6 dic 2010

Privilegiados

La etimología del vocablo privilegio es transparente: priuilegium, ley privada o particular. En tiempos históricos, en que se tenía asumida la bondad y necesidad de la desigualdad, los privilegiados constituían un estamento que gozaba de preeminencia social, exenciones fiscales y multitud de prebendas legales. La revolución burguesa estableció y difundió el principio, entonces subversivo, de la igualdad ante la ley, expresado en todas las declaraciones de derechos, de las que la última y más universal es la de las Naciones Unidas. La revolución proletaria, que pareció triunfar a partir de 1917, quiso establecer el principio de la igualdad económica. Aunque fracasó, en el ideario democrático quedó grabada la idea de que una cierta nivelación económica es imprescindible para que el poder no escape de las manos de los ciudadanos. Desde finales del XVIII el progreso social y político parece haber ido paralelo a la lucha por la supresión de los privilegios de todo tipo, sociales, políticos, económico...

Curiosamente la revolución que dio origen a esta transformación comenzó con una revuelta de los privilegiados, temerosos de perder algunas de sus prerrogativas, ante el callejón sin salida a que había avocado el caos fiscal. El suceso no se limita sólo a la Francia de 1789, los historiadores han considerado que, en una tipología de las revoluciones, la revuelta de los privilegiados es siempre el primer episodio. Así pues, la penosa situación del común, el hambre, el ninguneo de sus derechos, la explotación y el despotismo, parecen ser más soportables que la pérdida de inmunidades, prebendas y ventajas de unos pocos privilegiados.

La sociedad actual no es comparable a la de finales del XVIII. El principio de igualdad ante la ley no lo discute nadie y, si bien la igualdad económica no encaja en la mentalidad liberal y el sistema capitalista dominantes, al menos se reconoce el derecho a una igualdad de oportunidades con todo lo que eso implica. Sin embargo, en las rendijas del sistema de libertades, se forman grupos que por su posición estratégica obtienen ventajas laborales, económicas, etc., que, paulatinamente se van convirtiendo en derechos adquiridos, en privilegios. Lo curioso de la situación es que cuando toda la sociedad, con admirable unanimidad, como se ha visto en el caso de los controladores aéreos, entiende que se trata de privilegios injustificados, sus detentadores se aferran a ellos con ferocidad, entendiendo que son poco menos que derechos inalienables. Algunos lo harán por simple cinismo, pero la actitud laboralmente suicida de la mayoría de ellos demuestra que están realmente convencidos de la justeza de su actitud, lo que resulta verdaderamente sorprendente. Parece que hubiera grabado en nuestra conciencia algo que nos hace valorar una posible preeminencia sobre los semejantes como el bien más apetecible, por el que merece la pena sacrificar cualquier otro y que ciega cualquier sentimiento de solidaridad o de equidad y justicia.

Seguramente es un buen tema de reflexión en el día la Constitución, la que mejor, con mas extensión y más profundidad trata los derechos y las libertades, de entre la casi decena que se han redactado y promulgado a lo largo de nuestra historia reciente.

3 comentarios:

jaramos.g dijo...

Amigo ARC: voy a comentar tu artículo, como siempre excelente, apelando a mis canas (que, intuyo, no son cuantitativamente muy diferentes a las tuyas, jeje). Desde hace algunos añitos, me guío por este principio: cuando la mayoría de la gente está de acuerdo en señalar quién es el malo malísimo y quién es el bueno buenísimo, a mí me entran unas dudas existenciales... Eso es lo que me movió a escribir mi modesta reflexión sobre el tema de los controladores en mi blog y a tomar la postura que he tomado. Por cierto, que, para mi disfrute (porque me agrada el diálogo, el debate, la discusión...), se ha discutido la cuestión en los comentarios. Saludos.

Arcadio R.C. dijo...

He leído tu artículo y como habrás supuesto no comparto el contenido aunque reconozco su calidad. Me pasaré por él para dejarte un comentario. Yo he sido muy inclinado al debate también, pero ya no, por eso remoloneo cuando tengo que disentir, prefiero exponer mi opinión en mi blog y punto. Lamento decirte que el argumento de las canas no me impresiona, en ese terreno no admito la derrota, todo lo más un honroso empate. Gracias por tu visita y tu hábil incitación.

jaramos.g dijo...

¿No crees que merece la pena preguntarse si ese viernes era el día más indicado para sacar el decreto? Creo que no lo era, igual que tampoco para el paro "salvaje". Por otra parte, a mí tampoco me gustan los privilegios (creo que tan solo les agradarán a quienes los ostenten en grado máximo, ¿no?, jeje). Saludos.


P.S.: Sobre el gusto por polemizar, en mí es casi una necesidad, porque muy pocas veces lo tengo todo totalmente claro desde el principio ni mi pensamiento es exhaustivo. La discusión me ayuda a conseguirlo. Sobre las canas, seguro que tengo yo menos (pero no por juventud, sino porque mi cabellera... se la ha ido llevando el viento de la vida, ¡ay!, y luce próxima al desnudo mi otrora púdicamente bien abrigada testa.