Del blog
de Alberto Garzón, diputado de IU por Málaga he extraido la gráfica histórica de
intención de voto que inserto bajo este párrafo y cuya fuente es el CIS. La
serie abarca de enero del 96 a julio del 2013 y como podemos ver resulta muy reveladora.
Las líneas que representan
los votos sumados de PP más PSOE (negra) y la abstención más blancos (gris) parecen
imágenes especulares la una de la otra, lo que viene a confirmar el escaso
papel de las demás fuerzas políticas; o, lo que es lo mismo, la enorme fuerza
del bipartidismo, de modo que los votos que pierden ambos partidos pasan casi íntegramente
a la abstención, ignorando otras alternativas. Puesto que se trata de intención
de voto habrá que concluir que los presuntos electores tienen interiorizado el
bipartidismo, que apenas sería deudor de la ley electoral, contra lo que se
suele decir.
A continuación conviene
señalar que la tendencia en las dos líneas es prácticamente horizontal hasta
2008, en que empieza un declive en la primera que se corresponde con un ascenso
en la segunda, leves al principio, pero que se acentúan a partir de finales de 2011,
hasta que a finales de 2013 se cruzan e invierten. Obviamente el desencanto
parece hijo de la crisis.
Las elecciones generales de 2004,
2008 y 2011 aparecen marcadas con nitidez por cumbres significativas en la
curva de partidos y valles, casi igual de profundos que aquellas elevadas, en
la abstención. Muestran de esta forma que en las encuestas previas a los
comicios el desaliento ha desaparecido, o casi, y los electores vuelven a
participar como casi siempre. Todo dentro de lo común en una democracia madura.
La crisis parece el único
factor que ha alterado una situación bastante normal, especialmente desde que
la crisis financiera y de la deuda se convirtió en crisis económica.
Históricamente las crisis económicas son seguidas de alteraciones políticas, y viceversa,
las crisis políticas siempre se ven precedidas de crisis económicas de algún
tipo. Su importancia depende de la profundidad y permanencia de éstas. Nada que
no se pudiera prever. Lo impredecible será todo lo demás: el momento, los modos
y el alcance; la multitud de factores en juego hace muy complicada una predicción
siquiera aproximada de tan temidas (o esperadas, según la perspectiva)
convulsiones.
Que en los últimos meses la
abstención prevista supere la suma de los sufragios obtenidos por los dos
partidos que han monopolizado el gobierno en los últimos treinta años, y que
las formaciones alternativas no se beneficien apenas de ello, sólo puede
significar que esa masa de ciudadanos se sitúa fuera del sistema “voluntariamente”.
De momento el proceso es pasivo. Se
corresponde con otro económico pero de la misma índole y gravedad: la economía
sumergida (25% del PIB. En algunas comunidades más del 30). Muchos ciudadanos
encuentran sorprendidos que no tienen cabida ni en el sistema político ni en el
económico, que han sido desplazados en la escena y transformados en figurantes.
Para que la situación se
convierta en explosiva sólo falta el detonante. No escasean los aspirantes: la
crisis secesionista planteada por la Generalitat catalana, que responde a una
inquietud entre los ciudadanos de esa región, sobre la que ha convergido el
malestar económico actuando de amplificador, oportunamente explotada por los
partidos catalanistas; las tensiones por la liquidación del raquítico estado
del bienestar de que disfrutábamos, incompatible con el nuevo modelo neoliberal
que, en realidad, por una falta ancestral de perspectiva y perspicacia
políticas, casi nadie es consciente de haber votado; la asfixia económica, en
fin, unida a la frustración ante una imposible recuperación del bienestar en
los próximos años a causa una política equivocada u orientada a otros objetivos…
Hasta ahora ha sorprendido la
tranquilidad social ante situación tan difícil, de modo que apenas si se percibe la irritación más que en protestas sectoriales o locales como la PAH, Marea Blanca, Gamonal… (el
15M ya apenas si es humo), o en el gráfico que comento. Esperemos que en el
futuro inmediato no nos sorprenda la violencia.
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