2 jul 2010

El hombre, el Estado y las hormigas

Todo avanza hacia la complejidad: desde la simplicidad de la partícula inicial y la homogeneidad del Universo momentos después del Big Bang, hasta el abigarramiento de los millones de galaxias y el barroquismo de su composición; desde los primeros seres unicelulares a los de millones y millones de células especializadas y coordinadas, que pueden además agruparse cooperando en sociedades complejas, como las hormigas o los humanos.
Un punto de inflexión en la historia de la humanidad es el momento en que comienzan a apuntar las primeras formas del Estado, hace unos 5.000 años en los humedales de Mesopotamia y en las riberas del Nilo, algo menos en el Indo o el Hoan-ho, después (1.000 a. C.) en América central. En todas partes significó lo mismo: el fin de la igualdad que había caracterizado a los cazadores recolectores del Paleolítico y a los primeros agricultores.
«Entonces aparecieron en la Tierra los reyes, los dictadores, los sumos sacerdotes, los emperadores, los jefes de gobierno, los presidentes, los gobernadores, los alcaldes, los generales, los almirantes, los jefes de policía, los jueces, los abogados y los carceleros, así como las cárceles, las mazmorras, las penitenciarías y los campos de concentración. Bajo la tutela del Estado los hombres aprendieron a hacer reverencias, a humillarse, a arrodillarse, a rendir pleitesía. En muchos aspectos el ascenso del Estado fue el descenso de la libertad a la esclavitud.»
Marvin Harris: Caníbales y reyes: los orígenes de las culturas.
El marxismo explicó el Estado como un mecanismo de explotación utilizado por una minoría, con fórmulas diferentes según determinaba la situación de la tecnología y las relaciones sociales que ésta imponía. Desde el punto de vista de un naturalista, acostumbrado a ver cómo en la naturaleza se forman simbiosis y relaciones de explotación, parasitismo, aquí no hay nada nuevo. Algunos individuos han dejado de relacionarse con el medio natural para obtener recursos y han pasado a conseguirlos de la sociedad, que se ha convertido en su nicho ecológico. Naturalmente requieren de la coerción para mantener su posición, pasando del dominio de las cosas al dominio de las personas. A esta situación se llega mediante un proceso lineal, vertical, de avance hacia la complejidad que partió de grupos parentales de menos de una decena de individuos, pasando por la horda y después la tribu, hasta llegar al Estado.

Hay otra explicación para su origen que podemos llamar horizontal: el crecimiento demográfico conduce a sociedades hacinadas en las que la complejidad de las relaciones aconsejan la especialización y la creación de instrumentos estatales. En el mundo animal fenómenos parecidos producen la vida en manadas, sociedades simples, o en otras complejas como la colmena o el hormiguero.

Las hormigas alcanzaron esta complejidad tras millones de años de evolución genética, los humanos hemos necesitado sólo unos cuantos miles porque la evolución ha sido cultural, pero el resultado fue semejante: la especialización y la cooperación en pro de la eficiencia a cambio de la pérdida de igualdad y autonomía; en ambos casos el proceso es irreversible.
«[las hormigas] se parecen tanto a los humanos que se nos suben los colores. Cultivan hongos, apacientan “rebaños” de pulgones, movilizan ejércitos para hacer la guerra, utilizan armas químicas para asustar y confundir al enemigo, capturan esclavos. Las familias de hormigas tejedoras se dedican a trabajos menores y sujetan las larvas como si fueran lanzaderas para tirar de los hilos que cosen las hojas para los huertos de hongos. Intercambian información sin cesar. Lo hacen todo menos ver la televisión.» Lewis Thomas: Societies as Organisms.
No tengo la menor idea de cuál será el futuro de las hormigas, pero abrigo la esperanza de que, sin desandar lo avanzado (que no es posible ni deseable), los humanos seamos capaces (tengo pistas fiables) de transformar las estructuras estatales en mecanismos que potencien (enriqueciéndolas) la libertad y la igualdad.

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* Ilustración: estela donde aparece grabado el primer código escrito que se conoce hace casi cuatro mil años (1750 a.C.(?)). El dios Shamash lo entrega a Hammurabí, sacralizando el Estado en sus orígenes. Moisés repetirá la historia mucho después en el Éxodo. Museo del Louvre.

** Mucho de lo aquí expuesto procede por inspiración o simple traslación (las citas) de Mapas del tiempo de David Christian, el mejor libro de historia que conozco.

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