El cristianismo (a la fuerza
ahorcan) se ha retraído al ámbito privado y de la conciencia individual, de
forma que la sociedad ha podido desarrollar, sin su tutela, un espacio cívico
democrático y laico. ¿Es posible esperar otro tanto del Islam?
Las peculiaridades del
nacimiento y la evolución histórica del cristianismo en los primeros momentos hizo
que se impregnara del pensamiento griego, del neoplatonismo que dominaba la
vida cultural de entonces, lo que le dotó de un sustrato filosófico que
constituyó el entramado de sus complejidades dogmáticas. Rodeado de cultos que
habían desarrollado rituales igualmente complejos y ricos, se benefició de
ellos, incorporándolos con adaptaciones más o menos importantes. Todo ello
añadido a la tradición cultual judía de la que formó parte en los primeros
tiempos. Durante al menos cuatro o cinco siglos, periodo de definición y de
diferenciación respecto del judaísmo, el debate filosófico fue intenso.
Como en toda religión su espacio
era la sociedad (por mucho que se diga, no se entiende la experiencia religiosa
circunscrita al ámbito de la conciencia individual; no hay religiones
individuales; la experiencia religiosa individual se socializa o desaparece sin
dejar huella). La naturaleza colectiva del culto y las peculiares circunstancias
históricas le permitieron hegemonizar el ámbito ciudadano donde quedó
amalgamada con las prácticas políticas. Durante siglos religión y política o
vida ciudadana fueron inseparables, y hasta indistinguibles.
Pero las contradicciones surgidas
entre personal religioso (clero) y político (jerarcas laicos) generaron primero
el debate sobre las dos ciudades (Agustín de Hipona, S.V). Después el conflicto
Pontificado - Imperio (S. XII), que duró generaciones convertido en guerra abierta.
Por último la separación de la Iglesia y el Estado (tras las guerras de
religión (S. XVII), el regalismo (XVIII) y la revolución burguesa), lo que
finalmente fue posible porque la sociedad laica se había ido dotando, en el
transcurso de estos hitos, de armas ideológicas (Humanismo, Ilustración) con las
que alzar su autonomía.
Hoy podemos proclamar que la
religión debe retraerse al ámbito de lo privado y de la conciencia: 1) porque
literalmente se arrebató a la iglesia la hegemonía y el poder que ejerció sobre
la sociedad entera, como se ha descrito; 2) porque el cristianismo se dotó de
una riqueza cultural y filosófica que puede satisfacer las conciencias sin más.
Pero ¿Qué ocurre con el Islam?
Las religiones del Libro, que
dicen los musulmanes, no son tres religiones sino tres aspectos de un mismo
fenómeno; sólo la evolución histórica las fue decantando como cultos
diferenciados.
La obra del Profeta consistió en
la adaptación del mensaje judeocristiano a las peculiaridades de las gentes que
poblaban las estepas y desiertos arábigos, como el cristianismo había sido la
adaptación del judaísmo al mundo grecorromano. Ahora bien, lo que necesitaban
aquellos pastores nómadas era un mensaje simple y transparente, un ritual sencillo
y, sobre todo un código de conducta individual y colectiva que los llevara del
caos tribal al pueblo vertebrado.
Así pues, El Corán, supuesta
trascripción fiel de las prédicas de Mahoma, devino un código civil y manual de
conducta, desnudo de proposiciones filosóficas o dogmáticas, sustituidas por
incesantes invocaciones a un dios omnisciente, bondadosos, justiciero,
omnipresente…, así como innumerables citas de las Sagradas Escrituras, no
siempre fieles con los textos judíos o cristianos.
La pobreza cultural de los pueblos
del desierto permitió una adaptación perfecta al nuevo credo, que tuvo un éxito
notable desde los primeros momentos. Sin embargo, difícilmente se podría
explicar su expansión posterior de no haber mediado otros factores. El
cristianismo se debatía en la polémica trinitaria, que levantaba en Oriente una
fuerte controversia. Al mismo tiempo que algunas provincias bizantinas (Siria)
caían bajo el dominio de clanes árabes (S. VII), los numerosos sectores
unitarios, a los que repugnaba la idea trinitaria, fueron decantándose en el Islam que acabó por
integrarlos y absorberlos. Seguramente esto posibilitó su instalación desde
Oriente Medio a los Pirineos en mayor medida que la conquista militar, hoy en
entredicho en algunos medios historiográficos.
La nueva doctrina empezó pronto
a fragmentarse, pero por razones de legitimidad de algunas tradiciones o
líderes, no de filosofía teologal, reducida a la mínima expresión y reemplazada
por cuestiones morales, de derecho y de organización social, como se ha dicho, que
se convirtieron en medulares (Jomeini: "El Islam o es política o no es nada"). La falta de conceptos y estructuras cívicas que
vertebraran la vida ciudadana fue suplida
por la religión.
El cristianismo se había superpuesto
sobre el Estado, lo penetró y se fusionó con él, sustituyéndolo incluso en los
momentos más bajos. Pero eso permitió que con el resurgir del concepto de
Estado en el Renacimiento, fuera posible su depuración y la disociación final de
los ámbitos religioso y cívico. En el Islam, en cambio, no existe más tradición
cívica que la que aportó la religión. Aunque se extendiera después por
territorios más romanizados, su reducción al modelo originario, árabe, que en
ese momento era allí el exitoso, fue lo natural. Al tiempo las cuestiones de
organización cívica se convertían en postulados de fe. Mal asunto para avanzar
en el terreno de la laicidad.
3 comentarios:
Lo primero, saludarte al regreso de las vacaciones. Lo segundo, alabar este primer artículo de mi "rentrée". Extraordinario, como todos. Lo tercero, anotar la casualidad de que hace unos días intenté, en vano, "discutir" con un musulmán sobre lo nocivo que es para el avance de la sociedad independizarse de la religión. No lo entendía: estaba él seguro de que el Corán es la norma de vida en cualquiera de sus aspectos. Cuarto, he leído estos días en la red (http://elmed.io/es-compatible-el-islam-con-la-democracia/) comentarios sobre la compatibilidad entre Islán y democracia; yo no estoy muy seguro de que casen bien y fácilmente. Salud(os), amigo.
Poco se puede esperar de una religión que, entre otras cosas, defiende que las mujeres no pueden conducir porque ello perjudica a sus ovarios y que deben dedicarse a la obediencia y a dar placer al cónyuge...
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