El nacimiento de los estados nacionales
se produce gradualmente, de forma que durante un tiempo no sabemos si hablamos
del patrimonio del rey o de la nación. No hay un momento preciso en que se
separen ambos con nitidez. Pero se puede decir que existe cierto consenso en
admitir que España fue uno de los primeros estados–nación (apuntaba ya a
finales del XV); sin embargo, lo que trae bajo el brazo el recién nacido no es
el pan sino la deuda.
Carlos de Gante, instalado en
España como rey de hecho (de derecho seguía siéndolo Juana, su madre, recluida
por loca) aspiraba a la corona imperial alemana, operación costosísima por los
multimillonarios sobornos que había que pagar a los príncipes electores (resulta
llamativo el descaro en la corrupción que era habitual en la época). Extrajo lo
que pudo de España (más bien de Castilla), pero necesitó endeudarse, recurriendo
a banqueros alemanes, los Fugger. Utilizó como avales las minas de oro y plata,
el monopolio de la sal y los impuestos de Castilla. A los Fugger siguieron los
Welser que obtuvieron el derecho a colonizar ciertos territorios en América
como pago cuando falló el tesoro. Es la primera vez que aparece la deuda
soberana y, desde el principio, incidiendo gravemente en la política nacional.
Felipe II, su hijo, continuó en la misma
senda firmando “asientos” (obligaciones de hoy) con todo tipo de prestamistas,
agobiado por las necesidades de la creación de un estado centralizado, la
política europea, la revuelta de algunos de sus estados (Flandes), el
mantenimiento del imperio ultramarino, la inflación galopante y una fiscalía
ineficaz y terriblemente injusta. Sin el oro y la plata que afluían de América
hubiera sido imposible saltar el abismo entre ingresos y gastos, aunque tenía
el efecto secundario de colocar la inflación en la estratosfera. Aún así y a
pesar de ser el Estado hegemónico en Europa se vio obligado a la suspensión de
pagos tres veces.
Desde la primera bancarrota de
Felipe II en pleno siglo XVI, la primera también que registra un estado, se
suspendieron pagos o renegoció la deuda con gran frecuencia. De hecho durante
el XVII y XVIII ocurrió seis veces. El XVIII introdujo factores de
modernización y racionalización del comercio y las finanzas con la creación de
una verdadera Hacienda y la normalización de la deuda que se canalizó a través
del Banco de San Carlos (después de San Fernando y por último de España). Pero
las guerras coloniales siguieron desequilibrando las cuentas. A finales de
siglo la guerra contra la Francia revolucionaria forzó una nueva suspensión de
pagos (1799).
El XIX empezó mal. La guerra de
la Independencia devastó el país, y el estado que surgió tras ella tuvo que
hacer frente a la reconstrucción, a las guerras de independencia americanas y a
la pérdida del imperio. Casi sin solución de continuidad a las guerras
carlistas. Los apuros de la hacienda para hacer frente al déficit crónico
fueron graves y permanentes y la dependencia de la deuda, que se negociaba en
París y Londres, total. Dos ministros de hacienda, Mendizábal (1836) y Madoz
(1854), recurrieron a la nacionalización de los bienes de la Iglesia y de los
municipios, respectivamente, como recurso para sanear el déficit con su venta
(aparte otros fines modernizadores). La instalación del ferrocarril durante la
era isabelina fue la gran obra de infraestructura absolutamente necesaria, pero
para financiarlo hubo que recurrir a capitales extranjeros. La especulación que
desató condujo al final del proceso a un crack financiero que trajo una nueva
quiebra (1866). La inmediata consecuencia política fue la caída de la monarquía
isabelina en medio de un proceso revolucionario que duró casi diez años. De esa
crisis nació la peseta (1868).
Ya durante el franquismo se
produjo otra suspensión de pagos al negarse el dictador a hacer frente a la deuda
republicana.
Un total de once suspensiones de
pagos totales o parciales en un periodo de quinientos años, lo que arroja una
media de una cada 50 años aproximadamente; si bien la mayoría se concentran
en los dos primeros siglos (8). Las presentes dificultades con la deuda nos
permiten traer a colación que España fue el país donde nació la deuda soberana
y también el primero que declaró una quiebra. Sáquense las consecuencias que se
quieran.