España y el Reino Unido tienen
parecidos notables. Ambos países se gestaron como estados-nación en torno a las
mismas fechas y fueron el resultado de una federación o confederación de
estados que gravitaron en torno a uno de ellos más potente: En España Castilla,
en el Reino Unido Inglaterra. Empezaron a diferir en una cuestión que resultó
básica, el poder de los monarcas. En Gran Bretaña, por diversas circunstancias,
el Parlamento de Londres mediatizó cada vez más las decisiones de los
soberanos; aquí las cortes de Castilla habían sido sometidas en el XVI y las de
la corona de Aragón de modo radical desde principios del XVIII.
Consecuencia de esa diferente
evolución fue la distinta forma de fusión de los estados medievales en los dos
estados-nación modernos. En la Península Ibérica la inflación del poder
monárquico acabó barriendo las “libertades” de los antiguos reinos e imponiendo
la uniformidad por la fuerza a principios del XVIII (Decretos de Nueva
Planta, 1707/1715). En las Islas Británicas, aunque las relaciones entre Inglaterra
y Escocia habían sido más turbulentas que las de Castilla con Cataluña (o la
Corona de Aragón de la que era parte), el parlamentarismo creciente impuso la
negociación que se materializó en un Tratado de la
Unión que integró a Escocia y Gales, también a principios del XVIII (1707).
Entre nosotros, la imposición de
la unidad y el centralismo “manu militari”, confirmada en tres momentos
dramáticos, 1640 (Revuelta Catalana), 1700/15 (Guerra de Sucesión), 1936
(Guerra Civil), hace que el movimiento nacionalista cree una tensión cargada de
emoción y de incomprensión. Desde el punto de vista españolista una consulta en
referéndum se presenta como aberrante. Por supuesto, ni la Constitución ni los
estatutos lo prevén. Para muchos no sería sino un atentado de lesa patria.
En Inglaterra las aspiraciones
escocesas sólo pueden suponer una denuncia o revisión del Tratado de la Unión,
a lo que, como es lógico, tienen derecho ya que la unión se hizo en el marco de
un acta parlamentaria perfectamente revocable y el referéndum se ve como la vía
más adecuada. A pesar de que la separación, de producirse, sería un duro golpe
para el Reino Unido, las circunstancias históricas en que se gestó la unión y
la situación presente han permitido al gobierno actual lanzar el órdago del sí
o no a la unión, sin medias tintas, rechazando la postura moderada de mayor
autonomía, que es la que seguramente tendría mayor aceptación entre la
ciudadanía y es la preferida por la administración escocesa, pero que el
gobierno de Cameron está dispuesto a evitar precisamente para no verse envuelto
en la espiral nacionalista en que estamos enredados aquí a propósito de vascos
y catalanes.
En los últimos tiempos el fútbol
español ha superado en virtuosismo al británico, de donde procede; ojalá en
política alcanzáramos la “finezza” y el realismo con que se mueve la inglesa en asuntos tan sumamente
delicados.
1 comentario:
Excelente reflexión. Aunque nuestro fútbol mejore, nuestra política empeora...
Saludos
Mark de Zabaleta
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