27 feb 2017

Un presente 'líquido'

S. Dalí, La persistencia de la memoria

Existe la sensación generalizada de que vivimos un momento crítico. Por supuesto, en lo que no hay acuerdo frente a la encrucijada es en qué hay que desechar y hacia dónde queremos ir. Unos ven progreso donde otros sólo atisban retrocesos, éstos amenazas donde aquellos esperanzas. Pero el futuro, como siempre, será ecléctico, no dará la razón a nadie pero tampoco a nadie se la quitará por completo, de modo que el mundo que vivan nuestros hijos o nietos difícilmente habrá sido imaginado. Todo lo que podemos hacer al respecto es analizar el presente, cómo es y cómo se gestó, para, sobre esa base, proyectar utopías o distopías, según nuestro carácter o estado de ánimo. En el pasado hubo muchos profetas pero todos eran falsos, los predictores modernos, que presumen de utilizar métodos científicos, no son mucho más fiables; y sin embargo, lo que hacemos en el presente depende en gran medida de cómo imaginamos el futuro, aunque esta imagen del porvenir se alimenta y conforma con el presente. Un círculo vicioso que buscamos romper, los que amamos la historia, explorando el pasado.


En el siglo XVII, una vez que la exploración cedió ante la explotación de los inmensos espacios recién descubiertos, se desató una actividad febril por el comercio. El capitalismo que apuntaba desde la Edad Media eclosionó brutalmente con la explotación de los nuevos mercados. Los historiadores de la economía llaman a este periodo mercantilismo. Todo consistía en proteger los mercados propios, las rutas y los medios de transporte para conseguir el máximo beneficio. Para ello se necesitaban estados poderosos que pudieran lograrlo con cualquier medio frente a los competidores. Los monarcas autoritarios surgidos de las luchas medievales estaban en las mejores condiciones para afrontar la nueva situación; tenían los medios (jurídicos y militares) y el estímulo (una feroz codicia labrada en los trabajos de su gestación). El primer capitalismo consolidó a las monarquías absolutas que campearon Europa hasta finales del XVIII. La excepción fue Inglaterra y Holanda donde las expectativas de negocio atrajo a la nobleza que no tuvo reparo en aburguesarse (en la tierras frías y húmedas del NO una pobre agricultura sólo podía sustentar una pobre nobleza, que busco otros medios para redondear sus patrimonios), lo que unido al fracaso previo del autoritarismo monárquico, creó una situación diferente: el aparente atraso se reveló ventaja para alumbrar el moderno Estado liberal.

El sistema, sin embargo, portaba contradicciones importantes que comenzaron a estallar a finales del XVIII: el despilfarro astronómico de la corte, componente esencial en la ira popular que lanzó la revolución en Francia; los gastos inmensos de las guerras coloniales, destinadas a proteger o ampliar sus espacios comerciales, chispa que encendió la mecha en la independencia y revolución americana; el desarrollo de la industria, que se prohibía en las colonias y se estimulaba en la metrópoli para apropiarse el valor añadido y que produjo concentraciones obreras en las ciudades. Estos y otros elementos anunciaban otro mundo: la industrialización del NO de Europa; la libertad de mercado para mercaderías y trabajo; liberalismo político con sujeción al derecho (constituciones), elecciones y división de poderes.

En poco tiempo la industria que se había desarrollado como subproducto del mercantilismo se convirtió en la actividad hegemónica: el capitalismo mercantil, base de los primeros regímenes burgueses con sufragio restringido, se transmutó en capitalismo industrial, que, enseguida, comenzó a ensayar modos democráticos. La burguesía propietaria y los obreros industriales son las dos clases antagónicas que protagonizan la agitación políticosocial del XIX y principios del XX. Pero el antagonismo de clase no ocultaba su complementariedad, lo que condujo inexorablemente a un acuerdo tácito, a veces explícito (socialdemocracia, liberalismo social, Estado del bienestar), que es responsable de la universalización de los valores democráticos y la estabilidad y fortaleza de los regímenes con esa configuración. Los experimentos obreros, sin burguesía, tras la revolución de 1917, han resultado frustrantes y su permanencia no alcanzó el siglo.

El capitalismo industrial tampoco había venido para quedarse. Nunca han cesado de aparecer contradicciones nuevas conforme desaparecían o estallaban las antiguas creando situaciones novedosas. Los “tiempos líquidos”, que Bauman me perdone, no son una característica de la contemporaneidad sino de la sociedad humana. El caso es que la acumulación originaria de capital para el inicio de la industrialización la aportó básicamente la actividad mercantil pero conforme la industria crecía y los procesos de producción se complicaban y encarecían el problema de la financiación se agudizó. Los instrumentos e instituciones financieras se desarrollaron, sofisticaron y empoderaron hasta lo inimaginable; al fin, de servidores que fueron en el inicio, se convirtieron en amos. El capitalismo industrial había muerto para dejar lugar al capitalismo financiero. Nueva etapa, nuevas condiciones, nuevos modos.

Nuevas condiciones forzadas por la globalización, la hegemonía financiera y la nueva revolución tecnológica, que están dislocando lo que parecía más estable: el dominio económico de Occidente o la estructura y los valores de clase. Como estamos en plena tormenta, no atisbamos el paisaje que vendrá con la calma, pero es claro que tendrá otros modos, sin duda inéditos, distintos de los que nos son familiares. De ahí la esperanza de unos, el temor de otros y, así debería ser, la inquietud de todos.


2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Muy buen artículo...

efurom1 dijo...

Hola Arco: El dominio económico y los valores de "Occidente" (la Europa de finales del siglo XIX y principios del siglo XX) fue sustituido después por el dominio económico del "otro" Occidente (EEUU). Parece que China está presta ahora a sustituir a EEUU. Lo que no tengo muy claro es si China defenderá los valores de Occidente, los de Oriente o una mezcla de ambos: Hace unos días Trump hablaba de proteccionismo y Xi Jinping de las "virtudes de la globalización"...
Saludos.