Syriza y ANEL juntos en el gobierno griego son piedra de
escándalo para muchos que no entienden como pueden aliarse un partido de
izquierda radical y otro de derechas no menos extremista. La sorpresa es
legítima, pero ¿no hemos visto en el peronismo convivir facciones de extrema
izquierda (Montoneros) con otras de ultra derecha (Triple A)? ¿Acaso no han coincidido Marine Le Pen (FN) y
J. L. Melenchón (Parti de Gauche) en la defensa de Syriza y contra la UE? Los
ejemplos se pueden multiplicar.
Ante el mismo fenómeno, la crisis y la ‘amenaza’ de la
globalización surgen nuevos partidos radicales en Europa, de izquierdas en el
sur, de derechas en el norte, de look diferente pero de mensajes
intercambiables. La confluencia sólo se explica porque comparten un elemento
ideológico/táctico de gran potencia: el populismo. Estas fuerzas políticas
emergentes son ante todo, más que nada, populistas. Diría, no obstante, que de
dos maneras diferentes: una, espontánea, con simpleza, por ser benévolos; otra
por cálculo, que es el caso de Podemos o Movimento
5 stelle, porque no hay que desdeñar la formación de sus dirigentes,
fundadores o ideólogos en el populismo posmarxista y posmoderno de Laclau y
otros (Podemos ha agregado una curiosa fusión con el tacticismo del viejo
troskismo); desde luego, para el resultado final, la diferencia de origen es
irrelevante.
El sujeto de atención de unos y otros es un objeto mítico:
el pueblo, tan inexistente en democracia, en las virtudes/funciones que se le
achacan, como cualquier ente de ficción. Identificado, por una parte, con la
nación como hace la derecha (y los nacionalismos, con los que cierto
progresismo mantiene una actitud ambigua por el desgarro entre la idea de la
lucha de clases como única contienda para la liberación y la descolonización
que liberó/creó nuevas nacionalidades); por otra, la nueve izquierda lo hace
con los de abajo, el común antiguo, del que ante la pregunta ¿Qué es el tercer
Estado? Se respondía Sieyés: Todo. Un ‘todo’ que justifica el apartamiento de
los privilegiados, la nobleza de entonces, ‘la casta’ de hoy. Así pues, el
pueblo no tiene carta de naturaleza sin algo que se le oponga ilegítimamente,
nobleza, casta, potencia colonizadora. De ahí la indignación, rebeldía con que
colorean el discurso sus valedores.
La globalización ha puesto en peligro la estabilidad y la
seguridad que habían alcanzado las clases medias fusionadas con las clases
obreras del Estado del bienestar durante la edad de oro del capitalismo
(1945/73) modelado por la socialdemocracia (la peculiaridad española consiste
en el retraso que impuso el franquismo); al tiempo, se entreabren puertas por
la incontenible presión migratoria de la pobreza tercermundista. Una doble
amenaza que justifica la proliferación del mensaje populista, adaptado a los
modos de la derecha, la izquierda o el nacionalismo.
El capital y sus grandes poseedores, individuos o
corporaciones, se mueven en el espacio globalizado como en su medio natural.
Algo parecido a lo que ocurría con la nobleza a finales del Antiguo Régimen,
para la que no había fronteras políticas, económicas o culturales y cuyos
privilegios produjeron la reacción del pueblo y su toma de conciencia como
entidad nacional. La diferencia es que entonces la línea del progreso era la de
los Estados nacionales; hoy el progreso es la globalización. Luchar contra ella
es buscar el regreso a posiciones ya transitadas. O hacemos que el futuro (la
globalización inevitable por el salto tecnológico y demográfico) sea apetecible
o entraremos en un bucle regresivo en el que nos parecerá que volver es avanzar.
No sería la primera vez en la historia.
Los populismos están haciendo ese papel de denuncia y renuncia
del progreso con el señuelo de la defensa del pueblo, sus ‘verdaderos’ deseos, intereses y derechos, con rancios mensajes apenas
travestidos de modernos que calan en la conciencia de las masas inquietas y
desconcertadas ante la crisis coyuntural y la estructural que anuncia el nuevo
tiempo globalizado.
3 comentarios:
Los extremos de la cuerda se unen para cerrar el círculo....
Saludos
Mark de Zabaleta
Me han sorprendido dos cosas:
a) Que los partidos "populistas" son en realidad regresivos porque se oponen a la globalización. Y el caso es que podrías tener razón...
b) Que este año no te hayas resistido a la tentación de escribir algunas cositas en agosto.
Pero me surge una duda:
En nuestro país hay algún partido que sea REALMENTE PROGRESISTA? En el sentido de que acepte la globalización y propongo soluciones a los problemas que plantea?
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