La
mula y el buey no están en los evangelios por eso un papa tan intelectual como
el que disfruta hoy la Iglesia ha decidido retirarlos de la escena. ¿Quién los
puso allí? ¿Por qué no un burro y una vaca? Nada es casual. Además, si han perdurado
durante siglos en las tablas es porque encajaban en el cuadro, un complemento
que cerraba la escena con singular coherencia: ¿Qué mejores acompañantes del
reino animal para una pareja que ha concebido y alumbrado sin usar del sexo que
una mula, inútil para la reproducción por su condición de híbrido, y un buey,
un toro castrado? Hayan sido la intuición popular o la manipulación clerical
los responsables de la coreografía, lo cierto es que el anónimo autor era de
los que no dan puntada sin hilo.
No voy a echar mi cuarto a
espadas por un buey y una mula, pobres animales que dan un poco de grima. Me
interesa, sin embargo, lo que el Papa ha considerado “razonable” conservar, alegando
que es lo verídico y fundamental. Aún así, pasaré por alto el oscuro asunto de
la virginidad de la madre y la concepción por intervención de persona divina, lo
mismo de incoherente, porque forman parte del pensamiento mágico, terreno en el
que no estoy dispuesto a adentrarme. Me centraré en lo mío, en la historia.
De los cuatro evangelios
canónicos sólo el de Mateo y el de Lucas hablan de la Natividad, los dos la
relacionan con el rey Herodes y con Belén y el de Lucas dice: Por aquellos días salió un edicto de Cesar
Augusto para que se empadronara todo el mundo. Éste es el primer censo hecho
siendo Quirino gobernador de Siria. (Luc. 2,1-2)
Hay en el relato datos
rastreables. Hagámoslo.
Sin poner en cuestión la buena
intención de Lucas habría que decir que la historia, la de verdad, registra la
muerte de Herodes para el año 4 a. de C, en cambio Quirino, gobernador de
Siria, no se hace cargo de Judea hasta el 6 d. de C (diez años después), porque
es en esa fecha cuando el reino pasa a ser administrado directamente por Roma.
Ciertamente el gobernador ordenó un censo en su nueva provincia (no Augusto
desde Roma) con fines fiscales. Pero, es ridículo que para eso José tuviera que
desplazarse a Belén, lugar de origen de sus ancestros, según la más que dudosa
genealogía que aporta el evangelista, porque a Roma sólo le interesaban los
vivos y sus propiedades y en Belén no poseía ninguna como demuestra que hubiera
de buscar posada. De haberse censado lo habría hecho en Nazaret. Por supuesto
su esposa, como en toda sociedad patriarcal, no pintaba para nada y no tendría
que haberse puesto en camino, mucho menos si estaba a punto de dar a luz. Para
colmo, la ciudad de Nazaret, en la que residían, no pertenecía a Judea, sino a
Galilea, que tenía otro gobierno y no estaba incluida en los territorios de Quirino,
así que, en todo caso, el dichoso censo no iba con él. Lucas ha utilizado
elementos ciertos pero los ha puesto en relación de manera equivocada componiendo
un relato definitivamente falso.[i]
Mateo también sitúa el
nacimiento en Belén a donde acuden unos magos, guiados por una estrella, a
ofrecerle presentes. Después la familia se marcha a Egipto huyendo de Herodes;
cuando regresan lo hacen a Nazaret por si las moscas. También vale para él el
anacronismo de Herodes, muerto cuatro años antes. Respecto a la estrella basta
decir que hasta época reciente la biografía de cualquier personaje importante,
ya no religioso, se solía adornar con sucesos extraordinarios, entre los que la
aparición de una estrella u otras alteraciones cósmicas son de lo más común.
Los magos podrían ser los embajadores de Partia (los sacerdotes persas se
llamaban “magos”) que acudieron a la inauguración del templo de Jerusalén, pero
para eso Jesús tendría que haber nacido bastante antes y haber muerto a una
edad cercana a la cincuentena, como, por otra parte, sugiere el evangelio de
Juan (Juan 8.57).[ii]
Nada se dice de la fecha del
nacimiento. Es obvio que para los primeros cristianos los detalles de la muerte
de Jesús eran más importantes que su nacimiento, y no hay constancia de que
éste se celebrara en ninguna comunidad. De hecho, fue en el siglo IV, hacia el
354, cuando el papa Liberio fijó arbitrariamente la fecha de la celebración de
la Navidad en el 25 de diciembre para oponerse expresamente a la adoración
pagana del Sol Invicto (el solsticio de invierno es el momento en que el sol
comienza de nuevo a ascender en el horizonte de mediodía) y sustituirlo por la
veneración del “verdadero Sol” que es Jesucristo.[iii]
Visto lo cual parece que ni
siquiera lo que cuenta el evangelio es lo verídico. Siendo condescendientes
podríamos convenir que no es más que un relato metafórico que sugiere una “verdad”
inaprensible por la historia y la experiencia humana, con lo cual ya estamos de
nuevo en el terreno de la magia… y ahí no entramos. Sólo pedimos que se juegue
limpio y que no se nos cuente como algo real a lo que hay que quitar algún
aditamento espurio.
1 comentario:
Un gran artículo, que aporta coherencia en la interpretación de muchos de los escritos "oficiales"...
Feliz Navidad
Mark de Zabaleta
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