10 abr 2012

¿Primavera árabe?


Los movimientos y las recientes transformaciones en el mundo musulmán de África y el Oriente Medio han sido denominados en su conjunto y con osado optimismo, “la primavera árabe”. Se los ha calificado de revolución y todavía, pese a que a muchos se nos congeló la sonrisa hace tiempo, la prensa y la opinión más generalizada en occidente, los ve como cambios esperanzadores a la vez que necesarios. Sin embargo, cabe otro análisis; es posible obtener otras conclusiones; diría, incluso, que es necesario otro punto de vista.

Hace unas décadas (años 60) una ola revolucionaria, postcolonial, recorrió la zona estableciendo regímenes de tendencia laica, republicanos y socializantes, que desbancaban a la administración colonial directamente o a las monarquías teocráticas y despóticas que habían pactado la independencia con las metrópolis europeas (Reino Unido y Francia fundamentalmente), a la vez que marginaban movimientos político-religiosos más o menos fundamentalistas (Hermanos musulmanes, etc.), levantando un muro de contención frente a ellos. La ‘guerra fría’, todavía con gran fuerza en aquella época, les permitió obtener ventajas de uno y otro bloque, jugando la carta del ‘tercer mundo’ (Nasser). Fuera cual fuera su inclinación, lo cierto es que estaban en el camino de la modernidad, distanciándose del islamismo e inclinándose hacia el bloque del Este (‘socialista’) o hacia el capitalista. En las relaciones internacionales jugaron un papel positivo al dar consistencia al bloque creciente de los no alineados, enfriando la guerra fría y creando la esperanza de una modernización del mundo árabe que, por primara vez, se veía factible y próxima. En el interior se ensayó una legislación laica, que, por ejemplo, en el derecho de familia aflojó las ataduras del islam sobre la mujer de Túnez a Bagdad, pasando por El Cairo o Damasco.

Dos fenómenos, que han interactuado entre sí, vinieron a trastocar este camino abierto, que sí que era esperanzador y hubiera merecido entonces la denominación de primavera:

1.    La evolución interna de los regímenes, en su origen revolucionarios, que se fueron transformando en dictaduras personales, incapaces de crear estructuras democráticas de control. Como en tantas otras ocasiones un régimen revolucionario evoluciona hacia el despotismo aplazando indefinidamente la creación de controles democráticos por la necesidad, y con la escusa, de combatir a las fuerzas reaccionarias, aún amenazantes. En este caso, además, los partidos en que se apoyaron los líderes revolucionarios eran estructuras ideológicamente endebles y con insuficiente arraigo social como para haber frenado la deriva hacia los personalismos despóticos y corruptos; al contrario, fueron un instrumento para incrementarlos. Esto ocurrió así en Egipto, en Túnez, en Argelia, en Siria, en Irak, en Yemen, en Libia…

2.    El proceso de la globalización, que desde los 80 se fue convirtiendo en el instrumento de control de la economía mundial por parte del capitalismo financiero (identificado, como es natural, con los países ricos occidentales), con el resultado de situar a los ciudadanos del antiguo tercer mundo como el proletariado a escala global. Por una parte el empobrecimiento y la marginación y por otra la traición política de sus dirigentes han sido percibidas por las masas como una trampa monumental, frente a la que sólo cabía la reacción política, que en el mundo musulmán es la vuelta a partidos y sistemas islamistas. Que se haya usado y siga usándose el terrorismo como instrumento no debe extrañar, ensayado ya en el conflicto israelí como la única respuesta posible ante un poder tan injusto como aplastante por su fuerza incontestable.

No hay primavera, sino reacción frente a un proceso de ‘modernización’ fracasado convertido desde hace años en una caricatura dramática. Reacción que no conducirá a una convergencia con estándares políticos occidentales sino a una profundización en soluciones islamistas. De hecho los estados monárquicos, teocráticos y reaccionarios, la otra facies del paisaje político musulmán, no han sido puestos en cuestión por el movimiento, ni parece que vayan a ser molestados, salvo alguna leve excepción.

2 comentarios:

Juliana Luisa dijo...

Muy bien. Pienso que no debe extrañarnos el terrorismo; lo hemos alimentado en Occidente.

Un saludo

Máximo Pretoria dijo...

Estoy completamente de acuerdo con el nuevo punto de vista. La etiqueta "Primavera Árabe" fue puesta equivocada y prematuramente.