El
prototipo del señorito terrateniente y rentista con un gran patrimonio heredado,
amante de los toros y el flamenco, beaturrón y libertino, incapaz por
indolencia y educación de transformar su fortuna en algo que genere actividad y
riqueza colectiva, preside la galería castiza de una sociedad andaluza que creíamos
en trance de desaparición si no extinguida. Nada más lejos de la realidad. Su
versión femenina nos ha golpeado con dureza estos días con la muerte de la
duquesa de Alba. Hay que decir que el fenómeno sobrepasa, y ha desbordado con
mucho en este evento, las fronteras de la región, del mismo modo que el
folclore y una estereotipada idiosincrasia andaluza se convirtió durante el
franquismo en la imagen de España.
El funeral de la duquesa en olor de multitudes ha puesto de
manifiesto hasta qué punto están vivos en la conciencia de muchos andaluces (y
españoles) los modelos sociales que, aún siendo responsables en gran medida de
su atraso económico y social, han sido objeto de admiración (sorprendentemente)
y emulación (lamentablemente). ¿Tiene la sociología explicación convincente para fenómeno
tan singular?
Me viene a la memoria la contrafigura de Isabel Álvarez de Toledo,
duquesa de Medina Sidonia, llamada la duquesa roja, militante comunista,
encarcelada durante el franquismo, intelectual comprometida y casada in artículo mortis con su secretaria,
tanto por dar en los morros a sus herederos y demás pasmarotes, como por cerrar
con broche de oro la relación lésbica mantenida durante años. Al contrario que
la de Alba resultó incómoda para el establishment franquista y de la transición, no tuvo encaje
folclórico y quizás por eso no se dijo de ella con admiración que se puso el
mundo por montera, sino despectivamente. Rubricando la sentencia, el pueblo la
ignoró antes, en y después del fallecimiento en su residencia palaciega de Sanlúcar
de Barrameda.
Es obvio que la de Alba no ha despertado admiración por
rompedora sino por encarnar a la perfección un modelo con el que muchos se sienten cómodos
después de siglos de convivencia, por mucho que al intelectualizar el fenómeno
se muestren críticos.
La presencia atosigadora en los medios de las pompas fúnebres
y retazos filmados de la duquesa que hizo con su vida, nos han dicho por activa
y por pasiva, ‘lo que le dio la gana’ (un ideal para cualquier español que se
precie), se ha visto trufada por el encarcelamiento de la tonadillera, viuda de
torero, que blanqueó el producto de la mangancia de su amante, delfín marbellí de
Gil: la Pantoja. Un alivio.
Y es que Spain is different…
todavía.
1 comentario:
Excellent !
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