Afortunadamente para los
andaluces de hoy ninguno de los dos partidos de la izquierda está dirigido por un
líder carismático, ni a nivel nacional ni regional, y es una suerte que ni el
posible subidón de uno ni la probable depresión del otro se trasladen a las
negociaciones políticas. Cuando falta el carisma hay que echar mano de la
racionalidad. Bendita sea.
Es de suponer que el gobierno
que surja de las negociaciones PSOE-IU tampoco lo va a tener fácil en esta
ocasión. No tanto por la inquina de un presidente (Rajoy no es Aznar) como por
el hecho de que está llamada a convertirse en un experimento sobre si es
posible oponerse a la política monocorde que impera en España y Europa en este
momento y, todo ello, sin que el posible aislamiento en que caiga no le cause
más problemas de los que pretenda resolver. Es evidente que para eso se
requiere mucha inteligencia política y cálculo preciso. Ni de una cosa ni de
otra han dado excesivas muestras un PSOE andaluz cansado de gobernar, minado
por mil y una corruptelas y fragmentado por vendettas personales y de facción;
ni una IU poco cohesionada internamente y gravemente debilitada por las
pérdidas hemorrágicas de su mejor militancia, frustrada, cansada y
desorientada.
En cualquier caso los resultados
de las elecciones en Andalucía y su consecuencia, que hoy nadie discute, la
formación de un gobierno progresista, han supuesto una inyección de moral para
la izquierda. El resultado de las urnas puede hacer reflexionar a muchos sobre
que no hay derrota más contundente que aquella que nace de nuestro interno
convencimiento. El desenlace de las generales de 1996 parece una buena muestra
de ello: un Felipe González exhausto por el acoso y derribo a que había sido
sometido en su última legislatura, desmoralizado por la corrupción en el seno de
su partido, ofuscado por prejuicios, odios y resentimientos contra IU, sin
capacidad para ofrecer alternativas, se vio avocado a reconocer la derrota
antes de que se produjera realmente. Su partido, fascinado durante años por el
carisma del líder, fue incapaz de reaccionar ante su hundimiento.
Hoy en Andalucía se abre una
esperanza. Seamos conscientes de que hay enormes dificultades, pero esperemos
lo mejor.
1 comentario:
No estaba todo tan perdido...
Excelente artículo!
Mark de Zabaleta
Publicar un comentario