6 abr 2015

Capitalismo y democracia

Escribía en el post anterior sobre democracia y capitalismo, estableciendo una vinculación entre ambos que, si no es mecánica, de causa y efecto, hay demasiados casos en contra (fascismos), sí que es algo más que histórica. Además proponía ejemplos de su presencia en otros sistemas, si bien en esos casos se percibe la inevitable presencia de clases medias mercantiles que por razones varias, que sería prolijo señalar ahora, habían proliferado y prosperado ¿No merecerían tales situaciones la consideración de protocapitalistas?.


Los que estamos convencidos del protagonismo del proletariado, de la clase obreras, en la construcción de la democracia aportamos siempre el dato de que fue el Movimiento Cartista en la Inglaterra de la revolución industrial el que en fecha temprana (1838) incluyó la reclamación del sufragio universal (masculino, es verdad) en la cabecera de sus demandas de clase. También es verdad que el concepto de ‘ciudadano,’ que es la base de la anterior demanda, nace de la mentalidad burguesa que se manifestó exitosa en las revoluciones americana y francesa, en donde, por cierto, se dio una implícita alianza burguesía-proletariado, clave de su éxito.

Lo que es incuestionable es que tanto burguesía como proletariado son criaturas del modo de producción capitalista, de sus peculiares relaciones de producción. La relación entre ambos desembocó a nivel político en enfrentamientos cruentos (lucha de clases), pero también en una tensa negociación permanente de mil caras pero de corazón económico y repercusiones políticas. Una relación amor-odio en la que cuando prospera la idea de la mutua necesidad nace la criatura que hemos llamado democracia; cuando se impone el divorcio la parida es la aberración fascista o el engendro soviético. En ningún otro de los sistemas de producción analizados hasta el presente se da esta situación, por lo que, pienso, debería formar parte de su definición.

Claro que la imagen real de los sistemas (modos de producción) es menos nítida, más confusa y compleja de la que se proyecta en la mera discusión teórica. De ahí que nos sorprendan experiencias democráticas en el sistema esclavista o en el feudal; pero, también podemos encontrar algo más que reminiscencias del esclavismo en el sistema fabril de la periferia capitalista (maquiladoras), en la explotación sexual…, o feudales en los métodos clientelares de algunas relaciones políticas y sociales (caciquismo, mafias…) o en el papel de las iglesias (teocracias, yihadismo…). Las sociedades son complejas y las relaciones en su seno y en su evolución, dialécticas y de difícil concreción. Más cercanas al caos, que es el orden cósmico, que al orden teórico que es la única visión, naíf, que soporta, mal que bien, nuestro entendimiento.

Así pues, afirmar que la democracia es criatura del capitalismo no es la manifestación de un espíritu reaccionario, sino la consecuencia de un análisis, nada menos y nada más que marxista, si se me concede la homologación. Lo digo en mi descargo y como precisión, creo que necesaria, por lo expuesto en el anterior artículo.

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