La gente de mi edad hemos visto los
últimos destellos de la utopía comunista, el motor imprescindible que impulsó al
«movimiento obrero», para desmoronarse inmediatamente después aplastada a la
par por la realidad que venía del otro lado del «telón» y el escepticismo ciudadano,
de éste lado, de que fuera compatible con la democracia liberal, esa que nadie
ha logrado demostrar que no sea la única democracia posible, la misma que a
esas alturas había logrado más adeptos que el problemático «paraíso proletario»
«…cuando llegó el Estado del bienestar y la “clase obrera” adquirió derechos civiles y sociales, la muralla que el comunismo histórico había construido con esa roca [la “conciencia obrera”] fue derribada por el capitalismo…» José Luis Pardo, Estudios del malestar. Barcelona 2016, pg. 270Ahora son los socialistas los que hacen agua en todas partes. Lograron éxitos impagables a lo largo del siglo pasado en el proyecto de avanzar hacia la igualdad y la ampliación de derechos sin abandonar el seno del capitalismo, que había logrado cotas históricas de desarrollo convirtiéndolo en bienestar social.