Vivimos una autentica e inquietante rebelión de los tontos. Nunca incomodó que se revolvieran confundidos con los demás. A nadie se le ocurrió jamás resaltar tal suceso porque era obvio y no tenía trascendencia alguna, de hecho vivimos mezclados para lo bueno y para lo malo. Sin embargo el desarrollo tecnológico les ha puesto en las manos un juguete deslumbrantes, tanto que pocos son los que se resisten a usarlo, hasta el punto de que hoy ya lo hegemonizan por completo y no parece que, de momento, el asunto sea reversible. Por supuesto, me refiero a las redes sociales, que hacen posibles las nuevas tecnologías.
Cuando hablo de tontos no me refiero a aquellos que han sido
diagnosticados por sus bajas capacidades cognitivas sino a ese maremágnum de
individuos que sobreviven más o menos como todo el mundo, a veces con éxito,
incluso mucho éxito. De hecho se confunden con la masa, pero los podemos
detectar en muy diversas situaciones: por ejemplo, son los que hacen imposibles
las reuniones de vecinos, los que conducen lanzando sin medida toda suerte de
improperios contra los que comparten el uso de la vía pública, los que tienen
soluciones deslumbrantemente simples y asequibles para todo tipo de problemas. Son
los que, hasta ahora, momento de irrupción de las nuevas tecnologías, venían
utilizando como púlpito de preferencia la barra de bar. Muchos habréis
identificado ya a vuestro cuñado… puede ser. De hecho están muy cerca, tanto
que podemos ser uno de nosotros…, precisamente, la cualidad más notable de los
tontos es que no saben que lo son.
Determinados saltos tecnológicos tuvieron en el pasado
consecuencias enormes. El invento de la escritura impulsó el comercio y aceleró
el progreso de manera desconocida hasta entonces, cambiando la faz del mundo;
el uso del papel facilitó más la difusión del Islam que los ejércitos del
califa, rompiendo la unidad del mundo conocido y sembrando la semilla de un
nueva civilización; la imprenta fue la mejor arma en manos del protestantismo
para su éxito y difusión en Occidente, con todo lo que eso supuso si hacemos
caso a algunos historiadores que lo consideran la condición para el definitivo
éxito del capitalismo (Weber). Hoy las redes sociales están permitiendo que las
penosas cogitaciones de los tontos, que antes apenas alcanzaban la puerta del
bar, difícilmente las páginas de un libro, más fácil un micrófono o una cámara,
logren ahora una difusión global, se conviertan en mayoritarias (trending topic) y eleven a su autores a
líderes de opinión (influencer),
aunque lo publicado apenas rebase la calidad intelectiva de un rebuzno.
Como en las otras ocasiones reseñadas las consecuencias a
largo plazo son inimaginables desde aquí, desde nuestros principios del siglo
XXI. No obstante ya se nos alcanzan algunas sumamente inquietantes, dada la
responsabilidad que se les imputa en ciertas decisiones políticas o cambios,
tomadas o acaecidos recientemente, en el mundo democrático, a saber: éxito sorpresivo
del Brexit, que marca la irrupción imparable de los iletrados en uno de los
países más cultos de Europa; triunfo impensable de Trump, ejemplar prototípico
de tonto; nuevos populismos, que se valen de las tecnologías novedosas como los
fascismos históricos se valieron del micrófono (Hitler, Mussolini);
independentismos, si los distinguimos de la amplia especie de los populismos,
etc.
Hemos soportado la hegemonía de las aristocracias, los
nobles, la burguesía, las clases medias, pero, la verdad, nunca pensamos en los
tontos como categoría social susceptible de alcanzar el poder. Sin embargo, ahí
los tenemos, las nuevas tecnologías han puesto en sus manos un arma cargada de
futuro, que diría el poeta, precisamente cuando yo ya no estoy para mucho
trote. Por favor paren esto que me bajo.
4 comentarios:
Excelente reflexión ...
Buenas tardes, Arcadio. después de tanto tiempo. Deseo que sea bueno tu estado general. Y te deseo un año estupendo. He estado ausente de estos lares casi más por flojera que por ocupación o impotencia. A ver si me llego con más asiduidad. He leído con interés, como siempre, tu artículo, excelente como siempre. Y estoy de acuerdo en la queja general. No obstante, me gustaría puntualizar que el término "tonto" presenta múltiples valores y que, tal como tú lo empleas, lo entiendo más cercano a "inmoral" que a "ignorante", por ejemplo. Lo haces ver en esta relación de tipos de tontos: "los que hacen imposibles las reuniones de vecinos, los que conducen lanzando sin medida toda suerte de improperios contra los que comparten el uso de la vía pública, los que tienen soluciones deslumbrantemente simples y asequibles para todo tipo de problemas". Bueno, quizás el nombre sea lo de menos. Saludos.
Je, je, je, me encanta. Me parece perfectamente definida esa nueva clase social de los tontos. ¿Cómo la llamaremos, la TONTERÍA? Pero no entiendo porqué nos has incluido a los tontos del Whatsapp, esos que te reenvía los 100 idioteces mayores de su ámbito de captación de memeces cada hora.
Publicar un comentario