Se suele achacar a la presencia asfixiante de la Inquisición
la falta de pensamiento científico y aún de pensamiento crítico en general en
la España de hace unos siglos. Pero tal idea tiene todo el aspecto de autojustificación
endeble o de mentira piadosa. Más bien, la anómala supervivencia del tribunal
del “Santo Oficio” en nuestro solar (hasta bien entrado el S. XIX) se podría
explicar por la falta o inconsistencia de un pensamiento racional generalizado
en las élites, para lo que, a su vez, habría que buscar condicionantes
socioeconómicos en nuestro peculiar devenir histórico. Sea como sea, lo cierto
es que mientras en otros rincones de Europa la Ilustración rompía con los
esquemas tradicionales de pensamiento, en nuestro país apenas si se intentaba
cierta lucha contra las supersticiones más burdas o se pretendía difundir la
enseñanza de algunas ciencias útiles. Todo eso sin poner jamás en cuestión los
fundamentos ideológicos (filosófico-religiosos) ni, por supuesto, políticosociales
del sistema. Un Voltaire o un barón de Holbach no hubieran tenido lugar entre
nosotros, no ya porque los poderes religioso-políticos los hubieran acallado, sino
porque ni siquiera hubieran nacido o prosperado en un caldo de cultivo tan poco
estimulante.
29 jul 2013
1 jul 2013
Zapatero a tus zapatos
Las clases sólo se
diferencian por el nivel de la renta y no deben comportarse como compartimentos
estancos; sin embargo, la convivencia de modelos crea situaciones poco claras.
En el XIX la coexistencia de los antiguos estamentos con las clases modernas
era la norma. La novela de la época (Balzac, Proust) aporta testimonios
excelentes, mientras que la persistencia de la esclavitud o de minorías étnicas
(gitanos) proporciona otro sobre la anormal persistencia de castas. Las
mentalidades reflejan esta mezcla con una confusión de valores. Siempre el
ascenso social tuvo mala imagen y se identificó con el arribismo y con
comportamientos asociales.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)