6 oct 2011

Votar, he ahí la cuestión


         Berlanga en “El verdugo” le mostró por primera vez a un veinteañero maximalista como yo, acostumbrado al maniqueísmo de la época y de la edad, que hasta ese gremio maldito puede estar compuesto de buenas gentes. Ahora, ya casi septuagenario, sé que nadie es bueno o malo a tiempo completo, que las buenas y malas cualidades forman un coctel enmarañado en cada persona y que, desde luego, es injustísimo adjudicarlas por gremios. Quedaríamos reducidos al nivel ético de Quevedo, en el que no iba muy allá en contraste con el artístico, pero sin su brillo literario. En los tiempos que corren no son los médicos o los alguaciles… ni siquiera los judíos sino los políticos, aquellos a los que cargamos con los pecados de todos, para que, quemados en la pira sacrificial, nos liberen de toda culpa.

El ruido de la crisis aturde las conciencias y nos sumerge en un ambiente de pesadilla, más propicio para la huida que para la reflexión; sin embargo, las elecciones, que la coyuntura han precipitado, nos exigen serenidad en el alto que se hace para elegir la cofradía política a la que entregaremos el mando, la gestión de la cosa común. No participar haciéndose el despistado, el pasota, el indignado o el antisistema es perfectamente legítimo; pero, cada cual debería evaluar qué hay en la decisión de miedo a la libertad (consultar a From). Personalmente ni me planteo la abstención; está en mis posibles opciones casi al nivel del voto a la derecha, tribu política que acoge las técnicas económicas que nos han precipitado en ésta situación de catástrofe, aunque lo oculte cínicamente.

Quizás por imperativos de la edad sigo utilizando las categorías de izquierda y derecha para clasificar las opciones políticas. Como me considero de izquierdas (los que no dan por terminado el camino de la libertad y la igualdad y casi ni empezado el de la fraternidad), es en ese campo donde busco alternativas. Ahí comienza el calvario de la indecisión, porque los programas, me temo, dan un poco igual por el escaso margen de maniobra de que disfrutará un gobierno obligado a remontar la situación económica, pero trabado por las instituciones supraestatales. Posiblemente sean más importantes los talantes, las prácticas y los horizontes de cada uno que un articulado programático que, como un corsé, puede asfixiar o simplemente romperse.

El socialismo ha sido el mejor instrumento de la izquierda. Precisamente desde ella  siempre se le puede criticar de derechización, pero nunca habría gobernado de no haber actuado así, y eso porque nosotros, el conjunto de los electores, no le hubiéramos dado oportunidad. Así de simple. Por sorprendente que parezca, Zapatero ha sido su líder más netamente de izquierdas, lo que ha demostrado con su política social, pero su falta de pragmatismo en la práctica política le incapacitaba para comunicar de modo asumible el giro a la derecha del traumático final de legislatura. También es cierto que los errores de todo tipo, no sólo económicos, se han acumulado y que muchos, sinceramente de izquierdas, han sido defraudados y recelan gravemente de su actuación futura. Si pierde, y perderá con toda probabilidad, la izquierda será desalojada del poder, quizás por mucho tiempo. Para algunos es necesaria una derrota que permita asumir errores y limpiar responsabilidades, para otros será dramática porque supondría privar a la izquierda en general de su única posibilidad de influencia política en largos años.

Izquierda Unida fue desde un comienzo un proyecto que ilusionó a pocos. Bajo el nuevo logo se veía demasiado la cara del PCE o, por mejor decir, de los restos caricaturizados del viejo partido. Ha ido perdiendo buenos elementos, que o han sido marginados o han abandonado, perdiendo así sustancia, mientras  sufría un progresivo adelgazamiento por una ley electoral perversa para los grupos minoritarios de carácter estatal. En las próximas elecciones aunque con el apelativo de “unida” prácticamente presenta sólo a la izquierda comunista, pero fragmentada. Un buen programa económico, coherente y atractivo, y unas perspectivas de modesto crecimiento por la ruina del PSOE, no serán suficientes para resultar mínimamente influyente en el paisaje parlamentario que se avecina.

Éstas son las dos viejas opciones que parecen presentar, como se ve, más sombras que luces, pero hay nuevas alternativas. De ellas trataré en el próximo artículo.

3 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Acertado artículo...y muy original la referencia a esa gran película "El verdugo"...

Saludos
Mark de Zabaleta

jaramos.g dijo...

Amigo Arcadio, puede que llegue el día de votar y aún no hayas encontrado lo que buscas. Tú mismo fundamentas el motivo con esta frase (tan buena, que me la quedo): "Quizás por imperativos de la edad sigo utilizando las categorías de izquierda y derecha para clasificar las opciones políticas." Eso lo podríamos haber dicho todos los españoles, niños, jóvenes y mayores, porque es cierto. Salud(os).

Juliana Luisa dijo...

Intento desmenuzar lo que cada uno dice, pero por lo que ha sucedido y sigue sucediendo tema a quienes están del lado del FMI, del Banco Mundial, de la OMC, etc. porque hablan y obran como dictadores o señor feudales, se eligen a si mismos y, lo estamos viendo, tratan de reducir a un mínimo cualquier gobierno elegido democráticamente. "Muerte lenta de la democracia".
Un saludo y muchas gracias por compartir con nosotros tus pensamientos.