Dicen los diccionarios que politiquear es hacer política con
superficialidad o en beneficio propio, y también hacer política de intrigas y
bajezas. Eso es lo que nos harta, el polítiqueo, no la política. La tentación
es fuerte y podríamos decir que pocos, muy pocos políticos, se han mantenido
siempre ajenos a las tácticas y estratagemas del polítiqueo; la carne es débil.
Es decepcionante en cualquier caso, pero resulta insoportable cuando es la
regla y la excepción la política. En esas estamos. Extraer un gramo de política
de un océano de politiqueo es tarea ardua, pero es lo que nos toca cada vez que
intentamos un análisis honesto de las acciones e intenciones del mundo de la
cosa pública.
24 jun 2017
11 jun 2017
Democracia, emoción y racionalidad
En la toma de decisiones de todos los individuos la
racionalidad juega un papel más bien modesto, son las emociones las que nos
impulsan. A posteriori tratamos luego de justificar lo hecho con toda suerte de
argumentos racionales, tanto más sofisticados y ajustados a la cuestión cuanto
más nos las demos de intelectuales y racionalistas. El resultado podemos situarlo
después como causa de la acción sin que se nos mueva un músculo de la cara. En
realidad la razón lo que tiene es prestigio (nos definimos como animales
racionales), pero, en la práctica, mucho más éxito como coartada que como motor
o guía efectiva. Por eso hay tanta distancia entre predicar y dar trigo, tantas
grietas en eso que llamamos coherencia, o sea, concordancia entre el discurso,
interno o externo, y el camino que realmente transitamos. Casi todo el esfuerzo
intelectual se nos va en disimular distancias y encubrir grietas.
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