Nos pasaremos muchos años sacando consecuencias de las
elecciones del 27S en Cataluña, pero así, recién celebradas, se me ocurren
algunas como futuribles no descabellados.
Respecto a la independencia seguramente habrá un efecto
similar al que tuvo el fallido referéndum de hace unos meses: hasta los
soberanistas verán tarde o temprano que han retrocedido respecto de la
situación de la pasada legislatura, en votos y escaños, pues, aunque hayan conseguido
la mayoría de diputados, los otros datos les desautorizan para concluir el procés; en esta tesitura nada empieza y
nada acaba, pero de momento quizás cunda cierto desánimo en sus filas; desde luego, nada que no pueda arreglar un nuevo predicador, un nuevo acto de fe. De cualquier modo, las
decisiones a tomar en los próximos días pueden convertirse definitivamente en
una huida hacia adelante en la que será difícil mantener la unidad que han
exhibido hasta el 27. No les arriendo la ganancia.
La llave para la formación de gobierno y la continuidad del procés está en manos de la CUP, que,
además, tienen una moral alta porque han obtenido un crecimiento espectacular.
Naturalmente, dada su radicalidad, no van a introducir un elemento de
equilibrio y ponderación, sino que intentarán por todos los medios forzar la
máquina y extremar las decisiones: han venido proponiendo un acto
insurreccional y por eso y otros motivos no fueron en la lista conjunta. Podrían
provocar una ruptura en la unidad del soberanismo, pero también colocarnos a
todos en una situación muy complicada si lograran imponer sus criterios. Lo
cierto es que con estos mimbres apostar por un pronóstico es entrar en el terreno
de la profecía.
El partido del gobierno ha obtenido un fracaso rotundo, seguramente
el más duro de la última serie, porque el problema más grave que tiene planteado
el país ha sido enfrentado con llamativo desacierto como demuestran las
urnas. Para colmo, con Ciudadanos, le ha surgido y se ha consolidado una
alternativa más creíble, más moderna, con más visión de futuro y ningún anclaje
en el pasado. A estas alturas la caspa franquista es ya insoportable hasta en
las residencias de ancianos.
Podemos se ahogó en su propia ambigüedad. Los radicales que
quieren oír cosas claras (no necesariamente ajustadas a razón) respecto al
soberanismo y al capitalismo se fueron con la CUP; los de izquierdas no
aventureros se quedaron en el PSOE; aquellos a los que les movía botar (que no
votar) a la casta se fueron con Ciudadanos. El resultado es que ni sobrepasaron
al PSOE ni al PP, ni siquiera alcanzaron el resultado de ICV en las de 2012.
Así las cosas vienen a la generales con la carga de un fracaso y de una
tendencia bajista, inaugurada meses atrás, pero consolidada ya, y el miedo en
el cuerpo de que alguno de los diputats
independendistas que ellos mismos han promovido, por ejemplo el cabeza de
lista, se pase a los soberanistas y les deje el culo al aire frente al
electorado español.
Así las cosas, cuento los minutos hasta el capítulo
siguiente.
1 comentario:
Ha pasado como en Grecia...votar para ir a peor !
Saludos
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