23 ene 2011

La cuarta ola

Samuel Huntington es un politólogo americano, que está muy lejos de mi cuerda ideológica, pero que es mundialmente conocido por su teoría de las olas democratizadoras en la historia contemporánea. En su esquema, una primera ola aparecería tras las revoluciones de finales del XVIII, la segunda después de la Segunda Guerra Mundial, mediado el XX; la tercera comenzaría con las transiciones de la segunda mitad de los 70 en Europa meridional (transición española), incluiría los cambios de régimen en Latinoamérica y Asia y culminaría con la transformación de los países del Este europeo para concluir a fines del siglo XX. La tesis es simplificadora según exige el gusto americano, según el mío, en exceso, aunque, para presentarla aquí, yo la haya simplificado más todavía. No deja de tener atractivo esta visión de la democratización en asaltos sucesivos cada vez más amplios y más próximos entre sí, de modo que entre la 2ª y la 3ª median sólo unas décadas, pero el número de países afectados es sustancialmente mayor en la última. Aunque Huntington y sus seguidores dieran por concluido el proceso al alumbrar el nuevo siglo, no cabe pensar que se detendrá ahí definitivamente, ya que una buena parte del mundo queda aún bajo regímenes despóticos o autoritarios, por ejemplo, la inmensa mayoría de los musulmanes, en los que leves intentos tras la descolonización quedaron ahogados por dictaduras laicas, al principio, y por la ola fundamentalista islámica, después. Esto es así hasta el extremo de que no pocos han considerado que existe una auténtica incompatibilidad entre Islam y democracia. ¿Podría la revolución de Túnez ser el detonante que inicie la cuarta ola, y, de paso, desmienta el supuesto antagonismo?

No hay revolución que no tenga vinculación con graves trastornos económicos y la crisis presente confirma esa idea, pero hay algo más. Dice Lina Gálvez, de ATTAC, con relación a las recetas neoliberales aplicadas últimamente en Túnez:

«Desde 1996, el Banco Mundial ha puesto en funcionamiento en Túnez cinco planes de préstamos que exigían cambios en el gobierno económico del país magrebí. […] el quinto, aprobado en 2009[…].
Las áreas normativas que se abordaron a cambio de los préstamos seguramente nos suenen mucho: acuerdos de libre comercio con Europa, aceleración del programa de privatizaciones, mayor flexibilidad del mercado laboral, promoción de la inversión privada y liberalización del sector de las TICs y del financiero, entre otras. En definitiva, medidas que simplemente buscaban mejorar el clima para los negocios sin preocuparse de su efecto sobre el nivel de vida de la población.»

Tampoco hay revolución que no se enfrente a dificultades: primero, nada más derribar los tunecinos a sus opresores la agencia Moody’s ha rebajado la calificación del país por las “incertidumbres económicas y políticas” (Ben Alí debería parecerles de lo más seguro); en segundo lugar, el islamismo se hará presente inevitablemente, de momento se ha legalizado ya su formación política, como no podía ser menos, pero ¿se convertirá en una amenaza real para la democracia que apunta?; por último, no es menor dificultad la falta de simpatía con la que observan, entre el desprecio y el miedo (con razón), los gobiernos de los países vecinos, así como la estúpida e incomprensible inacción de la UE, que, en cambio, mantuvo estrechas relaciones con el dictador al que mimó y protegió silenciando su despotismo corrupto, siguiendo el impulso de Francia, la antigua metrópoli.

Con todo, por una vez y sin que sirva de precedente, me voy a hacer huntingtoniano y apostaré por su teoría, ampliada en una cuarta ola, que sueño extendiéndose por todo el Norte de África y Oriente Medio (Magreb y Mashrek), si se me permite.

5 comentarios:

jaramos.g dijo...

Hace días que esperaba un artículo tuyo sobre los sucesos de túnez. Ya lo tengo. Gracias. Comparto tu deseo. No soy muy optimista, por dos razones: una es que el "Islam" constituye una superpotencia supranacional que se resistirá a admitir alteraciones en su seno, por mínimas que sean; y dos, que la población que ahora se ha lanzado a la revolución supongo que lleva, como todos los musulmanes, los principios religiosos en la masa de la sangre y será, por lo tanto, fácil dar marcha atrás en ese levantamiento; si no en todo, en una gran parte, de modo que resulte un simulacro de democracia. Marruecos (muy calladito está el rey, por cierto) puede ser su modelo. Y otros países por el estilo. En fin, son meras intuiciones. Gracias por tu exposición, amigo ARC. Saludos.

jaramos.g dijo...

Perdón, se me ha escapado Túnez con minúscula. Corren tiempos de modernización de la ortografía, pero yo me he pasado. Je je.

eclesiastes dijo...

todos
los musulmanes
en la sangre

...

colombiano dijo...

parece que los españoles están bien adiestraditos por sus gobiernos y su prensa con respecto a los islamistas, la misma cantinela que nos echaban a los latinoamericanos sobre la izquierda y la seguridad nacional con la que se sostenían las dictaduras. parece que no están viendo quienes están haciendo estas revoluciones, jóvenes con celulares y twitter; los islamistas van a ser una fuerza, e importante, pero decir que es natural y que la sangre y tal es un completo estereotipo y ademas racista

eclesiastes dijo...

cualquier racismo es un estereotipo