13 jun 2015

Erre que erre

De niño me daba risa cada vez que oía aquella hipérbole evangélica  recriminando a los que «ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio». Trataba de imaginar a alguien realmente con una viga en un ojo y me ganaba la hilaridad. Ya no me río porque cada día me encuentro con algún caso tal cual lo dicen las Escrituras. La estrambótica exageración no es del redactor evangélico sino de la vida, que nos regala o castiga a diario con esperpentos del estilo. El desparpajo con que muchos ven los problemas de los demás y, llenos de buena voluntad y una desvergüenza olímpica, aconsejan soluciones, situándose a si mismos fuera del escenario como si fueran cuerpos etéreos, sin nada que ver con este mundo salvo para lo que venga en su beneficio, es para mí un misterio que me tiene embobado. Quizás sea una cualidad de ciertas clases o individuos singulares cuya condición e idiosincrasia no se me alcanzan. La capacidad de análisis tiene su límite en cada mente y en la mía este asunto queda al otro lado.


Los gobernadores del Banco de España tienen una brillante trayectoria en este sentido; el actual, lo ha bordado, superando casi al anterior en bocazas, esperemos que no en incompetencia (no conozco bien la historia financiera de este país pero la debacle de las cajas debe ser la catástrofe estrella, amén de esperpéntica). Cotejemos estas dos noticias de la prensa de anteayer:
Luis Linde, gobernador del Banco de España, cree necesaria en España una nueva reforma laboral, subidas de impuestos que permitan recaudar más por IVA, impuestos especiales y medioambientales y recortes de gasto para reducir el déficit. (El País).
El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, que hace apenas dos meses culpaba a las altas subidas salariares de la destrucción de empleo, percibió un salario bruto de 176.060 euros por el desempeño de sus funciones durante el ejercicio 2014, lo que supone un 5,8% más respecto al ejercicio precedente, según consta en el informe anual de la institución. (Infolibre).
Genial. La viga del ojo del tal Luis María debe ser del tamaño de las que sostienen el Golden Gate. La falta de vergüenza, inexplicable. No voy a recomendarle que se lea los evangelios porque lo mismo se los sabe de memoria, los cuatro, estas cosas pasan,  pero si le aconsejo que se lo haga mirar. Seguro que tiene algún conocido experto que ni siquiera le cobra, lo digo por si no lo cubre la seguridad social.

Post scriptum: al leer de nuevo todo lo anterior para corregir o publicar me doy cuenta de que he caído en la inclinación izquierdista de medicalizar el vicio y, un paso más, el delito, como seguramente diría el interfecto si estuviéramos hablando de otro. La verdad no sé si el gobernador necesita un remedio o un correctivo. En cualquier caso lo que sí tenemos aseguradas son el cabreo y la frustración. La vida sigue erre que erre.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

No se puede explicar mejor...

Saludos