8 mar 2017

C = ExT

Ian Morris, arqueólogo e historiador moderno y polémico, ha reducido a la fórmula que me sirve de título la clave para entender el devenir de la humanidad a lo largo de los escasos o prolijos milenios (según perspectivas personales) que lleva la Tierra soportando nuestra presencia: C sería cultura, E energía y T tecnología. Nada nuevo, si bien se mira, ya que hace más de siglo y medio don Carlos Marx avisaba de que, desde siempre, los historiadores habían hecho descansar a la historia sobre la cabeza (las ideas como motor de cambio) y urgía colocarla sobre los pies: las técnicas en uso en cada momento, explicaba, condicionan las relaciones de trabajo y el sistema de producción que, a su vez construye la estructura jurídica, política, ideológica… que definen una cultura. Morris ha echado mano de la herramienta matemática para decir más o menos lo mismo, insertando números para cuantificar el consumo de energía y, por tanto, el progreso tecnológico, con los que marcar hitos en la secuencia cultural; pero olvidando el juego dialéctico, la grasa que impide que el constructo marxista se gripe.


Sea lo que fuere, es de general aceptación, salvo deshonrosas excepciones, que son fuerzas que se mueven en las raíces de la economía, o sea, en el cómo obtener y distribuir los recursos, las que tiran del carro de la historia. Así explicamos el pasado y así hemos de encarar el futuro: husmeando los movimientos en las profundidades podemos predecir, al menos, la dirección que tomarán los movimientos tectónicos en la superficie, aunque no los paisajes que al final exhiban, producto de otras mil y una variables imposibles de prever. Las perspectivas anuncian un nuevo Pangea, que, desde aquí, nos  hemos acostumbrado a llamar globalización. Como todo lo que importa es un movimiento con historia.

El primer indicio en la globalización data del XVI/XVII cuando los occidentales descubrieron los continentes hasta entonces ignorados, circunnavegaron África, tocaron por primera vez las costas orientales de Oriente y circunvalaron el globo. Sucesos en los que los hispanos fueron pioneros y protagonistas muy destacados. El segundo (del XVII al XIX) es la colonización, por la que los estados occidentales se repartieron el Mundo e intentaron hacer de su cultura La Cultura. El tercero, y seguramente definitivo, la revolución tecnológica (XX/XXI), en la que desembocó la revolución industrial, cuya potencialidad apenas vislumbramos todavía, pero que ha reducido al orbe, con todo su contenido al tamaño de una pantalla de ordenador y al tiempo de una pulsación. En tales condiciones las fronteras se están convirtiendo en frágiles artificios con menos entidad que la tramoya teatral y las múltiples identidades en curiosidades folclóricas para pasto de turistas y sostén de casticismos más o menos frikis.

Habrá oposición de grupos descontentos por el giro que esté tomando la globalización, por nostalgia, por miedo o falta de imaginación; habrá líderes que los agiten o aprovechen su impulso; parecerá que por momentos se detiene o retrocede aquí o allá. Pero la situación de la tecnología ha dictaminado ya dirección y objetivos.

Quizás sirva la ecuación de arriba para hacernos más fácilmente a la idea de que la historia, en sus capas profundas, se mueve casi con la necesariedad de una ley física.
Mitología 2017: cabeza de Medusa

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Realmente interesante...