gregoriano ¿No? Ahí puede haber una pista) y depositaré mi desconfianza impenitente
en la izquierda confesa de siempre, suponiendo que para entonces queden
suficientes militantes en mi circunscripción susceptibles de ser candidatos.
Como se ve, mi trayectoria política es un hermoso cuento, mejor canto, que
siempre hay malpensados, canto de lealtad. También es verdad que ellos, a su
vez, jamás me traicionaron y nunca, nunca me hicieron la faena de ganar allí donde
yo votaba. Hasta tal punto es así que, puesto que había que hacerlo en algún
sitio para justificarse, esta vez han tenido el detalle de irse a Zamora (Si me
queréis, irse, les dije, o pensé que les decía, acordándome de la Lola). Do ut des.
1 comentario:
Excelente declaración..."impenitente"...
Saludos
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