La revolución francesa popularizó el simbolismo de los tres colores que incorporó a su bandera y hoy es la combinación más extendida entre las enseñas nacionales de occidente: el azul representa la libertad, el blanco la igualdad y el rojo la fraternidad, las tres palabras o conceptos del famoso eslogan revolucionario. Si el azul se convirtió en el color identificativo de los liberales que hicieron hincapié en la libertad, el rojo pasó a distinguir a la izquierda ya que su valor definitorio fue siempre la solidaridad. Si se busca la esencia de la izquierda, aquí se ha de hallar: solidaridad, fraternidad; podrá adoptar muchas formas pero si utiliza como leitmotiv la solidaridad, eso es izquierda.
Analicemos un caso concreto. La cuestión de las pensiones se ha puesto de actualidad por las cargas de profundidad y las amenazas que sobre el sistema público se lanzan desde el mundo liberal, con estudios supuestamente científicos y análisis que apuestan por su insostenibilidad a medio plazo, incluso por considerarlo intrínsecamente injusto, y por las presiones desde los mercados e instancias de poder político y económico dominadas por esa ideología.
¿Cuál es la visión del problema desde el liberalismo? Sin libertad individual no hay iniciativa ni responsabilidad, sin libertad de mercado la economía no funciona con eficiencia. Sentadas estas premisas se sigue que cada cual debería de, mediante el ahorro, ir construyendo su propio plan de pensiones; el mercado, atento a las demandas que surgen de la sociedad, ofertará productos (fondos de inversión, seguros, etc.) estructurados y elaborados por expertos cuya finalidad será maximizar los beneficios del patrimonio que se va acumulando. De esta forma se cubren varios objetivos deseables: satisfacer una demanda, producir seguridad, estimular el ahorro imprescindible para la buena marcha de la economía, premiar la previsión y responsabilidad individuales penalizando la incuria y el despilfarro y crear negocio, generando empleos, beneficios… crecimiento. El Estado debe preocuparse sólo, y nada menos, de que todo se haga dentro de las buenas prácticas mercantiles. El discurso liberal es tan hermoso y limpio que dan ganas de matar a besos a Adam Smith. El azul se justifica porque es el color del cielo y esto tiene toda la pinta de un paraíso, de donde lógicamente se han apartado los réprobos, como en todo paraíso que se precie, aunque sean mayoría.
Un sistema público es antes que nada universal, así que nadie queda fuera de cobertura; establece máximos y mínimos en las pensiones de modo que se cierra, tanto como se quiera, el abanico de rentas, reduciendo las diferencias llamativas o injustas (aquí y ahora estamos en uno a cinco, entre mínima y máxima); por último, en el caso español, los trabajadores de hoy pagan las pensiones de los de ayer y las suyas las pagarán los de mañana, asegurando la supervivencia del sistema por el crecimiento y el aumento de la productividad. En los tres casos, el fundamento es la solidaridad: entre clases en los dos primeros, entre generaciones en la última. Naturalmente en caso de una profunda y prolongada crisis el sistema puede sentirse amenazado (el nuestro, pese a la que está cayendo, se mantiene sano), pero es que al privado se la abrirían tales agujeros que quedaría en nada. Los fondos de pensiones USA, en donde no existe sistema público, además de mantener grandes bolsas de no protegidos, mueven ingentes cantidades de capital que permanentemente agitan las aguas de la especulación y han sido en buena parte actores en la catástrofe financiera que nos acosa.
Se ha puesto de moda pensar que la oposición izquierda derecha es cosa del pasado, que la actualidad ha superado esa dicotomía, que solo los carcamales que nos aproximamos al siglo seguimos apegados a tales apolilladas definiciones, que sólo se dan en el cielo de la teoría. Pues a mí me parece claro que un sistema público de pensiones como el descrito tiene el marchamo de la izquierda, y el privado, de la derecha. Que nos inclinemos por uno o por otro no querrá decir que seamos de esa cuerda, pero sí que nos habremos manifestado un poco azules o un poco rojos.
1 comentario:
A veces, leyendo o pensando en estas cuestiones, tengo la sensación de que estamos metidos en un círculo cerrado, de que no hay salida. Tires por donde tires, te la dan. Salud(os).
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