26 ene 2012

Propiedad intelectual

    Hace ahora dos años, cuando nos empezaba a amenazar la llamada ley Sinde publiqué un post sobre el particular, centrado más bien sobre los libros y la industria editorial, que es lo que a mí me interesa. Hoy la SOPA, la PIPA y la OPEN más el cierre de Megaupload lo ponen de nuevo de actualidad. Reproduzco entero aquel artículo.
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«Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana, e intercambiamos manzanas, entonces tanto tú como yo seguimos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea, e intercambiamos ideas, entonces ambos tenemos dos ideas.» Esta reflexión, que tantas veces le habrán recordado a la ministra González Sinde estos días, se atribuye a Bernard Shaw, un personaje que si realmente fuera autor de todas las frases geniales que se le imputan y hubiera hecho valer derechos de autor sobre ellas se habría convertido en un potentado; pero, es incuestionable lo que pone de manifiesto: que los bienes de naturaleza intelectual son de condición diferente a cualesquiera otros, que no es lo mismo poseer un adosado en la Manga del Mar Menor o unas fanegas de tierra en la campiña cordobesa que tener una idea en la cabeza susceptible de ser expresada de algún modo, ni debería tener las mismas consecuencias jurídicas. J. Watt ideó una máquina de vapor, no la primera en el tiempo (el artefacto se conocía desde la época helenística y en el XVII/XVIII proliferaron los prototipos), pero sí la primera eficiente como generadora de trabajo para la industria fabril y el transporte, y la patentó; el resultado fue que la difusión de tan decisivo avance se retrasó varias décadas, concretamente hasta que decayeron los derechos del inventor. En esa época, además de la máquina de vapor, ya se había inventado el mercado capitalista y se aplicaba también, por qué no, a los bienes de la cultura, pero no siempre había sido así.
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      Qualquier omen, que lo oya, si bien trovar sopiere
puede más y añadir et emendar si quisiere,
ande de mano en mano a quienquier quel’ pidiere,
como pella a las dueñas tómelo quien podiere.

Pues es de buen amor, emprestadlo de grado,
non desmintades su nombre, nin dedes refertado,
non le dedes por dineros vendido nin alquilado,
ca non ha grado, nin graçias, nin buen amor complado.(*)

Estos versos son del Arcipreste de Hita en su Libro del Buen Amor, una de las joyas de la literatura temprana en castellano, y en ellos nos recomienda qué hacer con él: añadirle, enmendarle, prestarlo, darlo, pero no alquilarlo ni comprarlo. El mercado aún no había hecho presa en la literatura pero el arcipreste apostaba por la difusión sin pensar siquiera en remuneración alguna; todavía prevalecía el ingenuo afán medieval por lo colectivo, la ignorancia de lo individual.
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     Con la imprenta aparecieron los primeros intereses empresariales en el libro, pero los escritores se beneficiaron poco. Cualquiera que haya abierto el Quijote o cualquier libro clásico se habrá topado con varias páginas de dedicatorias con las que el autor pagaba o reclamaba (con frecuencia servilmente) el mecenazgo de los poderosos sin cuya generosidad le era imposible vivir de su obra. Con el tiempo y el desarrollo del mercado ganaron en autonomía y libertad, aunque al fin fueron atrapados con grilletes más sutiles: el mercado es otro gran dictador. Con todo, ninguna otra situación pasada se puede decir que fuera mejor, ni para los creadores (que ahora son legión, aunque sólo una mínima fracción de ellos sean los que cubren los estantes de las librerías), ni para los lectores.

Y entonces llegó Internet. Si la imprenta fue una revolución, la informática (Internet) no lo es menos, con el añadido de que los cambios se producen a velocidad de vértigo, si lo comparamos con aquellos tiempos. Pensar que todo puede seguir igual, salvo quizás en el uso del soporte, es una enorme ingenuidad. Lo mismo que la imprenta creó el mercado de los libros Internet podría aniquilarlo o transformarlo radicalmente, situación que nos aboca al vértigo de lo desconocido generando inquietud y ansiedad. Ese es el caldo de cultivo más favorable para cometer estupideces, que es lo que muchos tememos que puede estarle ocurriendo a la ministra de cultura y a sus consejeros.
Yo no tengo la solución al dilema (una pena, porque podría registrarla), pero, como tantos, he entrevisto los horizontes de libertad, de cultura y de cooperación desinteresada que ofrece tentadoramente el invento y no quisiera verlos frustrados por la estúpida pretensión de salvar el mercado, al que me someto a diario, pero que no es mi dios.

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(*) Cualquier hombre que lo oiga, si bien trovar supiese
 puede aquí añadir más, y enmendar si quisiese,
 ande de mano en mano a cualquiera que lo pidiese,
 como pelota [lanzada] a las chicas tómelo quien pudiese.
      Pues es de buen amor, prestadlo de buen grado,
 no le neguéis su nombre ni os hagáis de rogar al darlo,
 no lo deis por dinero, vendido ni alquilado,
 porque no tiene gusto ni gracia, ni [hay] buen amor comprado.

5 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Simplemente GENIAL. No se puede añadir (ni quitar) nada...

Saludos
Mark de Zabaleta

jaramos.g dijo...

Casi siempre que he visto citada la afirmación que encabeza su artículo, me he quedado con las ganas de que quien lo hace extraiga consecuencias de ella y, por lo tanto, efectúe propuestas alternativas acerca del mercadeo cultural y sus peculiaridades. Arcadio, no sé si has echado un vistazo a mi(s) blog(s), donde he posteado sobre el asunto. Salud(os).

Arcadio R.C. dijo...

Gracias MARK. Un saludo afectuoso y agradecido.

JARAMOS. Sí, había leido el tuyo. Incluso te puse un comentario que se perdió porque lo hice en el de siempre, no aprendo. De hecho fue al leer el tuyo cuando se me ocurrió desenterrar este mío de hace dos años. Llevas razón pero es que el asunto no es fácil, porque no es lo mismo el cine que la música o la literatura, y porque es difícil desmontar aquello a lo que estamos acostumbrados. Sin embargo, yo apuntaría que el problema, mas que a los creadores, se les plantea a los que venían comerciando con ellos ¡Pues que se las arreglen con la nueva situación!
Un saludo.

Juliana Luisa dijo...

Lo curioso es que los derechos de autor estén gestionados por unos señores (empresa privada) que nunca han escrito nada. Creo que hay alternativas, pero no interesan a esos señores.
¡Cuántas cosas hay que cambiar!
Un saludo

jaramos.g dijo...

Tus comentarios puede que no salgan, que se pierdan, porque usamos diferentes navegadores. Yo utilizo "chrome".