No está en nuestras manos
cambiar las leyes físicas que rigen el Mundo, bastante hacemos con intentar
conocerlas y comprenderlas. En eso estamos. Los humanos además de estar
inmersos en este marco físico somos seres sociales y culturales; es decir,
necesitamos cooperar para algo más que la procreación y la crianza, y el
resultado de nuestras experiencias vitales, individuales y colectivas, se
acumulan formando un acervo cultural que se transmite de generación en
generación, transformando nuestro modo de vida y a nosotros mismos. Tenemos
historia.
En las relaciones de
cooperación/competencia entre individuos y entre grupos y con el medio del que
obtenemos recursos se establecen hábitos que se transforman en normas que las
regulan. Sin embargo, estas leyes no son como las del mundo físico, son
contingentes y heterogéneas, son históricas, es decir, dependen de infinidad de
variables que se alteran y cambian en su relación mutua (por algo son sociales)
y con el paso del tiempo (por algo son históricas); muy particularmente son
deudoras de las relaciones de poder entre sectores de la sociedad. Esto es la
economía.
La obtención de recursos
requiere unas relaciones de trabajo que han sido históricamente diferentes (esclavitud,
servidumbre, capitalismo) y se han relevado unas a otras en función de la
tecnología disponible y otras variables. Sin embargo, este movimiento no está
predeterminado. Seamos o no conscientes de su existencia y condición puede ser
alterado desde la voluntad política forzando un cambio en las relaciones de
poder que, a su vez, imponga nuevas normas. A esto llamamos revolución.
Así pues, la economía es la obra
del hombre, que no está sometido de manera inevitable nada más que a las leyes
físicas. La dinámica de los fenómenos sociales, incluida la economía, se nos
presenta como caótica por su impredecibilidad, consecuencia de la multitud de
factores que la condicionan. Una de ellos, y no el menor, es la voluntad de los
individuos, emanada a su vez de un haz incontable de causalidades. Pero, por
ser obra humana, es posible modificarla, detenerla, redirigirla… Lo único que
puede impedirlo es la falta de un consenso suficiente. La ideología, que nos da
una explicación del mundo y nos proporciona modelos para el futuro, se revela
así como decisiva. Cuando las dificultades económicas se generalizan por efecto
de la crisis y la ansiedad por el cambio empieza a generalizarse, todavía es
necesario que en el interior de cada cual logremos separar las pulsiones que obedecen
a nuestros intereses genuinos de aquellas que proceden de la ideología, asumida,
aprendida por imitación de grupos hegemónicos, de los que irradiaba con el
marchamo de validez universal aunque, en realidad, su utilidad se limitaba a la
élite.
Es obvio que la ideología nace
de los intereses; pero, en los sectores sociales no exitosos se produce un
efecto de imitación de los modelos mentales de aquellos otros que sí triunfaron[i].
De esta manera contribuyen a la permanencia de un sistema que funciona en
contra de sus propias necesidades. Sólo es posible desprenderse de tal rémora
cuando la crisis profundiza y se alarga más de lo habitual, haciendo
intolerable lo que antes parecía sólo inconveniente. Aún así, el malestar que
genera la evidencia de la explotación puede quedar sólo en agitación, algaradas
y frustración si no existen proyectos alternativos que una minoría consciente y
organizada haya elaborado previamente, y si esa minoría no alcanza la
credibilidad suficiente para impulsar y liderar. Ese fue el papel histórico de
las organizaciones de la izquierda.
Podríamos concluir que: 1) las
leyes de la economía que rigen la obtención de recursos, su aprovechamiento y
reparto son perfectamente alterables en la proporción y sentido que deseemos;
2) que la voluntad de cambio se genera y
se altera en una amalgama de intereses y de girones de ideología de turbio
origen y difícil discriminación; 3) que la espontaneidad revolucionaria encuentra
fácilmente el camino del caos a menos que una vertebración orgánica aporte luz
en la tarea de discernir los verdaderos intereses y las estrategias oportunas.
[i] “No
exitosos” y “triunfadores” pueden ser sustituidos por “explotados” y “explotadores”
en un lenguaje más explicito y sin miedo a ser calificado de ideológicamente
sesgado.
1 comentario:
Excelente repaso a la definición de la Economía como "La Ciencia que estudia la satisfacción de necesidades alternativas con unos recursos escasos"
Saludos
Mark de Zabaleta
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