Observo como el frutero de
enfrente carga un saco de patatas y una gran bolsa de naranjas y cruza la
calle, sin duda para dejarlos en el bar que hay en los bajos de mi casa. El del
bar podría haber comprado en el mercado de mayoristas y se habría ahorrado el
precio de la intermediación del frutero. Uno u otro podrían, incluso, haber
comprado directamente en la plantación. El agricultor, a su vez, obtuvo en el
mercado las patatas que utilizó de siembra, más los abonos y productos que él
no sabe o no le interesa producir. Puede ser que cuando se dé una vuelta por la
ciudad y pase por el bar, tome un pincho de tortilla que habrá sido preparada
con sus patatas, sólo que pagará por ellas muchas veces el precio que obtuvo al
venderlas. Hay que tener en cuenta que todas estas vueltas que dieron las
patatas las dio el dinero, sólo que en sentido inverso y haciendo escala en
varias instituciones financieras, generando más gastos y más remuneraciones
para otros tantos intermediarios. Nuestra sociedad es así, compleja, pero
gracias a ello gozamos de un bienestar infinitamente mejor que el de los
primitivos que tenían una economía de autoconsumo. Con todo, muchos optan personalmente
por una vida más sencilla, se instalan en el campo renegando de buena parte de
artilugios, servicios y demás zarandajas de la vida moderna tecnificada y
consumista. Es una opción de vida respetable, pero si, buscando una mejor “calidad
de vida”, se generalizara esta actitud, de algún modo daríamos un salto atrás.
La política es la forma que
tiene la sociedad de gestionarse. A
economías primitivas y sociedades simples corresponden estructuras políticas
igualmente sencillas. Intentar gestionar una sociedad moderna con los
instrumentos políticos de los primitivos no es sino un esfuerzo romántico
abocado al fracaso o a la falsificación, como los que pretenden vivir en
naturaleza pero utilizan los recursos sanitarios, las comunicaciones o la
seguridad de la sociedad moderna, de la que, en definitiva, no pueden
desprenderse. Somos hijos de nuestro tiempo.
La división del trabajo no es
una maldición sino una conquista económica y social. Por lo mismo, la
democracia representativa es una conquista política, y es el sistema que se
corresponde con nuestras sociedades atestadas y complejas. La democracia directa
no es viable ni deseable -la
costumbre suiza de consultar en referéndum todo tipo de cuestiones retrasó el
sufragio femenino ¡hasta 1971! y en USA la permanencia de la pena de muerte y del
derecho a portar armas en muchos estados se debe a lo mismo-. La
democracia representativa con el concurso de los partidos como intermediarios
introduce flexibilidad en la negociación parlamentaria, permite un mayor
control sobre los políticos que se ven sometidos al programa y la disciplina
partidarias, estructura y articula los proyectos y permite mayores y más
rápidos avances vertebrando a la ciudadanía
y ejerciendo una labor pedagógica, necesaria para romper las inercias
conservadoras de las masas y sus excesos puntuales.
Los políticos en democracia
tienen una tarea difícil: han de seducir al electorado, pero deben no caer en
el populismo; han de cumplir las promesas con las que se comprometieron, pero
deben tener la suficiente flexibilidad para adaptarse a las circunstancias,
siempre cambiantes; por supuesto deben resistir a las mil formas de la
corrupción. Finalmente, por razones obvias, nunca contarán con una adhesión
unánime, así que su labor se verá siempre desde algún ángulo como abominable.
Lo bueno y lo malo de la
democracia es que los conflictos afloran, se ven y se tocan, lo que crea un
permanente estado de zozobra, y los que en todo momento aparecen como
protagonistas son los políticos, ¡qué fácil hacerlos cargar con nuestros pecados!
Porque todos amamos la libertad, pero la responsabilidad… Sin embargo, no debemos
engañarnos, los conflictos existen siempre y si no los vemos es que se han
tapado: eso hacen los regímenes autoritarios, creando una falsa sensación de bienestar
en la que fácilmente se acomodan las mayorías, aunque se consiga con el
aplastamiento de minorías, que devienen invisibles o despreciables.
No es tan difícil llegar a un
sistema autoritario, basta con desprestigiar la democracia erosionando sus
instituciones. Hay profesionales de eso.
1 comentario:
Lo dijo Galbraith, " para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula"
Saludos
Mark de Zabaleta
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