Proudhon |
El filósofo y político
revolucionario francés Proudhon se preguntaba en un libro publicado en 1840
“¿Qué es la propiedad?” y se contestaba con la celebérrima frase “La propiedad
es un robo”. En aquellos tiempos los pensadores con sensibilidad social habían
detectado que el capitalismo, todavía inmaduro, ingenuo pero brutal era la
causa de los males que padecía el pueblo y su espina dorsal no era otra cosa
que la propiedad (propiedad privada de los medios de producción, puntualizaría
más adelante Marx). Así pues el sistema, según ellos, se basaba en una
expropiación convertida en legal al transformarse en leyes los métodos con que
funcionaba. Esa es la operación que hicieron los gobiernos liberales que
entonces regían el mundo civilizado, y lo hicieron bajo el manto y el convencimiento
de que actuaban en beneficio de la modernidad y el progreso.
El mundo ha dado muchas vueltas
desde entonces y el capitalismo ha sufrido transformaciones importantes que,
entre otras cosas, le han permitido subsistir y triunfar sobre experimentos socialistas
(comunistas) que todos conocemos. También ha sofisticado sus procedimientos y
ya no muestra su cara adusta y brutal nada más que en la periferia del sistema
y cuando se ve sometido a las convulsiones de las crisis, que de ningún modo ha
podido erradicar porque forman parte su peculiar fisiología.
Durante el siglo XX el
capitalismo atlántico se justificó presentándose como el único sustento de la
democracia y los derechos. Primero derrotando manu militari a los capitalismos totalitarios que lideraba el Eje;
después, aniquilando en el mercado (manu mercatori)
a los socialismos autoritarios de tras el Telón. Revestido de legitimidad
ética, impulsado por el viento de la historia y dueño de la legalidad vigente nada
le impide ahora desprenderse de las molestas vestiduras que le impusiera la
alianza con los socialismos moderados y pactistas en coyunturas más difíciles;
aquellos aditamentos que le dieron el aspecto más democrático, pero que
trabaron sus movimientos instintivos. En esas estamos.
La cuestión no es si alguien se
saltó las reglas, que ya sabemos quién las marcó, sino si al final prevalecerá
el mercado o la democracia. Y lo cierto es que, criaturas del sistema, las dos
nos fascinan, pero quizá la convivencia de ambas en plenitud sea un sueño imposible.
2 comentarios:
Verdades como puños, que nos golpean la cara...enhorabuena por tu aportación a este mundo de la red que crece y se hace importante...un abrazo desde azpeitia
Excelente.
Creo que habría que cambiar el mercado en favor de la democracia que, me gustaría, democracia participativa, no parlamentaria.
Un saludo
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