La banca nació por las necesidades del comercio. Con el tiempo su intermediación financiera llegó a ser esencial para el desarrollo económico del capitalismo y se convirtió en uno de los negocios más rentables y significativos de cuantos componen la economía moderna. Pero, más que otras industrias, quizá por su propia naturaleza, prestó poca o ninguna atención a las clases desfavorecidas de las que poco rendimiento se podía obtener. Fueron las intenciones filantrópicas, bien procedentes de fundaciones de caridad, bien derivadas de las instituciones ilustradas y racionalistas del XVIII, que buscaban en ámbitos locales el bienestar y promoción de las clases populares, las que originaron el nacimiento de actividades bancarias que no tenían como objetivo el beneficio privado. En Italia en el S. XV los franciscanos crearon un auténtico banco de pobres para asistir a las necesidades de las últimas clases otorgando créditos prendarios sin interés; en España en el XVIII algunas iniciativas eclesiásticas y también las sociedades económicas de amigos del país promovieron los primeros montes de piedad, que incluían o se transformaron en cajas de ahorro. Su objetivo era realizar una labor social en su ámbito territorial y, como finalidad de más alto vuelo, promocionar el ahorro popular y conducirlo a la inversión. El fenómeno no fue privativo de España sino general en toda Europa.
Lo que sí es propio de España es que en pleno siglo XX, cuando todos nuestros vecinos se lanzaban por las vías del capitalismo liberal y sus instituciones bancarias se adaptaban de modo más natural a la situación, nuestro menor desarrollo y el tutelaje sobre la economía que ejercía la dictadura permitió una expansión de las cajas, conservando su peculiaridad organizativa en manos de patronatos o instituciones ajenas a la profesionalidad bancaria a la vez que se les permitía penetrar en sectores de la actividad financiera que les estaban vedados antes. Poco a poco bancos y cajas dejaron de diferenciarse en sus actividades de negocio, pero éstas conservaron una cierta vinculación territorial (no mucha por la expansión y por las fusiones) y el empleo de los beneficios en inversión social, aunque algunas de las más costosas hayan sido el mantenimiento de clubes deportivos profesionales, cosa que también han hecho algunos bancos como parte de sus campañas publicitarias. Con la democracia se transformaron los órganos de gestión y control introduciendo en sus consejos de administración individuos supuestamente avalados, aunque de modo muy indirecto, por el mecanismo democrático y conservando a la vez representantes de sus antiguos fundadores. El resultado es que en ellos convivían políticos excedentes de la gestión pública, sindicalistas, representantes municipales y hasta canónigos (Cajasur), que si tenían algún conocimiento de las finanzas y de la gestión empresarial era pura casualidad y que ni siquiera representaban intereses propios, como en las empresas normales sus accionistas mayoritarios. La gestión diaria ha estado en manos de profesionales contratados que han actuado más veces por objetivos políticos o intereses personales que profesionales, puesto que no existían accionistas que demandaran beneficios. Estaban en el mercado, pero escapaban de su control. No es extraño que hayan caído en lo más profundo de la trampa de la burbuja inmobiliaria, ni tampoco que los mercados financieros internacionales no se fíen de ellas ni las comprendan.
Se impone su liquidación, lo discutible es el procedimiento. Para los que seguimos rezando, aunque ya no todas las noches, a S. Carlos Marx, la oportunidad de crear una banca nacional, innecesariamente aniquilada hace años, no debería perderse ahora. Se podría conservar así la acción social y territorial y se podría además asegurar que siguiera fluyendo el crédito que permanece atascado desde el estallido de la crisis. La opción de seminacionalizar para sanear y vender después al mejor postor nos parece la peor de las posibles, pero mejor que nada.
2 comentarios:
Extraordinario artículo. Muy interesante, completo, claro... Gracias.
Las cajas intentaron ser como los bancos y al final lo han conseguido. El antiguo carácter benéfico y mutual de las cajas es incompatible con el volumen y las actuales prácticas financieras de estas entidades.
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