Me había prometido no escribir una línea sobre el león Cecil
y el dentista que lo abatió. Me caen antipáticos los leones y los dentistas. Me
encontraría igual de incómodo si tuviera un león en la planta de mi piso que si
merodearan dentistas por los alrededores de mi casa de vacaciones. Vaya con la
dislexia, lo dije al revés, pero no importa, el mensaje se entiende y además es
reversible. Aun a riesgo de parecer un cenizo que odia a la animalidad con sus
impulsos instintivos y a la humanidad con sus ancestrales y dudosos entretenimientos
(esto es igualmente intercambiable) debo confesar también que si alguna
actividad deportiva/recreativa/alimentaria me resulta por completo
injustificable es la caza.
Dado este conjunto de circunstancias se puede deducir que el
suceso me trae al fresco, como suele decirse, lo que pasa es que uno es
sensible con lo que emociona a sus semejantes, y la algarabía mediática y en
las redes me ha despertado. Así que aquí me tenéis colocando al dichoso felino
en el frontispicio de este artículo que no sé por qué empecé y que no tengo ni
idea de cómo va a terminar.
Desde luego no voy a caer en la manida cursilería de
recurrir a aquello de que “quisiera ser civilizado como los animales”, que ya
he leído y oído a propósito del suceso. La caza, por estúpida que me parezca en
nuestro contexto, no es sistemáticamente una forma de maltrato animal, de hecho
el amigo Cecil y sus congéneres no hacen otra cosa y se zampan a sus presas
nada más exhalar su último aliento. Otros encantadores animalitos, de tierra,
mar y aire, ni siquiera esperan a eso. Nosotros también, a veces, pero no lo
hacemos por ser hombres sino precisamente por ser animales, cosa que se nos
olvida con frecuencia.
Será que el verano es propicio para noticias estúpidas,
seguramente porque lo mismo que se ponen los cuerpos a descansar, los que
tengan vacaciones, claro, también la mente entra en standby, produciendo este
tipo de fenómenos (Goya lo dijo en el lenguaje de su tiempo: “el sueño de la
razón…”). De todas formas no deja de sorprender que la noticia sobre África de
estas semanas con más repercusión en los medios y en las redes haya sido la
desventura del león Cecil, como si el desdichado continente no produjera más
novedades dignas de atención.
Llegados a este punto sí que se cabrea uno con los
congéneres pero no deseando ser más animal sino un poquito más humano…, aunque
ser humano también implica, pienso ahora, empatizar con los animales.
Precisamente, hay quien dice, es el privilegio de los animales humanos.
Uf, pensar es como todo, un poco está bien, pero mucho cansa,
especialmente en verano, y no conduce a nada. Mi primera idea, pasar de Cecil y
el dentista, hubiera sido lo mejor…
1 comentario:
Bien dicho...
Saludos
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