Vivir para ver. La derecha económica nos mete en una crisis cuyo fin es todavía un misterio y las opiniones públicas de toda Europa castigan a la izquierda política debilitándola en todas partes, dificultándole, de paso, una reforma de las estructuras económicas, suponiendo que tuviera las ideas y la intención, que es mucho suponer.
Hace algunos meses escribía Daniel Innerarity en El País, sobre los resultados electorales de las últimas europeas, tratando de hallar las claves de lo que parece un contrasentido y sobre el que yo mismo escribí también en este blog en su momento, aunque con menos fortuna. Posiblemente nunca encontraremos una explicación suficiente sobre la debacle de la izquierda si nos centramos en los comportamientos de los partidos en liza. Como sugiere el articulista, existe una cultura de izquierdas y una cultura de derechas, en las que se inscriben los electores independientemente de su voluntad o decisión de votar a un partido concreto en una situación determinada. La izquierda tiende a agrandar el papel de la política, la derecha a minimizarlo. Pero la politización, en el buen sentido, que es básicamente ocupación de la izquierda, requiere ideas, y si no existen todo queda reducido a la gestión más o menos eficiente de lo que ya hay, que ha sido siempre el papel de la derecha. No se necesita tener mucha inteligencia o ser un estudioso del tema para percatarse de la carencia de ideas y de proyectos, del erial en que se ha convertido la izquierda política, después de encajar la derrota infligida por el neoconservadurismo desde los años 80 y, consecuentemente con esa aceptación, la mimetización con sus oponentes y el difuminado de los perfiles propios. En lógico reflejo, la izquierda sociológica se retrae y enflaquece, y, en parte, opta por la oferta de la derecha, puesto que, al parecer, sólo se trata de gestionar. Es la consecuencia lógica del abandono de la política.
La frustración ante la falta de adecuación entre las ideas y la realidad, continúa Innerarity, genera melancolía, que es el vicio en que cae inexorablemente la izquierda, produciendo parálisis y desafección. La negación de la política desde el ejercicio de la política conduce al cinismo, que es el vicio de la derecha; pero éste aporta mejores condiciones para la propia supervivencia, que, al fin y a la postre, es lo que importa.
Estos días unos y otros nos están dando un sublime recital cada uno en su especialidad: el gobierno socialista ha sustituido las ideas por los balbuceos y aleja cada día más a la ciudadanía de un horizonte mínimamente identificable como de izquierdas; la oposición de derechas afronta la corrupción con un desparpajo que produce vergüenza ajena y critica la política económica del gobierno sin ni siquiera esbozar la suya propia.
Como la melancolía tiene efectos duraderos y en cambio el cinismo produce una sensación de fortaleza inamovible, la adivinación del futuro próximo está al alcance de cualquiera.
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