Alberto Garzón, capturado en la órbita de Podemos a la que
arrastró a IU, continúa con sus críticas al papel de la izquierda y del PCE en
particular durante la Transición. Son razonadas y serenas, lo que las hace muy
efectivas, pero también frías, lo que denota distanciamiento emocional. Le
falta empatía con los compañeros que protagonizaron aquella lucha con pasión,
entrega y dificultades que en nada desmerecen de las suyas, muy al contrario. Posiblemente
este reproche al pasado de su partido para justificar su propia posición no le rinda los réditos que espera
porque se basa en la recuperación de remotas esencias, que ¿habrá que decirlo otra vez? no
eran democráticas, en el sentido universalmente aceptado hoy. Encerrado en su
laberinto no acaba de encontrar una salida airosa.
La juventud adolece de un problema: subestima el pasado;
seguramente tanto como lo sobrestimamos los viejos. Pertenezco a la segunda
categoría (muy a mi pesar), y digo esto y aquello por si, atendiendo a tal
condición, hubiera que aplicar algún descuento a los argumentos que aquí se
exponen; también para que se comprenda que buena parte de la petulancia que
exhiben los jóvenes dirigentes de la ‘nueva’ izquierda tiene una raíz biológica
temporal que un proceso de maduración normal no pueda diluir.
La generación que accede ahora a la política no vivió la
Transición, es un pasado que no les pertenece, piensan, y lo repudian. Que los
jóvenes de derechas no adopten tan claramente este sentimiento se debe a las actitudes conservadoras de su sector político, lo que
hace que aquello que en su día rechazaban por peligrosamente avanzado,
consolidado por el tiempo y la práctica, se convierta en patrimonio a defender.
En la izquierda, por el contrario, se dan con intensidad y porfía sentimientos
de ruptura para avanzar sin trabas hacia su horizonte utópico de igualdad. Sin
embargo no debemos caer en el espejismo de creer que toda esa juventud que rechaza
hoy el pasado es de izquierdas, la acompañará siempre o permanecerá en ella
mucho tiempo, la mayoría apostatará rendida por la edad o por la mejora de la
coyuntura: el afán revolucionario en la lucha por la igualdad suele aflojar a
la misma velocidad que sube el PIB. Eso ocurrió desde la Transición hasta 2008,
año en que los truenos nos hicieron recordar a Sta. Bárbara.
Pero ¿qué hizo la izquierda entonces (1975/78) para que
ahora se le tache de traición o, al menos, de proyecto agotado, digno de ser
sepultado en el baúl de los recuerdos? Pactar, buscar acuerdos, desde luego no
sin antes haber intentado la ruptura. No sé si por conservadurismo, por
inercia, porque temía más a la izquierda que a los restos ajados del franquismo
de los setenta, por no resucitar la situación del 36 o por qué, lo cierto es
que la gente, digámoslo con la expresión que gusta a la ‘nueva’ izquierda,
rechazó nítidamente la ruptura. La obligación de la izquierda en tal situación
era buscar el pacto. Conviene no olvidar que si, a casi cuarenta años de
distancia, ahora tenemos tan presente la Transición de la que nos separa el mayor
periodo de prosperidad que viviéramos jamás los españoles, en el 75, a la misma
distancia temporal, se tenía más presente la guerra y la durísima y larga
postguerra. El estudio libresco, académico introduce racionalidad en el
análisis histórico, pero la vivencia de los acontecimientos construye la
emocionalidad que va a conducir nuestros actos en el futuro.
En Portugal, donde no se había vivido una guerra civil pero
si una larga dictadura, se había optado muy poco antes por la ruptura
democrática. Como consecuencia se vivió un periodo de inestabilidad con
experimentos de gobierno comunista, cambios constitucionales, etc., hasta
lograr el equilibrio. Invito a que se me diga en qué nuestro vecino nos ha
aventajado desde entonces.
En torno al 75 yo era un joven de izquierdas militante y
comprometido, en posesión de casi todas las verdades y, como no, convencido de
que la ruptura era la única opción aceptable. Hoy me alegro de que la realidad
me ganara por la mano. Así, de este
modo, dimos pasos de gigante y no sé si lo que se hubiera ganado de otra manera
hubiera compensado lo que se haya perdido de ésta.
1 comentario:
Un gran artículo...
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