7 ene 2013

El conflicto eterno


El conflicto palestino me ha acompañado durante toda la vida. Ningún otro ha tenido tan larga permanencia (mucho más de dos generaciones) ni tiene tan pocos visos de solución; ningún otro tan absurdo, dado el bando que está siendo apoyado(1), sin desmayo ni vacilación, por las “fuerzas del bien” (USA y sus aliados), en una operación de genocidio solo comparable con la que los propios judíos han sufrido históricamente.
El muro. Palestina/Israel
A principios del siglo veinte Palestina formaba parte de la provincia de Siria que a su vez se integraba en el Imperio turco. Por aquel entonces no había allí más judíos que en cualquier otro lugar del Oriente Medio. En 1909 un pequeño grupo de jóvenes hebreos se instaló en Hedera(2) donde creó una especie de comuna (kibutz). En lo sucesivo muchos más harían lo mismo movidos por el sionismo y financiados por sus organizaciones internacionales que compraban tierras a los terratenientes de la zona. En 1918, desmembrado el Imperio turco, Palestina pasó a ser un mandato británico. La acción sionista en la colonización del territorio continuó, completada ahora con demandas políticas y acciones violentas encaminadas a aplastar el recelo que apuntaba ya. Durante la SGM(3) y en los años posteriores la inmigración se convirtió en avalancha. En 1948 los británicos abandonaron la colonia después de que una resolución de la ONU creara el Estado de Israel dividiendo el territorio en dos partes equivalentes entre judíos y palestinos, sólo que estos quedaron desunidos,  en parte integrados en estados vecinos (Gaza en Egipto, etc.), sin una administración propia, inermes y desconcertados. Desde entonces cualquier contestación árabe ha producido una violenta reacción de Israel que  alegando la defensa de su territorio lo ha ampliado en sucesivas ocasiones(4) mediante la guerra o diversas actuaciones gansteriles hasta dejar reducida la zona palestina a Cisjordania y Gaza, ésta última convertida en una ratonera y la primera sembrada de colonias judías, que se multiplican incesantemente, y fragmentada por muros “defensivos”, que levanta sin pudor el Estado en una descarada operación de apartheid. Los palestinos que quedan en territorio israelí, como ciudadanos de segunda en un Estado que se proclama judío, están condenados a la marginación o a la emigración.
Un blog amigo, Descontexto(5), nos ha ofrecido hace unos días un magnífico artículo de E. Herman que se publico en Z Magazine, en 2006, pero que desgraciadamente sigue estando de plena actualidad. Os ofrezco las Conclusiones y os invito a que lo leáis entero usando el enlace anterior. Después de él nada tengo que agregar, sólo advertiros que los demás enlaces que aparecen en esta entrada se corresponden con otras tantas entradas mías sobre diversos aspectos de este penoso asunto

«Palestina es una región crítica por excelencia que carece de derechos, en la que su población -literalmente indefensa- ha sido engañada, humillada, reducida a la mendicidad, y expulsada por la fuerza, de forma metódica, para beneficiar a los colonos protegidos por una colosal maquinaria militar, una y otra vez, armada y defendida por Estados Unidos, con el apoyo y aval tácitos, incluso públicos, del resto del “mundo libre”. Sin embargo, la gran pregunta para el denominado “mundo libre” a partir de ahora es: ¿sabrá Hamás contenerse y aceptar la limpieza étnica (siempre en marcha) o amenazará con resistir todavía y seguirá con sus operaciones convenientemente tildadas de “terroristas”? Ante esta pregunta crucial, el poder y el racismo han neutralizado literalmente “los principios morales” de los occidentales.
Si esta cuestión resulta crucial, lo es en especial porque varios millones de palestinos, desposeídos completamente, se encuentran inmersos en una espiral trágica frente a la cual la comunidad internacional y Estados Unidos no tienen otra cosa que hacer que decir “se acabó”, suspender su ayuda y amenazar con sanciones para que se pare en seco. Pero para el “mundo libre”, la causa del conflicto no es la ocupación ni la limpieza étnica, sino la resistencia a esos abusos. Abyecta y estúpida, esta perspectiva no es sino una pobre racionalización del apoyo racista y oportunista a un proyecto de limpieza étnica.
La situación de Palestina, además, resulta crucial para centenares de millones de árabes en el mundo y para miles de millones de otros habitantes del planeta, que ven en el comportamiento de los occidentales hacia Palestina el reflejo de la actitud racista y colonialista que mantienen respecto a los árabes, a los musulmanes y, en general, hacia el conjunto de pueblos del Tercer Mundo. Es un terreno prodigiosamente abonado para el terrorismo anti-occidental pero, lo que es más fundamental, para la profunda cólera, para el odio y para el desafío hacia los occidentales y hacia lo que los mueve. Un cáncer que no augura nada bueno para la humanidad del porvenir.»
*
(Por razones técnicas que no entiendo no aparecen en el texto después de publicarlo los links que he marcado. Las direcciones son las siguientes:

1 comentario:

jaramos.g dijo...

Según he creído entender de mis lecturas y audiciones de prensa, el "conflicto eterno" lo es porque no tiene solución, es decir, no solo porque viene de muy antiguo, sino sobre todo porque la paz y el entendimiento se sitúan a una distancia infinita respecto al presente. Y todo, debido a que los palestinos y quienes les apoyan exigen una vuelta atrás, seguramente a los tiempos en que Israel no existía; y los israelíes, mirando también a su espalda, pretenden que la situación retroceda a los tiempos casi bíblicos. Todos saben que semejantes pretensiones son imposibles de alcanzar, incluidos los contendientes, por lo que es legítimo concluir que ambos esperan eliminar del planeta al adversario o mantener una guerra "eterna" (que quizás beneficie a terceros). Al margen de esta reflexión, advierto que las posturas de los analistas (que deberían ser algo más objetivas y distantes) están muy identificadas, demasiado, con uno u otro bando, de los que son casi prolongación. Me preocupa que, así, no haya hueco ni para entender el problema ni, mucho menos, para una posible mediación (de la que ha habido intentos). Salud(os).