En el siglo V a.n.e. la
civilización griega era esclavista, lo que significa que el común de los
trabajadores, la mano de obra, no era jurídicamente libre. Se obtenía en el
mercado, donde se compraba a las personas mismas, no a su fuerza de trabajo, en
la guerra, o por la reproducción (el hijo del esclavo también lo era); incluso
los hombres libres podían dejar de serlo por deudas. No poseer esclavos
equivalía a estar en la miseria y, por tanto, muy cerca de la esclavitud. Las
mujeres eran una población sometida y explotada, de hecho esclavizada también.
Como hijas o esposas, vivían aparte de los hombres, recluidas en la casa, dedicadas
a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos; carecían de formación, salvo
algunas de vida licenciosa que acudían a las reuniones masculinas. Había una
población numerosa que procedía de otras ciudades, dedicados al comercio y la
industria, pero que, aunque residiesen allí de generaciones atrás, sólo
adquirían la condición de ciudadanos si se les concedía como gracia especial e
individual. El hecho es que los ciudadanos, hombres libres con plenitud de
derechos, no superaban el 10% de la población, para la región de Atenas unos
30.000 individuos: el demos.
Antes del S. V el poder político
residía en una aristocracia terrateniente, individuos suficientemente ricos
como para acudir a la guerra con un caballo y su equipo. Como la guerra era
permanente (las campañas empezaban cada año con el buen tiempo) y decisiva para
la libertad y prosperidad de la polis (obtención de esclavos y botín), la
influencia política de los que decidían en la batalla era también concluyente. Sin
embargo el aumento del comercio por la difusión de la moneda y otros factores
sociales y económicos, hicieron crecer a las clases medias, que militaban en la
infantería pesada (podían costearse lanza, coraza, escudo, casco y grebas, amén
de algún esclavo o mulo para transportarlos); los cambios en la técnica militar
y el armamento así como su crecimiento numérico acabaron haciéndolos decisivos
en el combate, a la vez que reducían la importancia de la caballería, lo que cambió
la relación de fuerzas en la política. La consecuencia fue que, por todas
partes, dictaduras populistas se hicieron con el poder desbancando a las
aristocracias; sin embargo, no fueron estos sino una transición hacia un
régimen en el que el demos ejerció el
poder directamente: democracia.
Los varones griegos, liberados
del trabajo productivo por los esclavos y del doméstico por las mujeres
dedicaban su tiempo al gimnasio, a escuchar a los filósofos y oradores en los
espacios públicos, a las tareas políticas de las asambleas, tribunales y magistraturas (en plena
democracia se pagaba incluso la asistencia a las asambleas) y las tareas
militares en los momentos precisos. La remuneración de la función política se
generalizó cuando una multitud de pequeños campesinos se instalaron dentro de
las murallas huyendo de los saqueos de la guerra, lo que radicalizó los modos
democráticos. Con todo el lugar donde se reunía la asamblea tenía un aforo de
6000 plazas, que quedaban vacantes en buen número, hasta que se pagó la
asistencia y entonces hubo que impedir el acceso a los retrasados. Esto plantea
la cuestión de cómo se financiaba el sistema.
Los recursos procedían de las
minas de plata de Laurion, trabajadas en infames condiciones por miles de
esclavos, proporcionados por contratistas particulares; de las aportaciones de
las polis aliadas de la Liga de Delos, alianza al principio voluntaria contra
la amenaza persa, pero después instrumento del imperialismo ateniense (cuando
la pequeña ciudad de Melos quiso abandonarla, sus habitantes varones fueron
pasados a cuchillo y las mujeres esclavizadas); por último, del trabajo
esclavo.
Por toda Grecia hubo ensayos
democráticos pero donde cuajó fue únicamente en Atenas y hay que decir que en
su forma más pura no duró más de 40 años y que, al fin, fue liquidada por los
excesos populistas de la asamblea, baqueteada a su vez por la demagogia de
algunos políticos; porque, eso sí, aunque la democracia era directa (en la
asamblea se decidía lo más importante y todos podían desempeñar cargos que se
elegían por sorteo) la clase política no desapareció y algunos tuvieron notable
poder: Pericles, Nicias o Alcibiades, de las clases altas, o Cleón de las
populares.
Pensar que hay una democracia
perfecta a la que nuestro sistema debería adaptarse como un guante es un
idealismo de corte platónico, pero nada tiene que ver con lo que nos revela el
estudio de la historia cuando la liberamos de la telaraña de los mitos.
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Ilustración: busto de
Pericles por Cresilas.
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3 comentarios:
Creo que está bien recordar estas cosas, para que los que no lo saben se enteren y los que manipulan la historia queden en evidencia. Salud(os).
P.S.: Arcadio, siento el hermetismo de mi blog, del que soy ajeno. Jeje. A mí me ha pasado con otros. Te aparece una página donde dice "ha sido imposible...". Pues bien, en esa misma página hay un enlace, en el que pone, más o menos, "ir al blog o a la página...". Dale. A ver si tengo suerte y puedes entrar por ese procedimiento.
Es curioso como siempre tendemos a idealizar los tiempos pasados. El ciudadano griego medio nos parecería hoy en día un bárbaro, inculto, despiadado y belicoso, pero en el imaginario colectivo los griegos aparecen como un pueblo superculto y de avanzadas costumbres democráticas.
La especie humana es la única especie animal perfectible, de aquí que se hable del proceso de humanización, según los especialistas, un proceso lento, al que todos podemos contribuir. Antes se practicaba la esclavitud y a nadie. o casi nadie, le parecía mal; ahora, aunque algunos la prectiquen, a todos nos escandaliza. Por eso, ningún tiempo anterior fue mejor, a pesar del retroceso que, en los últimos años, hemos experimentado. Mi deseo es contribuir en lo que pueda a avanzar en ese proceso de humanización; no me importan los nombres. Quizás no sea el más adecuado "democracia real", pero...
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