Pongámoslo en pasado: lo que no pudo ser no pudo ser y
además fue imposible. Propongo que este extraordinario aserto, debido a la
sabiduría popular aunque su autoría no sea anónima ‒según parece es de Guerrita
que también dijo: “cada uno es cada uno”‒, sea grabado en los frontispicios de
aquellos recintos en donde se estudia, se enseña, se hace o se manipula la
historia de alguna forma. Las ciencias físicas han alcanzado un envidiable
grado de respetabilidad que ya quisieran para sí las ciencias sociales o las
humanidades, y es que en éstas todo el mundo mete mano según se le antoja; no
disponemos de unos grandes principios incontrovertibles, algo así como las
leyes de la termodinámica, que pongan freno a la algarabía. En lo que se
refiere a la historia quizás sería bastante con respetar la que he tomado
prestada de aquel torero filósofo ‒sorprende lo que la torería ha aportado a la
historia del pensamiento, aparte de a la historia del arte… de matar‒. En
nuestros días y fuera del ruedo quizás sólo Rajoy es capaz de pensamientos de
semejante altura, o profundidad, según se prefiera: “Lo que hay que hacer es lo
que hay que hacer”. Enrojecería Kant viendo los centenares de páginas que tuvo
que emborronar para llegar a su ‘imperativo categórico’, que al lado de éste,
nacido del volkgeist1 gallego, no tiene color, como puede constatar
cualquier analista desapasionado.
Pero volvamos al camino principal, que la filosofía me
pierde. Lo que no ocurrió es que no pudo ocurrir. Si en la Transición no se
produjo la ruptura sino una evolución más o menos pactada es, sencillamente,
porque no pudo ocurrir. Los mil y un factores que se ponen en juego en el
devenir histórico marcaron ese camino y no otro, anulando cualquier ingenuo
voluntarismo.
Como no somos tontos del todo, captamos que algo tiene que
ver el pasado con el presente, pero, casi siempre, ahí se acaba la
racionalidad; si el presente no nos gusta (por encontrarnos de pronto con los
bolsillos agujereados, por ejemplo) lo único que se nos ocurre es culpar a la
generación pasada y empezar de nuevo. Infantilismo. Comenzar de cero es una
pretensión falaz. Y es que el cero puede ser muy útil en matemáticas pero en la
evolución de las sociedades no existe: sólo se puede construir futuro con los
materiales legados desde el pasado. Todos lo sabemos. La teoría de la
conspiración en la Transición con la traición de la izquierda política y
sindical, sólo explica que el tactismo populista es rentable en política y que
siempre habrá quien esté dispuesto cobrarla.
Como hoy vamos de verdades de Perogrullo podemos decir que
las organizaciones democráticas (partidos, sindicatos) necesitan antes que nada
el sostén popular. También es de Perogrullo que los fascismos son movimientos
de masas, lo que quiere decir que para su desarrollo y arraigo necesitan del
concurso de las masas, a las que movilizan con mensajes falaces desde el punto
de vista de la racionalidad política, pero obviamente eficaces, como todo el
mundo sabe. En los años setenta el franquismo no era sólo el staff del
Movimiento, había calado en las masas, aun en la versión edulcorada de sus
postrimerías. Lo cierto es que la mayoría de los españoles por aquel entonces desconfiaba
de los partidos democráticos y decidió prestar su confianza a los que desde
dentro del sistema proponían reformas. Al acceder al pacto la izquierda no hizo
otra cosa que aceptar la realidad, única manera de estar en condiciones de transformarla.
Sigamos, una vez más, el sabio dictamen de Perogrullo y ‘hagamos
lo que hay que hacer’, a saber, reciclaje político. Todo es aprovechable, así
que nada de tirar: fijaos lo que hizo Inglaterra con una monarquía feudal a
base de desclavar aquí, pegar allí, cepillar aquello, barnizar lo otro, etc.,
que, por cierto, tantas veces hemos querido imitar con tan poco éxito; lo que
construyó EE.UU con una constitución dieciochesca escrita con pelucas empolvadas
y plumas de ganso, que con solo veintidós remiendos sigue luciendo tan lozana,
mientras que a nosotros la nuestra, en la flor de la vida, nos parece que huele
a muerto.
Creo que la cuestión está en mirar al pasado con otros ojos,
con cariño y respeto. Al fin y al cabo el pasado ya pasó (esto creo que no lo
ha dicho ningún torero ni presidente de gobierno, pero lo digo yo, que también
me va la filosofía). Y a ver qué podemos hacer con lo que tenemos.
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1
Vollkgeist = espíritu del pueblo
1 comentario:
Ciertamente. Hay que tratar de seguir con lo que queda...
Saludos
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