El tiempo que va desde el
estallido de la crisis de las “subprime” en USA y en toda Europa hasta la
nacionalización de Bankia lo hemos vivido en España en una ficción: el cuento
de que la banca española era sólida y no estaba afectada más que superficialmente.
Los poderes públicos y financieros se han esforzado por transmitirnos esa
imagen a toda costa y contra toda racionalidad generando una absoluta
incomprensión de la actitud de los mercados con nuestro crédito y nuestros
bancos, que se presentaba como un absurdo ensañamiento.
Nada más comenzar el problema el
gobierno americano inyectó cientos de miles de millones de dólares en su
sistema financiero y en toda Europa se nacionalizaron bancos empezando por el Reino
Unido y sin excluir a Alemania. Hoy los bancos americanos han devuelto en buena
medida la ayuda y el gobierno ha podido emprender políticas de recuperación. En
Europa la inquietud, que permanece, procede hoy de los países intervenidos y de
España, pero no de sus propios bancos, ya saneados. Sin embargo aquí Fernández
Ordoñez, director del Banco de España, sacaba cuerpo presumiendo de previsión y
de una gestión impoluta e inteligente sobre las finanzas españolas, a la vez
que exhortaba, un día sí y otro también, a apretar el cinturón de los ciudadanos
de grado o por fuerza, lanzando invectivas contra el gobierno, los sindicatos y
el despilfarro de las administraciones y los españoles. ¿De qué se trataba? ¿De
ignorancia? ¿De estupidez? ¿De desvergüenza? Y si es, como creo, de las tres,
¿En qué proporción participa cada una?
El ejercicio intelectual que
consiste en preguntarse cómo estaríamos ahora si en vez de haber hecho tal cosa
se hubiera hecho aquella otra ha dado lugar a un género literario que llamamos
ucronías. Aunque no se puede decir que haya producido obras maestras soy
aficionado a él. ¿Qué hubiera pasado si desde el primer momento se hubieran
intervenido los bancos infectados y se hubiera afrontado el problema
francamente?
Posiblemente, puesto que la
deuda soberana no es muy alta, la desconfianza que ha producido este último acto (por ahora dramático,
esperemos que no llegue a trágico) de la crisis no se habría originado. Quizás
no hubiéramos sufrido más presiones de las que sufren Francia o Alemania, ya
que tampoco tuvimos aquí un gobierno circense de tipo berlusconiano. Hasta
podría haber ocurrido que la agitación sobre la zona euro hubiera sido mucho
menor al quedar reducido el problema a los países intervenidos hasta ahora. De
paso nos habríamos ahorrado los ajustes brutales y el desmantelamiento
inmisericorde de una arquitectura social de la que empezábamos a sentirnos
orgullosos. Por fin, no habríamos celebrado con la prensa, prácticamente
unánime, cada fusión bancaria como un éxito de la modernidad de nuestro sistema
cuando no era más que una cortina de humo, una huida hacia adelante, que tenía
el precio que ahora vemos, y el que no vemos, que es la oligopolización del
sector.
Cuesta en este juego no buscar
de inmediato a los responsables del disparate, por ignorancia, estupidez o
desvergüenza, insisto. Por ahora sólo cité a uno, pero no me apetece hablar más
de él, ni siquiera mal. Está Zapatero que, aunque jefe de gobierno, se declaró
a sí mismo ignorante en economía (que ya es osadía, algunos con un currículum
equivalente no se atreven ni a presidir la comunidad de vecinos); está Solbes
el mago que hizo mutis oportunamente y permanece desaparecido, rector que era
de la economía con calidad de vicepresidente; está Rato que dejó el FMI para
venir a cagarla a Caja de Madrid; no nos podemos olvidar de toda la tropa de
gerentes de cajas y bancos que han hecho su fortuna personal pero han hundido a
las entidades que gestionaban y han amañado sistemáticamente sus balances, con
los que, como se ve, sólo nos engañaron a nosotros que no a los mercados; hasta
podríamos incluir a la prensa que con un espíritu sectario digno de mejor
causa, rara vez se ha elevado sobre los intereses de tribu para ofrecernos un
panorama verdaderamente crítico y bien fundado, como era su obligación. Una
legión de ineptos, sinvergüenzas e irresponsables a los que es difícil señalar
uno por uno y entre los que hay políticos, profesionales y empresarios en
proporciones equivalentes.
Ando buscando un párrafo con el
que cerrar este artículo pero sólo se me ocurre una palabra y de las cortas:
¡Jo!
3 comentarios:
Es verdaderamente demencial el seguidismo borreguil que hace la prensa de las manifestaciones de los políticos y los ladrones, perdón "banqueros". Hasta tal punto ha llegado, que hay que irse a la prensa extranjera para saber lo que realmente está pasando en España. El nivel crítico y de investigación independiente de nuestra prensa está próximo al cero absoluto. ¿Será también por la crisis?
A nuestro sistema económico no le gusta que se derrumbren los bancos, aunque hayan sido ellos culpables del derrumbe.
Nuestro sistema económico obliga no solo a salvarlos, sino a dejarlos en libertad para que continuen haciendo todas la barrabasadas que se les pase por la cabeza y llene sus bolsillos.
Nuestro sistema económico dice que son los ciudadanos los que deber salvar a los bancos; no importa que se queden sin educación, sanidad, alimentación...
Sin embargo, hay alternativas. llevan tiempo diciéndolo muchos economistas.
Un saludo
¿No sabes cómo acabar el artículo? ¿Por qué no lo acabas con una saeta; de esas que cantan cuando pasa la Macarena?
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