Habitualmente nos debatimos entre el deseo de una Europa que
borre realmente fronteras y un nacionalismo que se revuelve molesto contra
cualquier instancia que amenace la soberanía nacional. Son sentimientos
encontrados que encuentran difícil acomodo racional en nuestra conciencia y nos
empuja a una situación esquizoide. Nadie está libre de esta experiencia. En los
foros donde se debate sobre Europa siempre flota en el ambiente, sobre los
argumentos que se esfuerzan en fundamentarse racionalmente, esta contradicción
emocional entre el deseo de la utopía futura que nos espolea y la experiencia
de la realidad histórica que nos lastra con fuerza.
Para colmo, lo que los españoles oímos o leemos sobre Europa,
ahora en la palestra por las próximas elecciones, son en un elevadísimo
porcentaje un conjunto de sandeces, lugares comunes, ocurrencias sin fundamento
y contradicciones flagrantes. ¡Qué difícil elevarse sobre los polos de aquella
contradicción y esta mediocridad! El nivel entre los políticos candidatos y los
gurús de los medios deja mucho que desear y las aportaciones de intelectuales o
políticos de altura simplemente no existen.
El capital europeísta acumulado en la ciudadanía, por las
frustraciones históricas de generaciones y los complejos sedimentados en las
conciencias por la contemplación de una Europa brillante (espejismo quizás) desde
la caspa nacional se está diluyendo sin que parezca que vaya a ser sustituido por
otro de mejor fundamento. La experiencia enriquecedora, cultural y económicamente,
obtenida desde el ingreso amenaza con esfumarse entre los humos cegadores y tóxicos
de la crisis.
Y sin embargo, Europa existe. La UE de hoy es el resultado
del caminar de aquella Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) (1951) y
de los posteriores Tratados de Roma (1957) que establecieron la Comunidad Económica
Europea (CEE) y la Euratom. Hasta el Tratado de Lisboa, hasta las primeras
elecciones al Parlamento que lo van a poner sobre los pies, es la historia de
un éxito, mal que le pese a tanto profeta del apocalipsis, a tanto iluminado
que pretende hacer la revolución hacia atrás.
Me da pereza enumerar ahora los pasos reales entre aquel
comienzo vacilante y la realidad presente. No lo haré. No obstante sí que me
apetece dar testimonio de una Europa intelectualmente viva y activa, que se
sitúa, como no, en el ámbito en que se gestó el proyecto, Francia y Alemania.
En la revista Sin
Permiso he leído la traducción de Nuestro manifiesto
para Europa firmado por Thomas
Piketty et alii (el famoso economista francés que ha puesto de moda los
estudios sobre la desigualdad y del que escribí
recientemente). En él se hace referencia al colectivo alemán Grupo Glienicke (de su declaración de
principios sólo encontré versión en alemán e inglés) con el que se
declara coincidente en gran medida.
El manifiesto es breve y preciso. Nada mejor que leerlo
cliqueando en el enlace. Lo que me interesa en este momento es constatar que no
sólo ha habido avances decisivos en los últimos tiempos sino que éstos han
abierto nuevos caminos que transitar. La UE sigue siendo un proyecto excitante,
que es lo mejor que se puede decir de cualquier obra humana. Se puede señalar que tiene un abultado déficit democrático, pero
también que ahora es más democrática que nunca y, en todo caso, que la
democracia no se regaló nunca, tampoco ahora para esta cuestión. Tener esto en
cuenta a la hora de decidir si se vota o no, o a quién se vota es decisivo.
6 comentarios:
La Europa actual tiene los pies de barro; en mi opinión solo puede desplomarse. Falta saber el cuándo y el cómo.
En cuanto a la opinión de la mayoría, la pongo en cuarentena; está demasiado influenciada por la TV. La gente opina lo que opina la TV. Y pedirle a una minoría que cambie las cosas es mucho pedirle; o se pone la mayoría a trabajar por el cambio, o no hay nada que hacer. Luego, a partir de ahí, cada uno hará lo que pueda para que esto cambie.
No estoy muy de acuerdo con tu primera afirmación. Esos pies a los que te refieres se han hecho con la economía y, pese a los vaivenes presentes, nada hay más sólido. Otra cosa es que estemos conformes con su orientación presente.
Cierto que las opiniones mayoritarias pueden no infundir demasiada confianza, pero ese es el riesgo de la democracia ¿No te parece?
¿Nada más sólido que la economía? He ahí una buena cuestión para debatir.
"Las opiniones mayoritarias pueden no infundir demasiada confianza, pero ese es el riesgo de la democracia", dices. Ya el padre Feijoo afirmaba en el siglo XVIII que no porque lo diga la mayoría va a ser verdad. Las mayorías pueden equivocarse (como las minorías). El número no da necesariamente la verdad.
"¿Ese es el riesgo de la democracia...?" Se dice últimamente que esto no es una democracia, nunca lo ha sido. El riesgo de la democracia es que se vea sometida a la voluntad de unos pocos. Si unos pocos manipulan la opinión popular, ¿qué m... de democracia tenemos entonces?
¿No es Europa un gran despilfarro? Porque cada uno de los 751 diputados al Parlamento Europeo que salen de las urnas, y que trabajarán un máximo de 134 días al año, ganarán 6.200 Euros netos al mes más 4.295 euros para gastos generales. Hay que añadir 17.500 euros mensuales para asesores y personal junto a dietas etc.
Muchos expertos coinciden en que la verdadera ¿única? utilidad del Parlamento Europeo es garantizar un puesto bien retribuido a los políticos que cada país necesita “aparcar” lejos del escenario nacional = un cementerio de elefantes…BIEN PAGADO!
¿No estamos en Crisis y con un paro del 26% en España?
Saludos
Me ha gustado mucho tu artículo porque estoy completamente de acuerdo en que Europa es un proyecto ilusionante. Yo diría más, es el mejor proyecto social que la humanidad actual tiene entre manos. Un proyecto que está en línea con la flecha que orienta el sentido de la evolución de las sociedades a lo largo de la historia, y que también está el línea con la recientemente estudiada empatía de las sociedades.
En cambio me entristece constatar lo difícil que resulta para mucha gente comprender en qué dirección y sentido marchamos.
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