8 mar 2012

Escocia

           Existe en Escocia un nacionalismo creciente que reclama cada vez mayor autonomía respecto del Reino Unido. La actual demanda de un referéndum en el que se pregunte a los escoceses si desean seguir como ahora, aumentar la autonomía o separarse, ha tenido la sorprendente, para nosotros, respuesta de Cameron, aceptando la consulta para 2014 pero sólo con las opciones de la permanencia o la salida del Reino Unido.
España y el Reino Unido tienen parecidos notables. Ambos países se gestaron como estados-nación en torno a las mismas fechas y fueron el resultado de una federación o confederación de estados que gravitaron en torno a uno de ellos más potente: En España Castilla, en el Reino Unido Inglaterra. Empezaron a diferir en una cuestión que resultó básica, el poder de los monarcas. En Gran Bretaña, por diversas circunstancias, el Parlamento de Londres mediatizó cada vez más las decisiones de los soberanos; aquí las cortes de Castilla habían sido sometidas en el XVI y las de la corona de Aragón de modo radical desde principios del XVIII.

Consecuencia de esa diferente evolución fue la distinta forma de fusión de los estados medievales en los dos estados-nación modernos. En la Península Ibérica la inflación del poder monárquico acabó barriendo las “libertades” de los antiguos reinos e imponiendo la uniformidad por la fuerza a principios del XVIII (Decretos de Nueva Planta, 1707/1715). En las Islas Británicas, aunque las relaciones entre Inglaterra y Escocia habían sido más turbulentas que las de Castilla con Cataluña (o la Corona de Aragón de la que era parte), el parlamentarismo creciente impuso la negociación que se materializó en un Tratado de la Unión que integró a Escocia y Gales, también a principios del XVIII (1707).

Entre nosotros, la imposición de la unidad y el centralismo “manu militari”, confirmada en tres momentos dramáticos, 1640 (Revuelta Catalana), 1700/15 (Guerra de Sucesión), 1936 (Guerra Civil), hace que el movimiento nacionalista cree una tensión cargada de emoción y de incomprensión. Desde el punto de vista españolista una consulta en referéndum se presenta como aberrante. Por supuesto, ni la Constitución ni los estatutos lo prevén. Para muchos no sería sino un atentado de lesa patria.

En Inglaterra las aspiraciones escocesas sólo pueden suponer una denuncia o revisión del Tratado de la Unión, a lo que, como es lógico, tienen derecho ya que la unión se hizo en el marco de un acta parlamentaria perfectamente revocable y el referéndum se ve como la vía más adecuada. A pesar de que la separación, de producirse, sería un duro golpe para el Reino Unido, las circunstancias históricas en que se gestó la unión y la situación presente han permitido al gobierno actual lanzar el órdago del sí o no a la unión, sin medias tintas, rechazando la postura moderada de mayor autonomía, que es la que seguramente tendría mayor aceptación entre la ciudadanía y es la preferida por la administración escocesa, pero que el gobierno de Cameron está dispuesto a evitar precisamente para no verse envuelto en la espiral nacionalista en que estamos enredados aquí a propósito de vascos y catalanes.

En los últimos tiempos el fútbol español ha superado en virtuosismo al británico, de donde procede; ojalá en política alcanzáramos la “finezza” y el realismo con que  se mueve la inglesa en asuntos tan sumamente delicados.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Excelente reflexión. Aunque nuestro fútbol mejore, nuestra política empeora...

Saludos

Mark de Zabaleta