5 abr 2019

POPULISMO A LA MEXICANA

AMLO-Trump. Caricatura en Twiter
El indeginismo es un movimiento que, especialmente en México pero también en otros países latinoamericanos, reivindica los valores indígenas, pero que con frecuencia se utiliza como demanda nacionalista frente a los supuestos agravios de la colonización. En este sentido, y con todos los colores del populismo demagógico, ha sido utilizado recientemente por el presidente López Obrador al exigir en carta dirigida al rey de España la petición de perdón a la nación mexicana por lo acaecido en la “conquista”, de la que hará pronto 500 años. El suceso y la efemérides han sacado a la palestra aquellos episodios, afortunados, infamantes o gloriosos según perspectivas, pero, sin duda, trascendentes para todos. Conviene, también a todos, abandonar la demagogia y centrarnos en la historia, en la que, como en cualquier disciplina científica, hemos de mantener atadas en corto emociones y sentimientos para dar oportunidad a la razón. La concepción de la historia como un eterno combate entre héroes y villanos es vieja e inservible; puede ser útil como arma, si es la agresión lo que se busca, pero no como instrumento de conocimiento, mucho menos porque en ella los papeles son intercambiables, a tenor de quién haga el relato.

Pierre Vilar, el famoso hispanista francés, ha dejado escrito, parafraseando a Lenin que el “imperialismo español en América” sería “la última etapa del feudalismo”. En el caso de la colonización hispánica hay que tener en cuenta, para entenderla, el universo mental en el que se mueven sus protagonista que es el del feudalismo tardío, o la modernidad temprana, si se quiere; y por supuesto las construcciones sociales, jurídicas… etc. en las que forzosamente actúan, no solo el estado de las tecnologías entre contendientes. La presencia castellana en América y la conquista (finales del XV y primera mitad del XVI) fue el primer episodio de la colonización europea: adelantó en más de un siglo a la británica, por ejemplo, ya en pleno desarrollo del capitalismo inicial. Juzgarla con parámetros del siglo XXI es un ejercicio inútil, si no malicioso.

John H. Elliott, conocidísimo hispanista inglés, ha hecho un reciente estudio de historia comparada, una de sus especialidades, entre el imperio español y el británico: Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América, 1492-1830. Madrid, 2006. De él el español no sale ni mucho menos malparado. Sin entrar en el detalle de las diferencias que se explican por las distintas y complejas circunstancias, baste con señalar el reconocimiento de la superioridad moral de la acción de España, aunque solo sea porque generó una interesante polémica interna sobre la legitimidad de la conquista y el trato a los indios, que dio lugar a una acción legislativa (Leyes de Indias), de las cuales, la polémica y la legislación, ni de algo parecido, encontramos rastro en las otras potencias colonizadoras europeas de la época.

Matthew Restall, historiador británico, ha publicado Los siete mitos de la conquista española de América. Barcelona, 2004. Ya en el título puede apreciarse el afán revisionista que lo mueve, aunque tal intención no afecte gran cosa al mundo académico, que tiene ya descontados tales mitos en gran medida. En el libro se manejan, en general, las fuentes españolas e indígenas con profundidad e inteligencia sin perder por eso el carácter de best seller histórico al alcance del gran público. El autor es uno de esos historiadores afortunados que saben llegar al profano en la materia sin perder rigor científico. Los siete mitos o ficciones son: 1) el mito de los hombres excepcionales ; 2) la creencia de que la conquista fue realizada por los ejércitos regulares de España (aquí); 3) el mito del conquistador blanco, en referencia a la presencia de la numerosa participación de indígenas en las acciones contra aztecas, incas, etc. que relativizan el protagonismo español y sugieren la guerra civil, de la que los conquistadores sacan provecho para sus intereses; 4) el mito de que la conquista se completó en la 1ª mitad del XVI; 5) el mito de la comunicación y el fallo comunicativo entre españoles e indígenas; 6) la falacia del exterminio indígena; y 7) el mito de la superioridad española. El prestigio crítico de Restall es un acicate para su lectura que resulta sin duda provechosa para el tema que nos ocupa.

Podría proponer más lecturas sugerentes para el tema, como quizás otro best seller reciente: Imperiofobia y leyenda negra. De Roca Barea (Madrid 1918), Que dedica amplio espacio a la acción en América, pero sería a costa de la extensión deseada para este artículo.

Es obvio que la iniciativa de López Obrador no hace nada por la historia; probablemente tampoco por la política, si hemos de hacer caso al historiador y escritor mexicano Enrique Krauze, que en un reciente artículo en El País exponía el riesgo de que, con tan inoportuna y absurda demanda, se rompa una tradición de acercamiento y comprensión entre España y México que dura ya ochenta años.

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