En la acción política se puede optar por la gestión o por la
revolución. Como es natural, los habrá convencidos de una alternativa o de la
otra, también quien prefiera, sin poner patas arriba todo el tinglado, aplicar
reformas que hagan más habitable el sistema. Se supone que la izquierda, cuanto
más nítida, más claramente se situará en la segunda opción. La derecha se sitúa
en la primera. El éxito de la socialdemocracia consistió en aceptar el sistema
pero reformándolo desde dentro. Conforme los partidos socialistas iban
descubriendo y aplicando estos nuevos objetivos, dejaban a su izquierda grupos
radicales fieles a las metas revolucionarias, los comunistas. Pero con el
tiempo estos también evolucionaron ante la constatación objetiva del
alejamiento de las posibilidades revolucionarias. El eurocomunismo nacido en
Italia y asumido calurosamente en España por el PCE fue, más que una nueva
teoría política, un certificado de conversión al reformismo. Por primera vez
los comunistas optaban por la gestión y las reformas con la esperanza de
desembocar algún día en el paisaje que antes se proponía construir la
revolución de una tacada. No hay que decir que la dialéctica democrática y el bienestar
que generan las reformas hacen imposible ver algún día ese paisaje, que, por
otra parte, para entonces ha dejado de ser atractivo para la mayoría.
21 mar 2015
14 mar 2015
Malos tiempos para la épica
El triunfo incontestable del individuo es una conquista de la modernidad. Desde el Renacimiento ha ido ganando espacio hasta alcanzar hoy cotas nunca logradas en otros momentos… y subiendo. Una mirada hacia atrás que contemple la vida gregaria que anulaba la individualidad en la tribu, la gens, el gremio, la iglesia, el estamento, la casta, o la clase nos revela un panorama deplorable según nuestros parámetros actuales. Hoy es el reino del individuo, del “yo hago lo que me da la gana”, “a mí nadie me dice lo que tengo que hacer o qué creer”. Recelamos de las iglesias, de los partidos, de los sindicatos o sociedades gremiales; damos por superado el concepto de clase, y sus connotaciones solidarias y cooperativas, mientras crece el de “emprendedor” como héroe social moderno que se abre camino y consolida su posición en solitario. Quizás ningún otro elemento revela mejor el triunfo del liberalismo. Ha calado en la conciencia de las multitudes, y parece que está aquí para quedarse. Nada que oponer. Yo estoy en el mundo y los valores de mis contemporáneos son los míos. No podría ser de otro modo. Pero por aquello del espíritu de contradicción (otra manifestación del individualismo, pero que también puede ser la picajosa deriva de una personalidad fastidiosa, sin más) no puedo sino tratar de ver el envés de valor tan valorado… si es que lo merece.
4 mar 2015
Cuerpo a tierra que vienen los nuestros
En mi ya larga vida de elector impenitente rara vez he
depositado mi voto con la esperanza de que alguien, o algunos, salieran
elegidos; más bien podría decir que lo hacía con la esperanza de que los elegidos
por mí no lo fueran por la mayoría y, como mucho, sólo rozaran poder o,
simplemente, les permitiera seguir presentes. Nunca supe qué me daba más miedo:
que ganaran los otros o que lo hicieran los míos; desde luego, si vencían los otros
siempre podía uno indignarse y despotricar a gusto.
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