31 dic 2011

Balances

Alegoría del siglo XX. 1901

Fin de año es tiempo de balances, pero si se hacen con la mirada corta este año nos trae resultados oscuros y poco esperanzadores, en absoluto acordes con la felicidad que acostumbramos a desearnos por estas fechas. Por eso alargo la mirada y haré un balance que no viene a cuento en este momento pero que me apetece más. Y es que después de once años del inicio del nuevo siglo puede haber llegado la hora de reivindicar el XX, tan denostado. Seguramente porque en el presente no sólo no hemos encontrado las puertas del paraíso sino que más pareciera que deambulamos por los umbrales del infierno.

Se ha dicho del XX que ha sido el siglo más sangriento de la historia, hasta el punto de que en algunos textos se hace referencia a él como la era de la violencia. Las dos conflagraciones mundiales, que son en realidad partes de una sóla dividida por una tregua de veinte años, más el largo periodo de guerra fría, con conflictos periféricos y la amenaza atómica, justifican esa visión. La invención de la guerra total más la irrupción de la nueva industria y sus métodos en las prácticas bélicas y en la neutralización de minorías le han dado ese aspecto siniestro. Nunca la humanidad fue más eficiente en la destrucción: los romanos emplearon todo un ejército y tardaron semanas en destruir Cartago, pasar a cuchillo a su población, esclavizar a los pocos supervivientes y sembrar sus campos de sal; los americanos lograron un efecto más radical sobre Hirosima en segundos, empleando tan solo la tripulación de un bombardero común.

Sin embargo, los aspectos positivos que oponer a los anteriores no son ni mucho menos despreciables. En los avances científicos el siglo no tiene nada que envidiar a ninguno de los tres anteriores, los más brillantes de la humanidad, y en la tecnología los supera con mucho. En sus albores la democracia se reducía a la América anglosajona y a un rincón de la Europa occidental, en las postrimerías se había globalizado y su prestigio incontestable hacía que hasta los regímenes que la negaban de hecho (nadie lo hace ya de palabra) utilizaran camuflajes pseudodemocráticos. Incluso se realizó un intento, parcialmente exitoso, de llevar la democracia y el derecho a las relaciones internacionales (Sociedad de Naciones, ONU), que ya no sólo no parece tener marcha atrás sino que continúa progresando. Si la democracia se puede ver como la cristalización de los ideales de la revolución burguesa (libertad e igualdad), que naciera a finales del XVIII, la revolución social que triunfó en Europa oriental (1917) y amenazó durante varias generaciones al  Occidente y sus aledaños engendró las políticas de bienestar que los Estados, por primera vez en la historia, consideraron su obligación, al ser incorporadas en mayor o menor medida por todas las opciones políticas. La globalización, en gestación desde la época de los grandes descubrimientos geográficos (España fue protagonista principal), ha madurado como concepto precisamente en estas fechas y hemos comenzado ya a saborear sus frutos, agridulces de momento. El conocimiento del Mundo y sus límites ha producido a su vez una conciencia conservacionista y de respeto a la naturaleza, perdida desde los tiempos de las revoluciones agrícola e industrial, cuyos frutos esperamos que se vean en el presente siglo, pese a los nubarrones que aún lo impiden.

Aunque en nuestra memoria aún prevalece su lado oscuro, es muy posible que el siglo XX pase a la historia como aquel en que se produjo un gran salto hacia adelante en el progreso de la humanidad. Seguramente el último en la hegemonía de Occidente, pero en el que se sentaron las bases de una convivencia más fraternal y en el que nacieron o se consolidaron muchos de los principios que guiarán al mundo en el futuro: una nueva relación con el medio; una globalización auténtica y completa; la asunción global de los derechos sociales y económicos… y todo ello con un dominio del conocimiento científico y de la tecnología nunca vistos y que provocarán cambios sustanciales en lo material y en lo intelectual.

Precisamente lo que tiene de más irritante la presente crisis, aparte los dramas personales, es que supone un frenazo y la amenaza de una regresión en este caminar que se había descontado ya, pese a la irrefrenable afición del género humano por los mensajes pesimistas sobre el futuro.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Un gran repaso de despedida que arroja luces y sombras en la Economía...pero que parece dejar una cierta esperanza para este 2012...

Feliz Año
Mark de Zabaleta