Quevedo nos lo dijo en una letrilla incomparable, Poderoso caballero es don Dinero y la experiencia nos lo ratifica constantemente. Asumimos con pocos problemas que en la vida corriente se imponga sin restricciones, pero si le vemos aplicar su ley en los altos ámbitos de lo público nos rasgamos las vestiduras. Las medidas de política económica que el gobierno está tomando tienen como principal motivación calmar inquietudes en el mercado de la deuda, y eso nos subleva porque lo percibimos como una limitación intolerable de nuestra soberanía. La historia, sin embargo, puede proporcionarnos un calmante, o quizá ponernos definitivamente de los nervios, con sus mil y un ejemplos.
Con motivo de la reedición de la gran obra de R. Carande, Carlos V y sus banqueros, dijo García Cárcel en El País: «Carande soslayó toda la literatura inútil respecto a la naturaleza y orígenes de la idea imperial de Carlos V; desplazó a los ideólogos y constató que quienes marcaban la pauta de la praxis –mucho más importante que la idea– imperial fueron los banqueros. El programa político de Carlos V estuvo determinado por la evolución de su deuda, por la relación entre un rey deudor y unos acreedores implacables».
Ciertamente la deuda mediatizó gravemente la política imperial y sus banqueros principales, los Fugger y los Welser, fueron además compensados con concesiones económicas impensables en otros momentos (los primeros obtuvieron la administración del inmenso patrimonio de las ordenes militares y las minas de Almadén; los Welser concesiones en América de donde estaban excluidos hasta entonces cualesquiera intereses no castellanos). Con todo, los enormes problemas financieros del emperador fueron un juego de niños comparados con los de su hijo Felipe II, al que dejó una deuda de 20 millones de ducados, pero que él quintuplicó durante su reinado. El río, intermitente, de plata y oro que venía de América apenas si servía para pagar la deuda contraída con banqueros, ahora, sobre todo, genoveses --[el dinero] Nace en las Indias honrado, / Donde el mundo le acompaña; / Viene a morir en España, / Y es en Génova enterrado, contaba el poeta en la citada letrilla--. El rey declaró la suspensión de pagos tres veces y a la salida de cada una de esas crisis los intereses crecían (prima de riesgo), hasta llegar a pagar la absurda cifra del ¡70%! Debo decir que en esa época la monarquía hispánica era la primera potencia mundial y en el imperio de Felipe no se ponía el Sol, según su propia expresión.
En 1861, durante la presidencia de Benito Juárez, México decidió la suspensión del pago de su deuda exterior en un intento de reorganizar su situación financiera. Los principales acreedores, España, Francia y Gran Bretaña, decidieron intervenir militarmente e invadieron el país con una fuerza conjunta. Fue el comienzo de un periodo de acoso exterior que llegó a colocar a Maximiliano de Austria como emperador de México, sostenido por Francia, lo que costó a los mejicanos una sangrienta guerra de liberación que al final también se llevó por delante la vida de Maximiliano.
Un caso más. Ismaíl Pachá que gobernaba Egipto (1863/79) en nombre del sultán turco, puso en marcha una política modernizadora que incluía el desarrollo de la industria basándose en el algodón y la creación de una provincia al sur, Sudán, que unificaría el valle del Nilo. Sus proyectos resultaron carísimos y para colmo la industria se hundió por la competencia americana. El resultado fue un endeudamiento enorme, lo que forzó a las autoridades turcas a permitir el control económico de la provincia por parte de los británicos, principales acreedores. La situación evolucionó hasta que en 1882 se produjo la ocupación incorporándolo al Imperio Británico.
Aunque los modos en las relaciones internacionales han cambiado el peligro de pérdida de soberanía por una deuda excesiva sigue siendo el mismo. Nada nos debería extrañar que de un modo más o menos explícito los mercados (abstracción que sustituye a los antiguos acreedores con nombre y apellido, cambio impuesto por la magnitud de los recursos que hoy se mueven) dicten las medidas con las que estarían dispuestos a seguir proporcionando financiación. Como siempre el endeudamiento crónico es consecuencia de una estructura económica chirriante y/o de vivir por encima de nuestras posibilidades (como Carlos V, Felipe II, el gobierno, o desgobierno, de México e Ismaíl Pachá), y de ahí derivan las imposiciones del exterior y las penalidades y malandanzas en el interior. No hay mayores secretos.
5 comentarios:
Nunca he entendido por qué los gobiernos, al contrario de lo que hacemos cada uno en nuestra casa (bueno, la mayoría de nosotros), gasten más dinero del que hay. Creo que están pensando ahora nuestros gobernantes en poner un límite al gasto y al endeudamiento en la gestión pública. Me parece bien. Me gustaría que la legislación que elaboren sea bastante "tacaña". Saludos, ARC. Como siempre, ¡un "puesto" de categoría! (Hemos acordado algunos decir "puesto" en vez de "post", jeje)
Y menudo susto cuando viene Angela Merkel y propone ligar los salarios a la productividad... aayy! a más de uno y de dos les daría un "patatús" del susto. Y es una buena manera de motivar un poco al empleado trabajador frente al parásito que pierde el tiempo.
Muchos de nuestros jóvenes estarían trabajando en Alemania si no fuera por la barrera idiomática.
El problema, Jaramos, es que la masa electoral presiona siempre en dos direcciones contradictorias: una, reducción de impuestos; dos, más servicios e infraestructuras. Esta exigencia permanete es generadora de déficit y, por lo tanto, de deuda.
Respecto a los posts veo que algunos los llaman "postales", que me suena mejor que "puestos", pero yo me inclino por "entrada" ¿qué te parece?
Me parece bien. Lo de "puesto" era una broma. Mira, si me apuras, casi prefiero "artículo" a "entrada".
En cuanto a la deuda, significa que los "administradores" no tienen criterio (ni moral), puesto que se dejan arrastrar por presiones. Mejor dicho, ese es su criterio y su principio ético: tener contentos a algunos o decir sí a todos, etc. Vaya, vaya. Saludos, ARC.
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