El dogma de la Trinidad repugna
a la razón. No existe ningún recurso racional que pueda hacerlo entender y
mucho menos justificar o demostrar. Sin embargo, durante siglos, trinitarios y
unitarios se masacraron mutuamente por la prevalencia de sus ideas con el
resultado que todos conocemos. Millones de fieles creen en él a pies juntillas
y otros muchos lo aceptan sin pararse a pensarlo, porque ya algunos más sabios
lo habrán hecho y porque la vida aporta otras preocupaciones perentorias. Con el siglo XXI ya en marcha, el Occidente,
la parte del mundo que exportó a todas los rincones semejante galimatías
pseudofilosófico, lo mantiene como parte de los cimientos de su civilización, a
despecho de la universalización de la ciencia, su obra más honrosa. Asombra
pero es cierto.
Ha hecho la humanidad bandera de
esperpentos ideológicos de toda laya y han sido seguidos con fanatismo por
muchedumbres, que en otros aspectos de sus vidas empleaban la razón de modo
natural, por un mecanismo que aún nos resulta impenetrable. La convivencia
entre el pensamiento mágico y el racional no se entiende desde el uno ni desde
el otro, pero lo cierto es que se manifiesta cotidianamente: alguien puede
invocar a la Stma.Trinidad pidiéndole cordura y sentido común para sus
decisiones, por ejemplo.
En la antigüedad las religiones,
fuentes arcaicas de conocimiento, fueron vivero de dogmas que gestaron
banderías para imponerlos a los que no los compartían. En tiempos modernos la
ciencia las ha sustituido en parte: en los siglos XIX y XX fraguó el mito de la
superioridad de la “raza blanca”, nacido de la errónea observación de la
historia y de hipótesis supuestamente verificadas en el ámbito de la etnología
y la antropología. En realidad sólo eran maneras de enmascarar intereses. Las
catástrofes derivadas de tal dogma han hecho historia, en el peor sentido
posible.
En estos días que corren, castigados
por la crisis más imponente que hemos conocido, pero, a la vez, más absurda -al
menos para los que vinimos al mundo un año que fue llamado, y no por capricho,
“el año del hambre”-, nos
abate la perplejidad por poco que intentemos ver la luz en las opiniones de
unos y de otros. Leo cada día en Krugman, Vicenç Navarro, Juan Torres, el joven
economista y diputado Garzón y tantos otros, invectivas perfectamente
fundamentadas, impecablemente construidas, contra el “dogma” neoliberal. Una
manera de hacer frente a la crisis que la experiencia de situaciones pasadas y
de la actual demuestran que sólo sirve para profundizarla. Justifican este
empecinamiento en actitudes ideológicas, a despecho de la experiencia y del
método científico, no especulativo. Me voy al otro bando, al blog del colectivo “Instituto Juan de Mariana” que
suelo leer a veces por puro masoquismo, que le vamos a hacer, y allí encuentro
toda suerte de calificativos para lo que denominan la secta de Keynes,
descalificaciones de aquellos que cité antes y loas al libre mercado en un
nivel difícil de imaginar.
Quizás el error está en intentar
averiguar en quién está la verdad cuando lo que habría que hacer es indagar
cuales son los intereses subyacentes. Si los identificáramos con claridad y
dado que el entramado político de que nos hemos dotado es aceptablemente
democrático, no debería haber mayores problemas. Y sin embargo, los hay. Ahora
que decaen las religiones hacemos un credo de una teoría, una iglesia de una
escuela académica. El circo sangriento que montaran trinitarios y unitarios se
ha transformado en uno, de otra manera cruento, pero igual de absurdo. El
entendimiento humano sigue enredado entre la magia y la razón, como en los peores
momentos, y nunca dejará de sorprendernos el empecinamiento de tantos en ideas
a todas luces alejadas de la razón y el sentido común, como en aquellos tiempos
en que se debatía si Dios era uno o trino, o ambas cosas a la vez.
3 comentarios:
Un interesante artículo. Sabe tratar este incoherente tema de la austeridad mal diseñada...
Saludos
Mark de Zabaleta
Felicidades, has hilado muy fino con la Santísima Trinidad. Y el que "El entendimiento humano sigue enredado entre la magia y la razón" es una verdad como la copa de un pino. En mis tiempos de actividad siempre me gustaba tener profesores en prácticas en mis aulas de física y quimica, y me gustaba explicarles cómo el pensamiento científico y el religioso, no es que fueran diversos, o independientes, eran claramente incompatibles, y esto había que hacerlo ver a los alumnos mayores. Siempre obtuve la cara de perplejidad y asombro de la mayoría como respuesta.
Sí, las predicciones que son capaces de hacer las "ciencias económicas" son poco más o menos como las predicciones meteorológicas,y su nivel de acierto a siete días vista viene a ser el mismo. Eso sí, siempre nos quedará la fe, ¡recemos porque llueva!
Publicar un comentario