Uno se imagina el
volumen y la densidad intelectual de la dirección de Podemos como la de un
macizo granítico, dado el currículum académico con que se adornan. Al fin y al
cabo nacieron a la política en un departamento universitario, por mucho que el 15M
provocara el alumbramiento. Esta izquierda (¿?) no es aquella que se formaba
trabajosamente en las casas del pueblo o en el descanso en los tajos, en que un
currante más letrado leía la prensa revolucionaria a sus compañeros. Qué va, estos
leen por su cuenta cada uno. Se empapan de postmarxismo, se enredan con el
postmodernismo, aprenden de la revolución bolivariana, absorben el populismo,
comentan a Laclau, pactan con el anticapitalismo, ultimo camuflaje de los
troskos, y al final nos perdonan la vida a condición de que confesemos que todo
lo que hicimos desde el 75 para acá fue una puñetera mierda.
La metáfora del iceberg está muy manida, pero la verdad es
que uno piensa que lo que aflora de su sabiduría, dado su hábitat académico y
sus coeficientes intelectuales, es una ínfima parte de lo que permanece
sumergido; pero, el día que emerja… ¡Dios mío, que me coja lejos! Bueno, eso es
muy probable, dada mi edad y los tropezones que empiezan a dar (desde el
pseudosorpaso ha sido un no parar), quizás por culpa del calentamiento global.
Con todo y con eso no me cuadra. El último debate Iglesias/Errejón
no me cuadra. La palestra fue el twiter. Es natural: si Platón fuera un moderno
nunca habría escrito los diálogos, Cicerón las cartas, ni Kant aquellos tochos
de la razón pura y la razón práctica y no digamos Marx que se dejaba los ojos
manuscribiendo El Capital con aquella letrilla infame, todos le habrían dado a
la tecla del twiter como Pablo e Íñigo. Lo que pasa es que, claro, los doscientos ochenta
caracteres que ha ocupado el superdebate, a mí, con mis cortas entendederas me
han dejado patidifuso. Uno dijo que había que dar miedo, el otro que no, que
había que seducir y el uno que así habían perdido un millón de votos.
Estoy seguro de que la cosa tiene una profundidad insondable
para inteligencias corrientes como la mía, pero a primera vista parece como si
estuvieran charlando sobre cómo perder menos votos; o sea, pura caca de la
vaca. No me cuadra. Seguro que el asunto tiene bemoles… Lo dicho, el iceberg.
Anda que no son nadie los dos figuras.
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