14 may 2011

Cerebros y elecciones

Una mentira repetida mil veces se transforma en verdad. Esta afirmación que forma parte del prontuario oculto de la publicidad, salió de la mente de un nazi en la época negra en que Hitler campeaba en Europa. Constituye un mandamiento básico para quien se quiera dedicar al prometedor oficio de lavar cerebros, esa brumosa tarea por la que se limpia la mente de un sujeto de cualquier idea propia, aquellas que se obtienen trabajosamente con el uso de la razón y el sentido crítico, y se las sustituye por eslóganes y consignas, sólo apariencia de pensamiento. Las iglesias han utilizado desde siempre esa técnica, aplicada ventajosamente a sus víctimas en la más tierna infancia con la complicidad de los tutores cuyos cerebros fueron, a su tiempo, previamente lixiviados. No es nada nuevo ni excepcional, de hecho la educación estándar ha ido depositando en nuestra mente capas de conocimiento acrítico, adheridas como la cal en los circuitos hidráulicos, que han creado costras entorpecedoras de un pensar limpio por la vía de lo razonable.

Los orientales, siempre más refinados, han venido utilizado técnicas exquisitas: un mantra rítmicamente repetido hasta la saciedad y levemente musicalizado puede arrancar, como con escoplo, los grumos de pensamiento útil, lijando y pulimentando, de modo que el cerebro quede bruñido y vacío, listo para recibir cualquier idiotez, que anidará con éxito indudable. Recuerda aquellas purgas que las abuelas administraban a los niños para limpiar el aparato digestivo, pero con fines más turbios, aunque enmascarados de trascendencia. Mucho antes de ser conscientes de los beneficios de la higiene corporal ya practicábamos en todas las culturas estos lavados mentales, con ayuda de la química o de la física, en Oriente u Occidente, pero siempre por el miedo que inspira la inteligencia libre. A estas alturas de civilización y descerebración la tarea más ardua para cualquier pensante es determinar que partes de sus elucubraciones son el destilado de disolventes y agregados, o de un meditar genuino.

Los partidos políticos contratan los servicios de expertos que han cursado duros másteres en estas técnicas; los menos pudientes, los que no tienen mano con la banca, se contentan con el tradicional “hágalo Vd. mismo”. En campaña electoral los resultados en uno y otro caso, no se sabe en cual más, son demoledores. No es que estos diligentes neurolavanderos se limiten a las fechas previas a los comicios para poner en marcha el mecanismo, pero es entonces cuando se acelera e intensifica hasta alcanzar el paroxismo. En la publicidad mercantil existen reglas, pero aquí, como se dice de la guerra y del amor, todo está permitido. Nada de horarios protegidos para la infancia, ningún respeto por colectivos sensibles, vía libre para la publicidad engañosa, etc. Los únicos protegidos en este caso son los que publicitan: espacios gratuitos, tribunales que velan por sus derechos/privilegios…

Sería de todos modos difícil que este asalto masivo en fechas tan señaladas, con el que culmina el cotidiano martilleo, tuviera éxito si no hubiera aliados, compañeros de viaje, que prepararan el terreno. Hablaba al principio de instituciones cuya labor consiste precisamente en promocionar sucedáneos del pensamiento racional. Pero hoy, quienes se llevan la palma en la tarea de dejar las neuronas para el tendedero, son, por un lado, el mundo del deporte, que entre nosotros quiere decir fútbol, y, por otro, el del cotilleo mediático. Ambos se encargan de crear en sus victimas la sensación de estar en el mundo, de tener ilusiones y esperanzas, en suma, de estar vivos, a la vez que lo liberan de todo contenido intelectual útil. Sobre ese erial, creado por tantos voluntarios, donde no crece ya ni una brizna de racionalidad, puede actuar la propaganda política sin miramientos, sin preocuparse por la toxicidad del pasto que proporciona

Empapados de esa ducha ácida, pulidos por tales abrasivos ¿quién va a distinguir la palabrería del argumento, la oferta populista del proyecto programático, lo retrógrado de lo progresista, el insulto de la crítica? Y así nos va.

2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Como dijo Galbraith (es un recuerdo recurrente):"Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula".

Un cordial saludo

Mark de Zabaleta

Mark de Zabaleta dijo...

"Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula" (Galbraith)

Saludos
Mark de Zabaleta