6 ene 2015

Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible

Pongámoslo en pasado: lo que no pudo ser no pudo ser y además fue imposible. Propongo que este extraordinario aserto, debido a la sabiduría popular aunque su autoría no sea anónima ‒según parece es de Guerrita que también dijo: “cada uno es cada uno”‒, sea grabado en los frontispicios de aquellos recintos en donde se estudia, se enseña, se hace o se manipula la historia de alguna forma. Las ciencias físicas han alcanzado un envidiable grado de respetabilidad que ya quisieran para sí las ciencias sociales o las humanidades, y es que en éstas todo el mundo mete mano según se le antoja; no disponemos de unos grandes principios incontrovertibles, algo así como las leyes de la termodinámica, que pongan freno a la algarabía. En lo que se refiere a la historia quizás sería bastante con respetar la que he tomado prestada de aquel torero filósofo ‒sorprende lo que la torería ha aportado a la historia del pensamiento, aparte de a la historia del arte… de matar‒. En nuestros días y fuera del ruedo quizás sólo Rajoy es capaz de pensamientos de semejante altura, o profundidad, según se prefiera: “Lo que hay que hacer es lo que hay que hacer”. Enrojecería Kant viendo los centenares de páginas que tuvo que emborronar para llegar a su ‘imperativo categórico’, que al lado de éste, nacido del volkgeist1 gallego, no tiene color, como puede constatar cualquier analista desapasionado.


Pero volvamos al camino principal, que la filosofía me pierde. Lo que no ocurrió es que no pudo ocurrir. Si en la Transición no se produjo la ruptura sino una evolución más o menos pactada es, sencillamente, porque no pudo ocurrir. Los mil y un factores que se ponen en juego en el devenir histórico marcaron ese camino y no otro, anulando cualquier ingenuo voluntarismo.

Como no somos tontos del todo, captamos que algo tiene que ver el pasado con el presente, pero, casi siempre, ahí se acaba la racionalidad; si el presente no nos gusta (por encontrarnos de pronto con los bolsillos agujereados, por ejemplo) lo único que se nos ocurre es culpar a la generación pasada y empezar de nuevo. Infantilismo. Comenzar de cero es una pretensión falaz. Y es que el cero puede ser muy útil en matemáticas pero en la evolución de las sociedades no existe: sólo se puede construir futuro con los materiales legados desde el pasado. Todos lo sabemos. La teoría de la conspiración en la Transición con la traición de la izquierda política y sindical, sólo explica que el tactismo populista es rentable en política y que siempre habrá quien esté dispuesto cobrarla.

Como hoy vamos de verdades de Perogrullo podemos decir que las organizaciones democráticas (partidos, sindicatos) necesitan antes que nada el sostén popular. También es de Perogrullo que los fascismos son movimientos de masas, lo que quiere decir que para su desarrollo y arraigo necesitan del concurso de las masas, a las que movilizan con mensajes falaces desde el punto de vista de la racionalidad política, pero obviamente eficaces, como todo el mundo sabe. En los años setenta el franquismo no era sólo el staff del Movimiento, había calado en las masas, aun en la versión edulcorada de sus postrimerías. Lo cierto es que la mayoría de los españoles por aquel entonces desconfiaba de los partidos democráticos y decidió prestar su confianza a los que desde dentro del sistema proponían reformas. Al acceder al pacto la izquierda no hizo otra cosa que aceptar la realidad, única manera de estar en condiciones de transformarla.

Sigamos, una vez más, el sabio dictamen de Perogrullo y ‘hagamos lo que hay que hacer’, a saber, reciclaje político. Todo es aprovechable, así que nada de tirar: fijaos lo que hizo Inglaterra con una monarquía feudal a base de desclavar aquí, pegar allí, cepillar aquello, barnizar lo otro, etc., que, por cierto, tantas veces hemos querido imitar con tan poco éxito; lo que construyó EE.UU con una constitución dieciochesca escrita con pelucas empolvadas y plumas de ganso, que con solo veintidós remiendos sigue luciendo tan lozana, mientras que a nosotros la nuestra, en la flor de la vida, nos parece que huele a muerto.

Creo que la cuestión está en mirar al pasado con otros ojos, con cariño y respeto. Al fin y al cabo el pasado ya pasó (esto creo que no lo ha dicho ningún torero ni presidente de gobierno, pero lo digo yo, que también me va la filosofía). Y a ver qué podemos hacer con lo que tenemos.
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1 Vollkgeist = espíritu del pueblo

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente. Hay que tratar de seguir con lo que queda...

Saludos