Con la brutal subida de las tarifas de la electricidad se nos ha hecho la luz. No se trata de que las eléctricas sean empresas voraces que nos esquilman a poco que nos descuidemos –que también–; se trata de una mala política o de una falta de constancia en las políticas, porque nunca existió un plan energético, sino sólo un improvisar soluciones ante los problemas que van surgiendo o, a lo más, golpes de efecto, como el bloqueo a las nucleares (decisión de un gobierno PSOE).
Cuando, tiempo después, se pretendió liberalizar el mercado de la energía se entendió que el coste del kw en España era demasiado alto para los bolsillos de los ciudadanos por lo que el gobierno decidió asumir parte de la factura (decisión de un gobierno PP). Desde entonces los presupuestos han cargado con una porción del coste de nuestro consumo eléctrico, que ha ido creciendo conforme se desarrollaban las fuentes energéticas renovables. Hemos podido presumir de ser un país puntero en la instalación de estos métodos, pero no se han explicado los costes de diverso tipo que estábamos pagando por ello. El caso es que todas las fuentes de energía alternativas son más caras que la hidroeléctrica y que la nuclear, hasta el punto de que el coste de la solar fotovoltaica ¡multiplica por 30! el de la hidroeléctrica –si en una central hidroeléctrica el kw sale a 3€, en una solar saldría a 90€–, el de la eólica es segundo en el ranquin, por encima de las térmicas de ciclo combinado y, por supuesto de las nucleares. Podemos decidir –estamos en nuestro derecho, y quizá sea nuestra obligación– pagar más cara la energía porque valoramos más la limpieza del planeta que nuestro mezquino interés, pero entonces no deberíamos comprar a Francia energía producida en centrales nucleares; tampoco deberíamos seguir utilizando nuestro carbón –con altos contenidos de mercurio, aparte el CO2– de carísima extracción y bajísima capacidad calorífica, sólo porque carecemos de una alternativa para las cuencas mineras, problema que se arrastra desde hace muchas décadas.
Claro, mientras éramos ricos ¿quién iba reparar en gastos? Los presupuestos podían con todo y nosotros, como la electricidad era barata, venga a instalar vitrocerámicas, aire acondicionado y demás juguetes domésticos. Tirar la casa por la ventana tan pronto teníamos casa ha sido el deporte nacional ¿por qué íbamos a contenernos aquí? Pero, súbitamente, hemos comprobado que volvemos a ser pobres, y el gobierno decide que cada palo aguante su vela porque necesita descargar el déficit, que si no no nos prestan; así que, aumenta ese 10% para, al menos, ir acercándose a los costes reales y a la real liberalización del mercado energético. A buenas horas mangas verdes ¿Podrán hoy soportarlo las pequeñas empresas y la multitud de hogares azotados por el paro?
No sé si es buena tanta liberalización, no sé si debe seguir el bloqueo a las nucleares, no sé qué solución dar al problema del carbón, ni sé a qué dedica su tiempo el ministro de industria… Lo que sí sé es que en democracia la transparencia es imprescindible, y, sobre todo, sé que sin un plan energético consensuado o, por lo menos, ampliamente debatido, no vamos a ninguna parte. Siempre es tiempo de utopías pero a la vez hay que cuidar que no nos aplaste la realidad.
4 comentarios:
"Siempre es tiempo de utopías, pero a la vez hay que cuidar que no nos aplaste la realidad". A propósito del giro copernicano dado por ZP al aplicar las "medidas" económicas dictadas por Europa, vengo oyendo y leyendo últimamente,con mucha frecuencia, que el tiempo de las ideologías ya ha pasado y la "realidad" se impone. Supongo que se entiende por "realidad" el sistema imperante, el pensamiento liberal capitalista, a cuya ortodoxia se ha de plegar todo bicho viviente. No es, pues, que no operen las ideologías, sino que opera una de forma dominante. En tal sentido, sospecho que vamos para atrás, pues no solo ha cobrado fuerza y vigor ese pensamiento, ese sistema, sino que se toma como "el único", o sea, como "la realidad". Excelente artículo, amigo ARC.
Coincido contigo jaramos.g en que el artículo de ARC está bien documentado y es solvente. Pero la interpretación que le dan a la palabra "realidad" creo que va por el sentido de ¡no hacer más experimentos! Siempre se ha dicho que los experimentos se hacen con pepsicola. Y llega ZP y mete a un país entero en tecnologías experimentales de generación eléctrica, con su visión ecologista-infantiloide de los tiempos hippies, sin pensar en las tremendas consecuencias que ello conlleva. Las renovables no solo son caras en su explotación, sino que además tienen periodos de vida útil muy inferiores. Las placas solares van perdiendo rendimiento con los años. No solo las pagamos a precio de oro, a cambio de una miserearía de electricidad que apenas compensa la energía empleada en su fabricación, sino que además en 25 años habrá que tirarlas a la basura. Una nuclear moderna tiene 60 años de vida útil. Bueno está que se invierta en tecnologías más cercanas a la "realidad comercial” como la eólica, pero lo de las fotovoltaicas es un despropósito absoluto.
A mi lo que me parece infantil es regalar al flujo inconsciente de las privatizaciones empresas que deberían estar controladas por la ciudadanía.
Y que, puestos a hablar de gastos y ahorros, me gustaría mucho ver en que se gastan los dineros las compañías suministradoras.
Y que el gasto de electricidad podríamos cargarselo al ministerio de defensa, p.e.
Entonces no se quejaría nadie.
¿ Alguien se acuerda de cuando se tiraban los barriles de residuos nucleares al mar, en barriles ?
Mi impresión es que la UE está atravesando una situación tan crítica (crisis económica, refugiados, Grecia, Ucrania...) que no se ha querido abrir un nuevo frente, aún a riesgo de salir debilitada. Aparentemente, Cameron ha salido "victorioso" de este envite, pero ya veremos qué pasa el 23-J. Espero que no se lleve una desagradable sorpresa.
Un abrazo.
Publicar un comentario