Una pirámide
de población es una gráfica en la que se representa la estructura de la
población por grupos de edad y sexo y debe su nombre a que en las sociedades de antiguo
régimen demográfico la gráfica resultante da un perfil piramidal: base ancha
(fuerte natalidad) y cúspide aguda (alta mortalidad con baja esperanza de
vida). Hasta tiempos recientes todas las sociedades eran así y aún hoy lo son
las menos desarrolladas; lo único que tiene perfecto esa situación es la figura
geométrica que genera su representación. Se necesita ser un platónico
recalcitrante o, quizás, un ignorante impenitente para confundir la perfección
de la figura con lo bueno para la sociedad. Sin embargo en el real decreto que pone en
marcha el Comisionado del Gobierno frente
al Reto Demográfico, el objetivo de la novedosa institución, según se
especifica, resulta ser el ‘reequilibrio de la pirámide poblacional’.
Las pirámides poblacionales en los países desarrollados
vienen evolucionando en conjunto de forma que se estrecha la base por una
contracción de la natalidad y se reduce el brusco adelgazamiento en edades altas por el aumento de la esperanza de vida. En situaciones avanzadas la
pirámide se ha transformado o está en vías de transformarse en algo más
parecido a un pilar. ¿Es esto bueno o malo? Se trata de un dato científico,
demográfico, y por tanto no se le pueden aplicar tales categorías. Lo que sí
podemos decir es que revela desarrollo (mayor nivel de vida, liberación
femenina, paternidad más responsable...) y efectos del Estado del bienestar
(sanidad generalizada, protección de la vejez...). Las sociedades que aún
tienen pirámides perfectamente estables se darían con un canto en los dientes
por un poco de desequilibrio, por lo que eso significaría
El problema no es demográfico, como han señalado reiteradamente
doctos en la materia[1], sino de
distribución de los recursos. Es evidente que cambios demográficos requieren
actuaciones políticas, pero no para que la pirámide se quede quieta, sino para
atender las nuevas necesidades derivadas del movimiento, que es progreso.
También es evidente que políticos conservadores sólo sepan reaccionar con
perplejidad y torpeza ante los cambios. No es lo suyo.
Así pues, dada la escasa comprensión que el gobierno muestra
hacia el fenómeno demográfico, es de temer que el nuevo artilugio institucional
puesto en escena sirva más bien para diseñar políticas sobre familia,
pensiones, sexualidad, etc., etc., más inspiradas por la confesionalidad e
ideología reaccionaria de sus componentes que por una clara visualización de
los problemas; muestras más que preocupantes ya existen.
Llegados a este punto el ínclito periodista Miguel Ángel
Aguilar diría ¡Atentos! Pues eso.
1 comentario:
Gran artículo...
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