No hay mal que por bien no venga. Eso hemos oído desde niños para consolarnos de alguna desgracia, y lo cierto es que de cualquier desventura siempre es posible sacar enseñanzas de provecho, más porque es el momento en que estamos dispuestos a rectificar, analizando las causas del tropezón y explorando nuevos caminos. La traumática experiencia de la crisis debería tener ese efecto.
La ola neoliberal procedente del Atlántico anglosajón, que inundó a Europa y al mundo desde las postrimerías del siglo pasado ha sido el marco en el que ha germinado la recesión. Ella aportó los nutrientes a esta mala hierba que asfixia a Europa sin excepción, pero con más saña a las economías más débiles. El FMI, concreción orgánica y punta de lanza del neoliberalismo, se permite, no ya amenazar, sino plantar sus reales en economías europeas (con la maliciosa y bobalicona inspiración de la poderosa Alemania, en manos de un gobierno de la misma cuerda). Si pasamos revista a la situación política de Europa nos encontramos con que salvo alguna excepción (Grecia, España…) todos los gobiernos son de derechas, más próximos a las tesis del neoliberalismo que a ninguna otra. La gestión de la crisis, por tanto, se está haciendo con sus instrumentos ideológicos y técnicos. No es que no haya otras alternativas, es que no hay poderes capaces de, o dispuestos a aplicarlas. Emplear políticas contracorriente es el privilegio de países poderosos, no es el caso de Grecia ni de España, aunque sus gobiernos estuvieran convencidos de la bondad de tal actitud, que tampoco parece ser la cuestión. Las crisis pueden verse como el fracaso de aspectos más o menos importantes del sistema en curso, pero también como instrumento de consolidación del capital; de hecho no se está produciendo una retirada de posiciones por su parte (en este caso, del capital financiero) sino un mayor acoso a los Estados y a sus instrumentos de financiación, caso griego y español.
Cada europeo tiene in mente una Europa diferente, pero si algo la ha definido frente al resto del mundo, si algo ha sido envidiado por sus excelentes resultados, han sido las políticas que con mucho gasto público, altos impuestos y concertación social avalada por los legislativos, ha logrado el mejor nivel de vida y de bienestar social, conocidos en el Mundo. Mientras el modelo así logrado sirvió para desarmar de argumentos, ante propios y extraños, al mundo tras el telón, ni USA ni nadie lo puso en cuestión; pero, tan pronto como la URSS se desmoronó (incapaz de seguir ofreciendo una utopía que en buena medida Europa la vivía con libertad y democracia), su bondad pasó a ser ineficiencia, despilfarro, reglamentismo, perversión recaudatoria, y, otra vez la manida moda retro de la libertad del mercado empezó a desmantelar una por una (primero Inglaterra, después Suecia…) las más altas torres del Estado del bienestar, que había sido el horizonte utópico en el que nos embarcamos millones de europeos. Hoy las recetas para salir (dicen) de la crisis son justo lo contrario de aquello que construyó a la Europa que nos deslumbró, de modo que lo que queda de aquel modelo amenaza ruina inminente.
¿Qué Europa queremos? La que nos han robado, diría yo. ¿Quiénes? Más útil que buscar a los cacos sería saber por qué lo hemos permitido; cómo es que caímos fascinados ante la quincallería que nos ofrecían los mercaderes; cómo es que elegimos para que nos gobernaran a los testaferros que nos ofrecían mientras nos embaucaban con sus baratijas; cómo es que nos dejamos aturdir con su palabrería de charlatanes de feria antigua.
En cada país hay un gobierno, cada gobierno lo es por unas elecciones libres, los partidos, los sindicatos y las demás instituciones de la democracia siguen existiendo, nosotros seguimos conservando el derecho al voto, la capacidad de movilización, la libertad de ciudadanos. Bastaría con utilizar todo el arsenal en la dirección correcta. No hay milagros… ni desgracia que no nos hayamos construido pasito a paso. Europa sería otra si los gobiernos de cada país fueran otros, con independencia de que estén mejor o peor diseñadas las instituciones europeas. De todos nosotros depende que se consume o no el nuevo rapto de Europa.
¡Ojo! el dios de estos tiempos viene disfrazado de banquero.
5 comentarios:
Siempre digo lo mismo, pero no importa (creo): excelente artículo. ¡Estoy aprendiendo tanto! Y, si me permites, reitero la pregunta "del millón" (así la renombraste), a propósito de esta frase que extraigo del final de tu exposición: "Europa sería otra si los gobiernos de cada país fueran otros, con independencia de que estén mejor o peor diseñadas las instituciones europeas". Si fueran otros: ¿con qué características, diferentes de las que definen a los existentes?, ¿con qué línea ideológica?, ¿con qué perfil de gestión? Etc. Saludos.
pretty cool stuff here thank you!!!!!!!
Revoloteando llegué hasta aquí y he de decir que ha sido muy grato encontrarte, tienes un blog maravilloso, enhorabuena !!
Lo enlazo para volver a visitarte..
Un Besoteeee
Sgroya
JARAMOS. En este artículo pretendía hacer ver que las fallas o derivas en el funcionamiento de la UE y sus instituciones tienen explicación en la ideología de los gobiernos miembros y, como son todos democracias, en nuestras manos está el cambiarlos.
No pretenderás que en un comentario conteste cumplidamente a tu pregunta, pero puedo decirte que a mí me parece que hay un dominio excesivo de gobiernos conservadores y, coyunturalmente, una gran ramplonería en sus mandatarios, que contrasta con otros momentos más brillantes de la Unión.
Un abrazo
SGROYA. Un revoloteo afortunado para mí. Visité tu blog que me encantó y me coloqué como seguidor.
Saludos.
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