Escribía en el post anterior sobre democracia y capitalismo,
estableciendo una vinculación entre ambos que, si no es mecánica, de causa y
efecto, hay demasiados casos en contra (fascismos), sí que es algo más que
histórica. Además proponía ejemplos de su presencia en otros sistemas, si bien
en esos casos se percibe la inevitable presencia de clases medias mercantiles
que por razones varias, que sería prolijo señalar ahora, habían proliferado y
prosperado ¿No merecerían tales situaciones la consideración de protocapitalistas?.
Los que estamos convencidos del protagonismo
del proletariado, de la clase obreras, en la construcción de la democracia
aportamos siempre el dato de que fue el Movimiento Cartista en la
Inglaterra de la revolución industrial el que en fecha temprana (1838) incluyó
la reclamación del sufragio universal (masculino, es verdad) en la cabecera de
sus demandas de clase. También es verdad que el concepto de ‘ciudadano,’ que es
la base de la anterior demanda, nace de la mentalidad burguesa que se manifestó
exitosa en las revoluciones americana y francesa, en donde, por cierto, se dio
una implícita alianza burguesía-proletariado, clave de su éxito.
Lo que es incuestionable es que tanto burguesía como
proletariado son criaturas del modo de producción capitalista, de sus
peculiares relaciones de producción. La relación entre ambos desembocó a nivel
político en enfrentamientos cruentos (lucha de clases), pero también en una
tensa negociación permanente de mil caras pero de corazón económico y
repercusiones políticas. Una relación amor-odio en la que cuando prospera la
idea de la mutua necesidad nace la criatura que hemos llamado democracia;
cuando se impone el divorcio la parida es la aberración fascista o el engendro
soviético. En ningún otro de los sistemas de producción analizados hasta el
presente se da esta situación, por lo que, pienso, debería formar parte de su
definición.
Claro que la imagen real de los sistemas (modos de
producción) es menos nítida, más confusa y compleja de la que se proyecta en la
mera discusión teórica. De ahí que nos sorprendan experiencias democráticas en
el sistema esclavista o en el feudal; pero, también podemos encontrar algo más
que reminiscencias del esclavismo en el sistema fabril de la periferia
capitalista (maquiladoras), en la explotación sexual…, o feudales en los
métodos clientelares de algunas relaciones políticas y sociales (caciquismo,
mafias…) o en el papel de las iglesias (teocracias, yihadismo…). Las sociedades
son complejas y las relaciones en su seno y en su evolución, dialécticas y de difícil
concreción. Más cercanas al caos,
que es el orden cósmico, que al orden teórico que es la única visión, naíf, que
soporta, mal que bien, nuestro entendimiento.
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